Un martes de diciembre de 2025, el Papa León XIV Celebra una misa sobre las ruinas del puerto de Beirut. Cinco años después de uno de los mayores desastres no nucleares de la historia, la Iglesia Católica sigue dando voz a las víctimas y a sus familias en su búsqueda de la verdad.
Imagínese por un momento. Está en Beirut, el 2 de diciembre de 2025, conduciendo por la carretera paralela al puerto. Cinco años después de la doble explosión que cambió el rostro de la capital libanesa, las cicatrices siguen visibles por doquier. Silos de grano derrumbados, pilas de metal retorcido y edificios destrozados aún dan testimonio de la magnitud de la tragedia del 4 de agosto de 2020. Ese día, 235 personas perdieron la vida y otras 6.500 resultaron heridas cuando cientos de toneladas de nitrato de amonio explotaron en el almacén 12 de la zona portuaria.
Pero en la mañana del 2 de diciembre, ocurrió algo diferente. Más de 120.000 personas se congregaron en el lugar de la tragedia para una misa histórica presidida por el Papa León XIV. Esta celebración no es sólo un momento de reflexión: es un grito de justicia, llevado por una Iglesia que se niega a abandonar a las víctimas y a sus seres queridos en su lucha por la verdad.
La Iglesia libanesa: de la ayuda de emergencia a la lucha por la justicia
La Iglesia toma la iniciativa tras la tragedia
Retrocedamos al 4 de agosto de 2020, exactamente a las 18:07. Ese día, la onda expansiva de la explosión devastó la mitad de Beirut. Decenas de iglesias resultaron dañadas, algunas de gravedad. En una de ellas, un sacerdote celebraba misa en directo cuando la fuerza de la explosión hizo que el techo se derrumbara sobre él. Este vídeo, que se hizo viral, simboliza a la perfección el trauma que vivieron las comunidades cristianas ese día.
La Catedral de San Jorge, construida en 1755, con su techo de pan de oro, una réplica en miniatura de la Basílica de San Pedro en Roma, sufrió daños considerables. La iglesia jesuita de San José, a 1,6 km del centro de la explosión, sufrió 951 vidrieras destrozadas. La iglesia de San Marón en Saifi, que data de 1874 y donde se celebra la misa oficial del santo patrón de la mayor comunidad cristiana cada 9 de febrero, también resultó dañada. Líbano, Fue devastada. En total, al menos diez iglesias fueron destruidas, principalmente en el barrio cristiano de Achrafieh.
Pero esto es lo notable: al día siguiente del desastre, incluso antes de considerar la reconstrucción de sus propios lugares de culto, los miembros de la Iglesia católica libanesa comenzaron a atender a las víctimas. Se instalaron tiendas de campaña en los estacionamientos junto a las iglesias para albergar a las personas sin hogar. Monjas y sacerdotes se movilizaron para distribuir alimentos, medicamentos y ayuda de emergencia. Gracias, en particular, a Cáritas y otras organizaciones católicas, se priorizó la restauración de más de 2000 viviendas, incluso antes que la de los edificios religiosos.
Un compromiso que va más allá de la ayuda humanitaria
Lo que distingue la acción de la Iglesia en Líbano Tras la explosión, quedó claro que la respuesta no se limitó a la ayuda humanitaria inmediata. Rápidamente, los líderes religiosos católicos comprendieron que su papel también debía ser dar voz a las víctimas en su búsqueda de justicia.
Cardenal Bechara Boutros Rai, Patriarca Maronita y Presidente de la Conferencia de Patriarcas y Obispos Católicos de Líbano, Fue uno de los primeros en alzar la voz. En un "Llamamiento a los Países del Mundo" lanzado el 5 de agosto de 2020, describió Beirut como una "ciudad devastada", una "zona de guerra". Pero más allá de la solicitud de ayuda material, ya exigía la verdad sobre las causas de esta catástrofe.
Un año después de la explosión, durante las manifestaciones que conmemoraron el primer aniversario, el cardenal Rai volvió a criticar públicamente la injerencia política y la falta de responsabilidad del Estado, exigiendo "verdad y justicia sobre lo ocurrido en el puerto de Beirut". Esta clara postura de uno de los líderes religiosos más influyentes del país legitimó moralmente la lucha de las familias de las víctimas.
