«La guerra nunca es santa». Cuando Roma celebra 60 años de Nostra Aetate y elige la paz

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El Vaticano celebra 60 años de Nostra aetate.

Una Roma de piedra, luz y oración

El martes 28 de octubre de 2025, las piedras del Coliseo parecían respirar de otra manera. Bañadas por la luz dorada del atardecer, en esta Roma donde todo evoca imperio y gloria, se escuchó otro lenguaje: el del diálogo, la paz y la fraternidad. En un escenario erigido ante el Arco de Constantino, a pocos pasos del anfiteatro emblemático de antiguas batallas, el Papa León XIV avanzó lentamente, acompañado por representantes de las grandes tradiciones religiosas del mundo. Judíos, musulmanes, budistas, hindúes, sijs, cristianos de diversas denominaciones: todos los colores de la fe parecieron converger aquella noche en torno a una sola súplica sentida.

«Basta ya de guerras, con su dolorosa estela de muerte, destrucción y exilio», declaró el Papa con voz firme, y sus palabras resonaron en el silencio meditativo de miles de personas. Luego añadió la frase que marcó la pauta de toda la celebración: «La guerra nunca es santa».»

Se cumplían 60 años de Nostra aetate, La declaración del Concilio Vaticano II, que en 1965 puso fin a siglos de malentendidos entre religiones, fue también un recordatorio de que el Evangelio, más que nunca, llama a la paz, al diálogo y al entendimiento mutuo.

Nostra aetate, un punto de inflexión del siglo XX

Para comprender lo que significa esta noche del 29 de octubre, debemos remontarnos a la génesis de Nostra aetate. Publicada el 28 de octubre de 1965, durante el Concilio Vaticano II, la declaración conocida por su nombre en latín que significa "En nuestro tiempo" fue un acontecimiento sin precedentes en la historia de la Iglesia.

Hasta entonces, la desconfianza entre cristianos y otras religiones a menudo tenía su origen en siglos de polémicas, ignorancia mutua e incluso violencia. El concilio, convocado por Juan XXIII, buscó abrir la Iglesia para que circulara la perspectiva del mundo, sin renunciar a la fe católica, sino renovando la esperanza universal de la fraternidad.

Nostra aetate Inicialmente tenía un objetivo limitado: mejorar las relaciones con el judaísmo. Pero, bajo el impulso de numerosos obispos, teólogos y diplomáticos de la Santa Sede, el texto se amplió para abarcar a todas las religiones principales. Afirmaba que en cada una había «rayos de verdad», que toda búsqueda sincera de Dios merece respeto y que la guerra en nombre de Dios desfigura la fe.

Esta idea, revolucionaria en su momento, resuena aún con más fuerza hoy en día en un mundo fracturado por la violencia ideológica y religiosa.

León XIV, heredero del consejo

Elegido en 2024, León XIV rápidamente encaminó su pontificado bajo la bandera del diálogo interreligioso y la defensa de la dignidad humana. A sus 68 años, este papa de origen argentino suele ser comparado con Juan XXIII por su cálida sencillez y su inclinación por el contacto directo. Sus primeras encíclicas, Fraternitas Mundi Y Pacem Veram, Se renovó el llamado a una paz construida sobre la verdad y la justicia.

Durante su audiencia general del 22 de octubre, León XIV ya había preparado los corazones para esta conmemoración del concilio. Había recordado cómo Nostra aetate Realidad actual: "Donde verdaderamente nos escuchamos unos a otros, Dios se deja reconocer entre las palabras. Donde desconfiamos unos de otros, Dios se retira."«

Su gesto a los pies del Coliseo distaba mucho de ser un mero ritual diplomático. Era, en sus propias palabras, «una plegaria contra el olvido». Olvido de lo que fue el siglo XX, marcado por tantas guerras libradas en nombre de naciones, ideologías o incluso de Dios. Olvido de lo que significó el Concilio Vaticano II: que ninguna fe puede justificar el odio.

Roma, un teatro de esperanza

Alrededor de León XIV, sobre el escenario azul erigido por la Comunidad de Sant'Egidio, se encontraban hombres y mujeres de todos los rincones del mundo: el Gran Rabino de Roma, imanes del norte de África, monjes budistas de Japón, un swami hindú de Kerala e incluso representantes de movimientos pacifistas laicos. Coros de niños, vestidos de blanco, cantaban canciones sencillas —no litúrgicas, sino universales— melodías sobre la luz y la reconciliación.

