JMJ 2027: Cómo se organiza la Iglesia coreana para acoger a un millón de jóvenes

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Imaginen a un millón de jóvenes convergiendo en Seúl, la vibrante capital de Corea del Sur, en menos de dos años. Imaginen esta megalópolis ultramoderna, conocida por su tecnología de vanguardia y su K-pop, convirtiéndose en el epicentro mundial de la fe católica. Eso es precisamente lo que nos espera para el verano de 2027, cuando la Jornada Mundial de la Juventud transformará esta ciudad en un enorme centro de encuentro espiritual. Y créanme, la magnitud del desafío es simplemente abrumadora.

En una conferencia de prensa celebrada este lunes 27 de octubre en la Universidad Católica de Seúl, Monseñor Peter Chung Soon-taick, arzobispo de la capital y presidente del comité organizador local, reveló una visión tan ambiciosa como inspiradora. «Seúl en 2027 será más que una ciudad anfitriona. Se convertirá en una ciudad de esperanza, una ciudad de solidaridad y una ciudad de vocación», declaró con palpable determinación. Estas palabras no son meras frases diplomáticas. Reflejan la inmensidad de un proyecto que combina fe, innovación y hospitalidad a una escala nunca vista.

Veintidós meses antes de la gran reunión, la Iglesia coreana está desplegando su ingenio para preparar un evento que dejará una huella imborrable en la historia del catolicismo asiático. Porque organizar la JMJ en Corea del Sur no es tarea fácil: ¿cómo acoger con dignidad a un millón de peregrinos en un país donde los católicos representan solo una minoría de la población? ¿Cómo difundir el Evangelio en una sociedad profundamente secularizada, respetando la identidad cultural coreana? Y, sobre todo, ¿cómo transformar este colosal desafío logístico en una experiencia espiritual inolvidable?

Una apuesta audaz en un contexto único

Empecemos con algo de contexto, ya que es esencial para comprender la magnitud del desafío. Corea del Sur es un país fascinante, donde las tradiciones ancestrales y la modernidad ultrarrápida coexisten en un equilibrio sorprendente. En cuanto a la religión, el panorama está dominado por el budismo, el protestantismo y una alta proporción de no creyentes. Los católicos representan solo unos 111.000 de la población, o unos 5,9 millones de fieles. No son muchos, pero es una comunidad vibrante y dinámica, profundamente arraigada en la historia nacional.

La Iglesia católica coreana tiene una distinción única: es una de las pocas en el mundo que se ha desarrollado sin misioneros extranjeros, gracias a los laicos coreanos que descubrieron el cristianismo por su cuenta en el siglo XVIII. Esta historia singular, marcada por una violenta persecución que dejó miles de mártires, confiere a la Iglesia local un orgullo y una determinación particulares. Organizar la JMJ 2027 no es solo un desafío logístico, sino también una forma de celebrar esta historia y proyectar la Iglesia coreana a la escena mundial.

Pero volvamos a nuestro millón de jóvenes peregrinos. Un millón es casi el doble de la población de Lyon, para que se hagan una idea. Es una marea humana que llegará a Seúl durante una semana entera. Alojamiento, restauración, transporte, seguridad, traducción, animación espiritual: cada aspecto del evento requiere una planificación meticulosa. Y la Iglesia coreana, con la ayuda de las autoridades civiles y miles de voluntarios, está afrontando este reto con una combinación de eficiencia asiática y una creatividad impresionante.

La logística titánica de una recepción a gran escala

Hablemos primero de los aspectos más cotidianos, pero no menos cruciales. ¿Dónde alojar a un millón de jóvenes en una ciudad ya densamente poblada? Seúl tiene unos 10 millones de habitantes dentro de sus límites administrativos y casi 26 millones en su área metropolitana. Recibir un millón de visitantes en pocos días es una proeza logística.

El comité organizador ha optado por una estrategia diversificada. Los peregrinos se alojarán en familias católicas, parroquias, escuelas, universidades e incluso gimnasios y centros comunitarios proporcionados por las autoridades locales. La idea es distribuir a los participantes por toda la ciudad para evitar la masificación en ciertos barrios. También se prevén zonas de acampada en los parques y espacios verdes de la capital, equipadas con baños temporales y puntos de agua.