Cuando los sacerdotes se convierten en la voz de los olvidados
En un país donde la corrupción y la impunidad se han convertido en la norma, donde las instituciones estatales están fallando y donde la clase política está ampliamente desacreditada, la Iglesia ha sido a menudo la única institución en la que la gente puede confiar. Sacerdotes y figuras religiosas libanesas asumieron plenamente este papel de mediadores y portavoces tras la explosión.
Tomemos como ejemplo al arzobispo Paul Abdessater, arzobispo maronita de Beirut. Su arzobispado, cuyo edificio más antiguo data de 1874, quedó completamente destruido por la explosión. Pero antes de reconstruirlo, priorizó la ayuda a los feligreses y residentes de Beirut. «Antes del Arzobispado de Beirut, las iglesias de la ciudad, la escuela y la Universidad de la Sabiduría, el arzobispo priorizó a los feligreses y residentes de la ciudad», testifica el arquitecto a cargo de la obra.
Este enfoque no es único. En todo Beirut, las parroquias se han convertido en centros de distribución de ayuda alimentaria. En la iglesia de San Miguel de Beirut, situada junto al puerto, se preparan y distribuyen diariamente 200 paquetes de alimentos a la comunidad, incluso cinco años después del desastre. Esta labor cotidiana, a menudo invisible, mantiene la cohesión social y ofrece una presencia reconfortante en un país sumido en una profunda crisis.
El padre Tony Elias, un sacerdote maronita de la aldea de Rmeich, cerca de la frontera israelí, resume acertadamente el espíritu de esta movilización: «Vivimos casi dos años y medio de guerra, pero nunca sin esperanza. papa Lleva en sí un verdadero mensaje de paz. Líbano Está cansado, ya no puede soportar cincuenta años de guerra y anhela paz. »
La lucha por la verdad y la justicia
Una investigación paralizada por el estancamiento político
Para comprender la importancia del papel de la Iglesia en la búsqueda de justicia, primero hay que comprender la magnitud de los obstáculos que enfrentan las familias de las víctimas. La investigación de la explosión del puerto de Beirut se ha convertido en el símbolo mismo de la impunidad en el... Líbano.
Los hechos son contundentes. Informes de organizaciones internacionales como Human Rights Watch han establecido claramente que altos funcionarios libaneses eran conscientes de los peligros que representaba el nitrato de amonio almacenado en el puerto. El primer ministro Hassan Diab había sido informado desde el 3 de junio de 2020, pero no tomó ninguna medida aparente. Funcionarios del Ministerio de Obras Públicas y Transporte sabían que 2.750 toneladas de nitrato de amonio se almacenaban junto con otros materiales inflamables o explosivos en un almacén de baja seguridad, en violación de las directrices internacionales de almacenamiento.
A pesar de estas pruebas, la investigación nacional se vio paralizada por «fallas procesales y sistémicas», según Human Rights Watch. El primer juez asignado a la investigación en 2020 renunció tras imputar al ex primer ministro y a tres ex ministros. La investigación estuvo suspendida durante casi dos años, entre 2021 y 2023, debido a obstrucciones políticas y judiciales.
Hoy, cinco años después del desastre, no se han celebrado juicios. Ningún responsable ha comparecido ante la justicia. Las familias de las víctimas siguen esperando respuestas. Esta situación alimenta un profundo sentimiento de injusticia entre la población libanesa, que ve a sus élites eludir toda responsabilidad.
La Iglesia como amplificador moral
Es en este contexto que el compromiso de la Iglesia adquiere pleno significado. Al dar voz regularmente a las víctimas, organizar conmemoraciones y exigir públicamente verdad y justicia, los líderes religiosos amplifican la lucha de las familias en duelo.
Esta movilización no se lleva a cabo desde Roma ni desde oficinas distantes; se lleva a cabo sobre el terreno, junto a las víctimas. Los sacerdotes acompañan a las familias en su duelo, les brindan apoyo psicológico, rezan con ellas, pero también las animan a no rendirse en su búsqueda de justicia.