Los medios de comunicación de todo el mundo estaban presentes, pero la ceremonia no se sintió como un gran espectáculo. Más bien, fue un momento de silencio. Los aplausos fueron escasos, dando paso al silencio de la oración. Ese silencio, dijo el Papa, es más poderoso que los eslóganes.

Luego invitó a todos a guardar un minuto de silencio en memoria de las víctimas de todas las guerras, sin importar su religión o nacionalidad. En ese silencio, se sentía que el lugar —símbolo del poder imperial y la violencia ancestral— se transformaba de repente en un frágil santuario de humanidad.

El mensaje: "La guerra nunca es santa"«

León XIV se sintió obligado a aclarar su afirmación, ya ampliamente difundida: «La guerra nunca es santa». Dijo que la guerra destruye no solo vidas humanas, sino también la capacidad de las conciencias para discernir el bien. «Una guerra puede considerarse justa, en el sentido de la necesaria defensa de los inocentes. Pero nunca será santa. Porque Dios no quiere la muerte del hombre».»

Este rechazo absoluto a la guerra santa, incluso en el discurso religioso, se hace eco de los recientes llamamientos del Papa a reformar las mentalidades teológicas que justifican la violencia. Citó la Nostra Aetate: «La Iglesia exhorta a sus hijos a reconocer, preservar y promover los bienes espirituales y morales que hay en los demás».»

Desde esta perspectiva, la guerra no es solo una falta moral, sino una bancarrota espiritual. Y cuando se escuda en el nombre de Dios, se convierte en blasfemia. Esto es lo que León XIV resumió con sencillez: «Donde se mata en nombre de Dios, Dios llora».»

Diálogo, no sincretismo

Sin embargo, el Papa tuvo cuidado de no desdibujar los límites de la fe cristiana. No presentó Nostra aetate como una fusión de religiones, pero también como una invitación al encuentro con la verdad. «Diálogo no significa mezclarse», les recordó. «Significa acercarse al otro manteniendo el amor por la verdad».»

Para León XIV, el diálogo no era ni tolerancia débil ni relativismo, sino valentía. La valentía de escuchar lo que Dios revela en otros lugares. Añadió, dirigiéndose a los creyentes de otras tradiciones: «Podemos ser diferentes, pero caminamos juntos hacia la paz».»

Su mensaje se hace eco del del concilio, que ya invitó a los católicos a entablar relaciones respetuosas con el judaísmo, el islam, el budismo, el hinduismo y todas las tradiciones de sabiduría. En tiempos de crecientes tensiones identitarias, este mensaje tiene la frescura de una brisa de montaña.

Las acciones hablan más que las palabras

Si la noche del 29 de octubre dejó una huella imborrable, fue sobre todo por su sencillez. Sin excesivos protocolos ni discursos interminables. León XIV prefería los gestos: sentarse al mismo nivel que los demás delegados, rezar en silencio con los ojos cerrados, colocar una llama al pie de una cruz estilizada y una estrella de David entrelazada con una media luna dorada.

Cada representante leyó, en su propio idioma, un breve texto sobre la paz: un versículo del Corán sobre la misericordia, una oración judía por la paz de Jerusalén, un fragmento del Dhammapada budista, una invocación hindú a la luz. Juntas, estas voces formaron un mosaico de esperanza.

Al final, el Papa invitó a los niños presentes a soltar palomas y farolillos flotantes. La multitud cantó, no para celebrar una victoria, sino para expresar una apertura interior: la de un mundo cansado de la división.

El espíritu de Sant'Egidio, guardián del diálogo

El evento no habría sido posible sin la Comunidad de Sant'Egidio, fundada en Roma en 1968 por Andrea Riccardi. Este movimiento laico siempre ha encarnado el legado de Nostra aetate. Presente en más de 70 países, la comunidad trabaja para mediar en conflictos, apoyar a los refugiados y promover el diálogo interreligioso.

Fue esta organización la que, en las décadas de 1980 y 1990, organizó los famosos encuentros de Asís con Juan Pablo II y representantes de otras religiones. En 2025, sigue siendo un laboratorio vivo de fraternidad. «Creemos que la paz es contagiosa», suele decir su presidente, Marco Impagliazzo.

Para los miembros de Sant'Egidio, organizar esta vigilia a los pies del Coliseo tiene un significado simbólico: donde los cristianos fueron martirizados, donde la historia ha glorificado la guerra, la nueva humanidad aprende a celebrar la paz.