El sistema de transporte público de Seúl, ya uno de los más eficientes del mundo, se reforzará con líneas especiales y horarios ampliados durante la JMJ. Aplicaciones móviles específicas permitirán a los peregrinos navegar fácilmente, encontrar alojamiento y seguir el programa en tiempo real. La barrera del idioma se superará gracias a miles de traductores voluntarios que dominan el inglés, español, francés, italiano, portugués y muchos otros idiomas.

El desafío del catering es igualmente colosal. ¿Cómo alimentar a un millón de personas varias veces al día? El comité está trabajando con distribuidores locales, empresas de catering y voluntarios para establecer puntos de distribución por toda la ciudad. El menú incluirá, por supuesto, especialidades coreanas, pero también opciones vegetarianas y adaptadas a diversas restricciones dietéticas. El objetivo es que cada peregrino experimente la riqueza de la gastronomía coreana sintiéndose como en casa.

Una dimensión espiritual profunda y renovada

Más allá de la logística, la JMJ 2027 pretende ser, sobre todo, una profunda experiencia espiritual. El obispo Chung Soon-taick enfatiza este punto: «No queremos simplemente organizar un gran evento. Queremos crear un espacio donde cada joven pueda encontrar a Cristo de una manera personal y transformadora».

El programa espiritual se estructura en torno a varios ejes. En primer lugar, la catequesis diaria, impartida por obispos y sacerdotes de todo el mundo, abordará las principales cuestiones de fe que preocupan a los jóvenes de hoy: la identidad cristiana en un mundo secularizado, el compromiso social a la luz del Evangelio, la vocación y el discernimiento, y el lugar de la tecnología en la vida espiritual.

Luego habrá momentos de oración y adoración eucarística, que serán el centro de cada día. La Iglesia coreana busca ofrecer formas de oración que integren las sensibilidades asiáticas: momentos de silencio contemplativo, liturgias que incorporan elementos de la espiritualidad budista adaptados al contexto cristiano y oraciones comunitarias inspiradas en las tradiciones monásticas coreanas.

El momento culminante será, sin duda, la vigilia con el Papa y la misa de clausura, que probablemente tendrá lugar en el Parque Olímpico de Seúl o en un recinto aún más grande a las afueras de la ciudad. Imaginen a un millón de jóvenes reunidos bajo las estrellas, con sus teléfonos transformados en velas digitales, cantando y rezando juntos en una alegre cacofonía de idiomas y culturas. Esta es la imagen misma de la Iglesia universal, ese mosaico de rostros y voces unidos en una sola fe.

Cuando el K-pop se encuentra con el Evangelio

Aquí es donde la cosa se pone realmente interesante: la Iglesia coreana quiere inspirarse en la cultura pop local para que la JMJ sea atractiva y accesible para las generaciones más jóvenes. Y, francamente, ¿quién podría hacerlo mejor que Corea del Sur, cuyo poder cultural se proyecta ahora en todo el mundo?

Piénsenlo: el K-pop, los K-dramas y el cine coreano (recuerden el triunfo de "Parásitos" en los Óscar) han ganado cientos de millones de fans en todo el planeta. Jóvenes de todo el mundo escuchan a BTS, Blackpink o Stray Kids. Siguen con pasión las series coreanas en Netflix. Esta enorme influencia cultural representa una oportunidad única para la Iglesia.

Por ello, el comité organizador está trabajando en diversas iniciativas creativas. Cada noche se programan conciertos de música cristiana contemporánea con artistas coreanos e internacionales. Los espectáculos de danza y las representaciones artísticas incorporarán elementos de la cultura pop coreana, transmitiendo mensajes evangélicos. Las exhibiciones interactivas utilizarán tecnologías de vanguardia (realidad virtual, hologramas) para contar la historia del cristianismo en Corea y presentar a importantes figuras de la santidad local.