El obispo Jules Boutros, de la Iglesia católica siríaca, quien tenía tan solo 38 años en el momento de la explosión (lo que lo convierte en uno de los obispos más jóvenes del mundo), describe ese día como "el más difícil" que ha vivido. "Fue impactante; la gente no podía creer lo que había sucedido en un instante", testifica. Pero a pesar de las múltiples crisis, ve un nuevo rayo de esperanza: "Creo que nuestro papel es ser la luz de nuestro mundo, la luz de nuestras naciones".«
Esta metáfora de la luz se repite con frecuencia en los testimonios de figuras religiosas libanesas. En un país sumido en la oscuridad —literalmente, con cortes de electricidad diarios, y metafóricamente, con corrupción e impunidad—, la Iglesia se posiciona como un faro que continúa iluminando el camino hacia la justicia.
Iniciativas concretas para garantizar que no olvidemos
Más allá de las declaraciones, la Iglesia católica libanesa ha multiplicado iniciativas concretas para mantener viva la memoria de las víctimas y mantener la presión para que se haga justicia.
Uno de los proyectos más conmovedores es el jardín conmemorativo, liderado por el abogado Pierre Gemayel, quien perdió a su hermano en la explosión. "Estamos creando un jardín para que la gente venga a reflexionar", explica. "Plantaremos un olivo por cada víctima y colocaremos pequeñas piedras conmemorativas sobre ellos". Estos 235 olivos se plantarán entre la estatua del Emigrante, que milagrosamente permaneció intacta, y los silos del puerto, que aún se mantienen en pie a pesar de la fuerza de la explosión.
La elección del olivo no es insignificante. "Los olivos son el símbolo de la vida", enfatiza Pierre Gemayel. "No se la devolverán a mi hermano ni a las víctimas, pero estamos tratando de encontrar soluciones para que esta tragedia sea un renacimiento para... Líbano. » Durante una vigilia de oración el 3 de agosto de 2025, se bendijeron 253 olivos en nombre de los difuntos, en una ceremonia organizada con el apoyo de la Iglesia.
Otra iniciativa significativa: algunas parroquias, como la Catedral de San Carlos en Saint-Étienne, Francia, celebran una oración o misa el 4 de cada mes desde el 4 de agosto de 2020 por la gente de Beirut y el Líbano. Esta solidaridad internacional, orquestada por redes eclesiásticas, mantiene una presión moral constante y sirve como recordatorio de que el mundo no ha olvidado.
La Iglesia también desempeñó un papel crucial en la preservación de la memoria física de la tragedia. Tras acalorados debates sobre la demolición de los silos de grano parcialmente derrumbados, las familias de las víctimas, con el apoyo de líderes religiosos, lograron que estas estructuras se incluyeran en una lista de edificios históricos y se transformaran en un monumento conmemorativo. Estos silos, que absorbieron parte de la explosión y, por lo tanto, salvaron vidas en los distritos occidentales de Beirut, se han convertido en un poderoso símbolo.
La histórica visita del Papa León XIV
Una peregrinación cargada de símbolos
El viaje apostólico de León XIV en Turquía y en Líbano, El viaje, del 27 de noviembre al 2 de diciembre de 2025, representa mucho más que una simple visita pastoral. Es el primer viaje internacional del nuevo papa desde su elección el 8 de mayo de 2025, y eligió colocarlo bajo el doble signo de la’unidad cristiana (con la conmemoración del 1700 aniversario de la Concilio de Nicea) y de paz en el Medio Oriente.
Para la etapa libanesa del viaje, el lema elegido es explícito: «Bienaventurados los pacificadores». Esta elección no es insignificante en un país marcado por décadas de guerra civil, ocupación, injerencia extranjera y, ahora, por una crisis económica sin precedentes y recientes tensiones con Israel.
La recepción brindada a papa Fue extraordinario. Desde su llegada, el 30 de noviembre, miles de personas llenaron las calles para aclamarlo. Bkerké, En la sede del Patriarcado Maronita, 15.000 jóvenes se reunieron en un ambiente muy animado para recibirlo. Las monjas ondearon las banderas de la Líbano y el Vaticano, creando una marea amarilla y blanca salpicada de teléfonos inteligentes y flashes.
Las autoridades libanesas declararon dos días festivos para conmemorar esta visita, la tercera de una serie. papa En Líbano Después Juan Pablo II en 1997 y Benedicto XVI en 2012. Esta movilización excepcional da testimonio de la importancia de la figura papal para un país donde cristianos Todavía representan un tercio de la población de 5,8 millones de habitantes.
Un mensaje claro a los dirigentes libaneses
Durante su estancia, León XIV No dudó en lanzar mensajes contundentes a las élites libanesas. Durante el encuentro ecuménico e interreligioso en la Plaza de los Mártires de Beirut, declaró a los líderes de las diversas comunidades religiosas: «Están llamados a ser artífices de la paz: a enfrentar la intolerancia, a superar la violencia y a erradicar la exclusión».»
Al final de esta ceremonia, el papa plantó un olivo – otro símbolo – que describió como «venerado en los textos sagrados del cristianismo, del judaísmo y el islam, donde se considera un símbolo atemporal de reconciliación y paz». Este gesto altamente simbólico resonó con especial fuerza en un país donde las tensiones comunitarias siguen siendo altas.
En el santuario de Harissa, frente a los obispos, sacerdotes, figuras religiosas y agentes pastorales libaneses, León XIV animó a la iglesia local a continuar su trabajo: "Si queremos construyendo la paz, »Anclemos nuestro corazón en el Cielo«, exhortó, invitando a »amar sin miedo a perder lo que es fugaz y a dar sin contar”.
Este énfasis en la dimensión espiritual de la lucha por paz y la justicia no impide la papa ser concreto en sus peticiones. Su visita al monasterio de Saint-Maroun en Annaya, donde rezó ante la tumba de San Charbel Makhlouf, patrón de Líbano, fue también un mensaje: la Iglesia debe permanecer arraigada en la oración y al mismo tiempo permanecer profundamente comprometida en el mundo.
2 de diciembre: misa por el recuerdo y la justicia
El último día del viaje papal estuvo dedicado íntegramente a las víctimas de la explosión. El programa fue profundamente significativo: una visita al Hospital Cross en Jal el Dib, oración en silencio en el lugar de la explosión y, posteriormente, una misa en el puerto de Beirut.
Esta oración silenciosa es particularmente significativa. En un mundo saturado de palabras y discursos, este silencio de papa Estar ante las ruinas dice más que cualquier declaración. Es una comunión con el dolor de las víctimas, una forma de decir: «Estoy aquí, contigo, en tu sufrimiento».»
La misa que siguió atrajo a más de 120.000 personas, una cifra impresionante para un país en crisis. Esta celebración eucarística en el mismo lugar de la tragedia transformó el desastre en un espacio de esperanza. Los familiares de las víctimas estuvieron presentes, algunos con fotografías de sus seres queridos desaparecidos.
La homilía de León XIV resuena como un llamado: a las autoridades libanesas para que finalmente hagan justicia, a los libaneses para que no pierdan la esperanza, a la comunidad internacional para que no se olvide de este pequeño país en Medio Oriente.
Esta misa no es solo un evento religioso, sino un acto político en el sentido más noble de la palabra. Al elegir celebrar... la Eucaristía En este lugar, el papa Inscribió la tragedia del puerto de Beirut en la memoria universal de la Iglesia. Dijo a las víctimas y a sus familias: «No están solos, toda la Iglesia los recuerda y continúa exigiendo justicia con ustedes».»
El impacto de la presencia papal
La visita a León XIV tiene un impacto que va mucho más allá de los tres días de su presencia física en Líbano. En primer lugar, otorga una renovada visibilidad internacional a la situación libanesa. Medios de comunicación de todo el mundo cubren el evento, recordando de pasada la tragedia en el puerto y la impunidad imperante.