La idea es brillante: en lugar de presentar la fe como algo austero y desconectado de la cultura juvenil, los organizadores quieren demostrar que el Evangelio puede encarnarse en todas las formas de expresión cultural, incluidas las más contemporáneas. Al fin y al cabo, la inculturación siempre ha estado en el corazón de la misión cristiana. ¿Acaso no habló san Pablo de hacerse «todo para todos» para ganar corazones para Cristo?

Un compromiso ecológico sin precedentes

En un mundo cada vez más preocupado por el cambio climático y la degradación ambiental, la JMJ 2027 busca ser un ejemplo de evento masivo verdaderamente ecológico. Y no se trata de una simple publicidad: la Iglesia coreana se toma este compromiso muy en serio.

Se están implementando varias medidas concretas. En primer lugar, el objetivo de "cero residuos" o casi cero residuos. Todas las comidas se servirán en recipientes biodegradables o reutilizables. Se implementará un sistema integral de clasificación y reciclaje en toda la ciudad. Puntos de recogida especiales recogerán y procesarán todos los residuos generados durante el evento. El comité aspira a una tasa de reciclaje de 90%, lo cual sería excepcional para un evento de este tamaño.

En segundo lugar, se fomentará enérgicamente la movilidad sostenible. En lugar de aumentar el número de autobuses y vehículos contaminantes, el comité se centra en el transporte público existente, complementado con sistemas de bicicletas compartidas y lanzaderas eléctricas. Se crearán zonas peatonales alrededor de los principales emplazamientos para limitar el tráfico rodado.

En tercer lugar, la compensación de carbono. Consciente de que cientos de miles de jóvenes viajarán a Seúl, el comité está trabajando en un programa de compensación que incluye la plantación de árboles y la financiación de proyectos de energía renovable. La idea es que la JMJ 2027 deje un legado ambiental positivo, no solo una enorme huella de carbono.

Finalmente, y quizás lo más importante, la JMJ incorporará una sólida dimensión de educación ecológica. Se ofrecerán talleres sobre ecología integral, inspirados en la encíclica Laudato si' del Papa Francisco. El objetivo es que cada joven salga no solo espiritualmente enriquecido, sino también consciente de su responsabilidad hacia la creación y preparado para actuar en su vida diaria.

Impactos mucho más allá del evento

Los organizadores ya están pensando más allá de la semana de la JMJ. Están considerando el legado duradero que este evento puede dejar, tanto para la Iglesia local como para la sociedad coreana en su conjunto.

A nivel eclesial, existe una gran esperanza. La JMJ podría dar un nuevo impulso a la evangelización en Corea del Sur. La visibilidad internacional de la Iglesia católica coreana, el orgullo de los fieles locales y la afluencia de jóvenes de todo el mundo podrían inspirar vocaciones, atraer nuevos conversos y revitalizar las comunidades parroquiales. También se prevén programas de formación pastoral para preparar a sacerdotes y laicos para acoger esta nueva ola de interés en la fe.

A nivel social, el impacto podría ser igualmente significativo. La JMJ destacará los valores de solidaridad, fraternidad y compromiso social que promueve la Iglesia. En una sociedad coreana a veces marcada por la feroz competencia y el individualismo, este mensaje podría resonar profundamente. El compromiso de decenas de miles de voluntarios también mostrará el rostro de una Iglesia centrada en el servicio y la acogida.

También existe una dimensión de diálogo interreligioso. En un país donde conviven budistas, protestantes, católicos y no creyentes, la JMJ puede ser una oportunidad para tender puentes, disipar malentendidos y demostrar que las diferentes tradiciones espirituales pueden coexistir con respeto mutuo. También se planean reuniones con líderes budistas y representantes de otras confesiones.

Económicamente, el impacto será considerable. Un millón de visitantes se traduce en cientos de millones de euros inyectados a la economía local. Hoteles, restaurantes, comercios, transporte: muchos sectores se beneficiarán de esta bonanza turística. Pero más allá de las cifras, también fortalece la imagen de Seúl como una ciudad acogedora y diversa.

Los desafíos que quedan por afrontar

Seamos sinceros: aún no todo está decidido. A veintidós meses del evento, aún quedan muchos desafíos. La seguridad es uno de los principales. Reunir a un millón de personas en espacios públicos requiere una coordinación impecable entre las fuerzas del orden, los servicios de emergencia y los organizadores. Es necesario elaborar planes de evacuación, desplegar equipos médicos e implementar sistemas de comunicación de emergencia.

También está el problema de la financiación. Organizar la JMJ cuesta decenas de millones de euros. El comité depende de las contribuciones de las diócesis locales, donaciones de benefactores, subvenciones públicas y las tasas de inscripción de los peregrinos. Pero encontrar el equilibrio adecuado entre la autofinanciación y la accesibilidad es complicado. No queremos que el coste prohibitivo impida la participación de jóvenes de bajos recursos.

El clima es otra incógnita. El verano en Corea puede ser muy caluroso y húmedo, con riesgo de tifones. El comité debe planificar contingencias en caso de condiciones meteorológicas extremas, mientras, por supuesto, espera que haga sol.

Finalmente, está la cuestión de la unidad en la diversidad. ¿Cómo garantizamos que un millón de jóvenes de diferentes culturas, idiomas y perspectivas teológicas se sientan bienvenidos y comprendidos? ¿Cómo evitamos que ciertos grupos se sientan marginados o incomprendidos? Este es el arte de organizar eventos internacionales, y el comité coreano trabaja arduamente para crear un espacio verdaderamente inclusivo.

Una aventura humana y espiritual

Lo sorprendente de estos preparativos es el entusiasmo contagioso de todos los participantes. El obispo Chung Soon-taick sonríe radiante al hablar de la JMJ 2027. Los voluntarios que comienzan a inscribirse demuestran una profunda motivación. Los jóvenes católicos coreanos hablan de este evento como una oportunidad única para mostrar al mundo la vitalidad de su fe.

Hay algo profundamente conmovedor en esta movilización. En un mundo a menudo cínico y fragmentado, ver a miles de personas unirse en torno a un proyecto común que trasciende fronteras y diferencias culturales es un signo de esperanza. La JMJ no es solo un evento religioso; es una celebración de lo mejor de la humanidad: la capacidad de unirse, de compartir, de abrirse a los demás.

Para los jóvenes que participen, probablemente será una experiencia transformadora. Imaginen a un joven francés descubriendo el fervor de los católicos africanos en la misa. Imaginen a una joven brasileña compartiendo su testimonio con coreanos interesados en su cultura. Imaginen amistades forjadas entre jóvenes que de otro modo nunca se habrían conocido. Esta también es la magia de la JMJ: tender puentes donde solo había océanos.

Seúl, ciudad de la esperanza

En conclusión, la Jornada Mundial de la Juventud 2027 en Seúl promete ser un acontecimiento trascendental en la historia reciente de la Iglesia Católica. La Iglesia coreana, con su singular historia y vitalidad, está decidida a ofrecer al mundo una experiencia inolvidable, que combina profundidad espiritual, creatividad cultural y compromiso ecológico.

Las palabras del obispo Chung Soon-taick resuenan como una promesa: Seúl se convertirá en «una ciudad de esperanza, una ciudad de solidaridad y una ciudad de vocación». Esperanza para todos aquellos jóvenes que buscan sentido en un mundo incierto. Solidaridad en la experiencia compartida de la fe y la fraternidad universal. Vocación para quienes descubrirán, quizás por primera vez, la llamada de Cristo en sus vidas.

La cuenta regresiva ha comenzado. En veintidós meses, la capital surcoreana será el centro de atención mundial. Y si todo marcha según lo previsto, no solo será un evento logísticamente exitoso, sino también una experiencia espiritual que dejará una huella imborrable en cientos de miles de jóvenes. Una semana que podría cambiar vidas, inspirar vocaciones y revitalizar la Iglesia en toda Asia y más allá.

Así que sí, el desafío es inmenso. Pero la Iglesia coreana ya ha demostrado en el pasado que es capaz de lo extraordinario. Con la gracia de Dios y el arduo trabajo de miles de personas dedicadas, hay motivos para creer que la JMJ 2027 en Seúl será un éxito rotundo. ¡Nos vemos en veintidós meses para vivir juntos esta extraordinaria aventura!

Vía Equipo Bíblico
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