Luego, galvaniza a los propios libaneses. Como explica el presidente de Adyan, una ONG que trabaja para unir a las comunidades: «Esta reunión pone de relieve el hecho de que Líbano tiene amplia experiencia en el diálogo interreligioso.La visita papal recuerda a los libaneses lo que hace único y rico a su país: esta capacidad, única en Oriente Medio, de hacer coexistir diferentes comunidades religiosas.
Para cristianos Para los libaneses en particular, esta visita es un alivio. En un contexto donde muchos consideran la emigración ante la crisis económica y la inestabilidad política, la presencia de papa les recuerda que tienen un papel crucial que desempeñar en su país. "El Líbano "Es un mensaje, y ese mensaje es un proyecto de paz", dijo. San Juan Pablo II. León XIV adopta este mensaje como propio y anima cristianos de Líbano permanecer, resistir, seguir siendo esta presencia de reconciliación y de diálogo.
Finalmente, la visita papal fortalece moralmente la lucha de las familias de las víctimas. Cuando el líder de la Iglesia católica mundial viaja personalmente para orar en el lugar de la tragedia y reunirse con las familias de las víctimas, otorga legitimidad y alcance internacional a su búsqueda de justicia.
Entre desafíos persistentes y motivos de esperanza
Una situación económica catastrófica
Para comprender plenamente el contexto en el que la Iglesia libanesa continúa su lucha por las víctimas de la explosión, es necesario comprender la magnitud de la crisis que vive el país. Líbano está experimentando una de las peores crisis económicas de la historia moderna, descrita por el Banco Mundial como una de las tres crisis económicas más graves desde mediados del siglo XIX.
La libra libanesa ha perdido más de 951.300 libras de su valor. Los ahorros libaneses, congelados en los bancos, se han vuelto inaccesibles o se han evaporado. Los cortes de electricidad duran de 12 a 20 horas al día. El precio de los medicamentos y la atención médica se ha vuelto prohibitivo para la mayoría de la población.
En este contexto, la acción caritativa de la Iglesia adquiere una dimensión aún más crucial. escuelas católicas Siguen recibiendo estudiantes —aproximadamente la mitad de los cuales son musulmanes— a pesar de las dificultades económicas. Los hospitales administrados por órdenes religiosas permanecen abiertos y se esfuerzan por mantener precios asequibles. Las parroquias distribuyen alimentos y medicamentos a diario.
Marielle, una joven libanesa vinculada a la Iglesia, advierte contra las ilusiones: «Las investigaciones sobre la explosión avanzan muy lentamente. Las familias tienen derecho a la justicia. La crisis económica sigue paralizando la vida cotidiana. Los subsidios gubernamentales para medicamentos y hospitalizaciones son limitados. La gente sigue luchando por cubrir sus necesidades básicas».»
La hemorragia de la emigración
Otro gran desafío que enfrenta la Iglesia libanesa es la emigración masiva de jóvenes. Ante la falta de oportunidades, decenas de miles de libaneses, especialmente jóvenes graduados, abandonan el país cada año. Este éxodo afecta especialmente a las comunidades cristianas.
La historia de Mounir, sobrino del obispo Mounir Khairallah, ilustra este dilema. Después de trabajar arduamente en Nigeria durante ocho años para ganar dinero, regresó a Líbano Se encontró sin un céntimo, con el dinero congelado en el banco. Ante la disyuntiva de irse o quedarse, decidió quedarse y «rehacer su vida, incluso empezando desde cero». Pero ¿cuántas personas toman esta valiente decisión?
Maroun, un joven de 21 años que sobrevivió a la explosión, se marcha a estudiar a Francia, pero promete: "A veces hay que irse para volver aún más fuerte. Creo que tengo futuro en..." Líbano, "Nunca pensé en irme definitivamente." Pero como señala con tristeza Marielle: "La mayoría de los que emigran no regresan."»
Esta emigración plantea un desafío existencial a Líbano tal como lo conocemos. Si cristianos A medida que continúan marchándose en masa, todo el equilibrio comunitario del país corre el riesgo de verse cuestionado. La Iglesia es consciente de este desafío y multiplica sus iniciativas para dar a los jóvenes motivos para quedarse: programas educativos, apoyo a emprendedores, espacios de diálogo y participación.
Tensiones regionales persistentes
Como si la crisis económica y la impunidad no fueran suficientes, la Líbano Sigue atrapado en tensiones geopolíticas regionales. A pesar del alto el fuego firmado el 27 de noviembre de 2024 entre Israel y Hezbolá, los ataques israelíes se han intensificado en las últimas semanas. El país vive con el temor constante de un regreso de... la guerra a gran escala.
En este contexto, el mensaje de paz transmitido por la Papa León XIV resuena con especial urgencia. Durante su discurso ante las autoridades libanesas en el palacio presidencial de Baabda, hizo un llamado a "construir un futuro de paz" y recordó que "la Líbano Es y debe seguir siendo un proyecto de paz.
La Iglesia católica libanesa se encuentra así en varios frentes simultáneamente: la ayuda humanitaria, la lucha por la justicia tras la explosión y la promoción de diálogo interreligioso, apoyo a los jóvenes para que permanezcan en el país y defensa de sus derechos. paz regional. Es una tarea hercúlea para las propias instituciones religiosas, debilitadas por la crisis.
Señales de renovación política
A pesar de todas estas dificultades, hay motivos para la esperanza. La elección del presidente Joseph Aoun en enero de 2025, tras dos años de vacancia presidencial, trajo consigo un atisbo de estabilidad política. Excomandante en jefe del ejército libanés, Joseph Aoun goza de cierta credibilidad y se ha comprometido públicamente a impulsar la investigación de la explosión.
«"De ahora en adelante, la justicia seguirá su curso, los responsables serán juzgados y los inocentes exonerados", dijo durante una reunión con familiares de las víctimas en julio de 2025. También afirmó que "la ley se aplica a todos, sin excepción" y prometió "transparencia e integridad" en la investigación.
Es cierto que las familias de las víctimas se mantienen cautelosas. Han escuchado demasiadas promesas incumplidas como para hacerse ilusiones. Pero por primera vez en cinco años, perciben la voluntad política de avanzar. La investigación del juez Tarek Bitar, estancada durante casi dos años, se reanudó en 2025. Ha logrado citar a funcionarios e interrogar a personas relacionadas con el caso.
«Por primera vez en cinco años, tenemos la sensación de que la investigación ya no está estancada, que se ha relanzado», analiza Sami Aoun, profesor y especialista en Líbano. "No hay garantías, pero ya es mejor que lo que hemos vivido antes".«
Resiliencia extraordinaria
Lo más impactante al escuchar los testimonios de los libaneses cinco años después de la explosión es su extraordinaria resiliencia. Por ejemplo, Afifeh Bachir, que hoy tiene 78 años, estaba de viaje cuando la explosión destruyó su casa. Al regresar, solo encontró una ventana en pie, nada más. Pero no se rindió. Con la ayuda de la Iglesia y diversas organizaciones, pudo reconstruir y seguir viviendo.
Esta resiliencia está profundamente arraigada en la fe. El obispo Jules Boutros lo resume bien: «A pesar de las numerosas crisis, veo un nuevo rayo de esperanza para mi país. Creo que nuestro papel es ser la luz de nuestro mundo, la luz de nuestras naciones».»
Las iniciativas de memoria y solidaridad se multiplican. El Jardín de la Memoria, con sus 235 olivos, es un ejemplo. Estos árboles, que tardarán años en crecer, simbolizan un compromiso a largo plazo. Dicen: «Seguiremos aquí dentro de diez años, dentro de veinte años, para recordar y seguir exigiendo justicia».»
El papel único de la Iglesia en la reconstrucción social
Más allá de su labor caritativa y su defensa de la justicia, la Iglesia desempeña un papel crucial en el mantenimiento del tejido social del Líbano. En un país donde las instituciones estatales están fallando y la confianza en la clase política está en su punto más bajo, las parroquias, la escuelas católicas, Los hospitales gestionados por congregaciones religiosas a menudo representan los últimos espacios restantes de estabilidad y confianza.
EL escuelas católicas, Estas escuelas, donde aproximadamente la mitad del alumnado es musulmán, siguen siendo espacios de encuentro y diálogo intercomunitario. Es allí donde se forja esta preciosa y frágil convivencia libanesa, a diario y lejos de las cámaras.
Las obras de caridad de la Iglesia – Cáritas Líbano, Ayuda a la Iglesia Necesitada, L'Oeuvre d'Orient y SOS Chrétiens d'Orient han movilizado millones de euros para ayudar en la reconstrucción. Pero más allá del dinero, brindan una presencia, un apoyo y una solidaridad invaluables.
Benoît Deblampré, director de Ayuda a la Iglesia Necesitada, recuerda a una monja que conoció en un hospital cerca del puerto pocos días después del desastre. Ella le dijo: «Somos como bolas de pinball en un juego internacional que escapa a nuestro control». Pero también añadió: «Una vez más, hemos decidido no derrumbarnos, levantarnos, reconstruir, reinventar el futuro».»
Es esta determinación de no rendirse lo que caracteriza el compromiso de la Iglesia libanesa. Incluso en los momentos más oscuros, incluso cuando todo parece perdido, sigue presente, llevando esperanza y exigiendo justicia.
Lo que nos enseña el compromiso de la Iglesia libanesa
El compromiso de la Iglesia católica libanesa con las víctimas de la explosión del puerto de Beirut nos enseña varias lecciones importantes que se extienden mucho más allá de las fronteras nacionales. Líbano.
En primer lugar, nos recuerda que la justicia no es solo una cuestión técnica o legal, sino también una cuestión moral. Cuando las instituciones judiciales se ven paralizadas por la corrupción y la presión política, el papel de la sociedad civil y de instituciones morales como las iglesias se vuelve crucial para mantener viva la demanda de justicia.
A continuación, demuestra que el compromiso humanitario y la incidencia política no son contradictorios, sino complementarios. Distribuir alimentos a quienes padecen hambre y exigir responsabilidades a los responsables de un desastre son dos caras de la misma moneda: respeto por... dignidad humana.
Finalmente, ilustra el poder del largo plazo. Cinco años pueden parecer mucho tiempo, pero para la Iglesia, acostumbrada a pensar en siglos y no en ciclos electorales, es solo el comienzo. Los 235 olivos que crecen lentamente en el jardín del recuerdo lo dicen todo: la lucha por la justicia y la memoria es una maratón, no una carrera de velocidad.
Cuando el Papa León XIV Celebró esta misa histórica en el puerto de Beirut el 2 de diciembre de 2025, rodeado de 120.000 fieles. No solo rindió homenaje a las víctimas, sino que también renovó el compromiso de la’Iglesia Universal A su lado, les dijo a las familias en duelo: «No los olvidaremos. Seguiremos buscando justicia con ustedes. No están solos».»
En un mundo en el que los ciclos de información son cada vez más cortos, en el que las tragedias se suceden y desplazan a las anteriores de nuestras pantallas, este compromiso a largo plazo tiene algo profundamente contracultural y profundamente necesario.
Los olivos plantados en memoria de las víctimas crecerán lenta pero seguramente. Sus raíces se hundirán profundamente en la tierra libanesa. Dentro de diez años, dentro de veinte años, seguirán allí, testigos silenciosos de una tragedia que... Líbano se niega a olvidar y de una Iglesia que se niega a abandonar su lucha por la justicia.
Porque eso es precisamente lo que está en juego: no olvidar, no rendirnos, seguir clamando nuestra sed de justicia. Hasta que, finalmente, la verdad salga a la luz y los responsables rindan cuentas por sus actos. La Iglesia libanesa, a través de sus sacerdotes, obispos, religiosos y fieles, se compromete a alzar esta voz mientras sea necesario.
Y en esta lucha por la dignidad y la justicia, nos recuerda a todos una verdad esencial: mientras quede alguien que recuerde, que exija responsabilidades, que rechace la impunidad, la esperanza nunca muere del todo. Incluso entre los escombros, incluso cinco años después, incluso ante todos los obstáculos, la luz siempre puede atravesar la oscuridad.