La paz como conversión interior

El Papa León XIV solía recalcar un punto: la paz no se origina principalmente en tratados o instituciones, sino en el corazón. «La paz no se construye con estrategias, sino con conversiones», afirmaba. Esta frase ha resonado en numerosas homilías alrededor del mundo desde la vigilia en Roma.

Debido a la celebración del 60 aniversario de Nostra aetate Su objetivo no es solo evocar un texto, sino inspirar una transformación interior. Se invita a cada persona a preguntarse: ¿Cómo contribuye mi fe a la paz? ¿Qué estoy haciendo para romper el ciclo del miedo y la violencia?

Desde esta perspectiva, León XIV nos invita a redescubrir la oración como un lugar de diálogo con Dios y con los demás. «Orar por aquellos a quienes no comprendemos es ya un comienzo para amarlos», confesó a un periodista italiano.

Los desafíos del siglo XXI

Sesenta años después del Concilio Vaticano II, el mundo es muy diferente. Las guerras modernas suelen ser asimétricas, sin frentes definidos ni finales predecibles. Los conflictos latentes, arraigados en el nacionalismo o el odio identitario, siguen estallando. Las redes sociales, al difundir discursos de odio, se convierten a veces en un campo de batalla virtual.

En este contexto, el mensaje de Nostra aetate Ha adquirido una urgencia inesperada. El diálogo ya no es un lujo espiritual, sino una cuestión de supervivencia colectiva. El Papa, además, se dirigió a los líderes políticos: «La guerra siempre es más fácil que la paz. Por eso debemos optar por la paz con mayor frecuencia».»

Propuso que las principales religiones formaran un «Consejo Mundial de Oración por la Paz», un foro permanente para la mediación y el diálogo. Este proyecto, aún en sus primeras etapas, plasma la idea de que los creyentes pueden desempeñar un papel activo en la resolución de conflictos.

Testimonios de todo el mundo

Apenas terminó la vigilia, las reacciones no se hicieron esperar. El Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, envió un mensaje fraterno elogiando «la valentía profética de un papa que habla en nombre de toda la humanidad». Por parte musulmana, la Universidad de Al-Azhar en El Cairo emitió un comunicado recordando a todos que «la paz es el nombre de Dios, y los verdaderos creyentes no pueden destruirla».

El Gran Rabino de Jerusalén también elogió el gesto de León XIV: "Recuerda a todos los hijos de Abraham que la fe no es sinónimo de dominación". En India, muchos líderes hindúes participaron simultáneamente en ceremonias sincronizadas, encendiendo lámparas como símbolo de fraternidad.

Jóvenes católicos presentes en Roma expresaron su emoción: «No podemos irnos de aquí y seguir pensando que la guerra es inevitable», dijo Lucía, estudiante de teología. Otro añadió: «Esta noche comprendí que la paz no es un sueño idílico. Es una decisión».»

El renacimiento de un lenguaje espiritual

El pontificado de León XIV se distingue por una sencillez deliberada al hablar de las grandes cosas. Mientras que otros papas podrían haber recurrido a conceptos teológicos, él prefirió hablar de «voces humanas, de lágrimas, de la paz que se construye cada mañana». Este enfoque directo refleja el espíritu del Concilio: hablar a la humanidad de hoy con las palabras de hoy.

En sus discursos recientes, León XIV ha enfatizado a menudo que Nostra aetate Se había abierto un nuevo lenguaje espiritual. Aprendemos que creer no implica excluir, sino acoger. Que la verdad, lejos de ser una fortaleza, es un horizonte que invita al diálogo.

Invita a los fieles a formarse en esta gramática del diálogo: aprender a escuchar antes de responder, aprender a leer con respeto los textos sagrados de otras religiones, aprender a colaborar en actos de solidaridad.

Patrimonio y futuro

A medida que el mundo se vuelve cada vez más frágil ante las guerras y el cambio climático, el mensaje del Vaticano en su 60 aniversario resuena con más fuerza que nunca. «Las guerras contaminan las almas tanto como contaminan la tierra», afirmó León XIV con gravedad. El vínculo entre la paz espiritual y la ecología humana se convierte en un elemento central de su visión de futuro.

La Santa Sede también está preparando un importante sínodo interreligioso para 2026, centrado en "Fe, paz y cuidado de la creación". La idea es sencilla: mostrar que todo está conectado, que la paz con Dios llega a través de la paz con la Tierra y con los demás.

Muchas universidades católicas y centros de investigación interreligiosa también se están preparando para volver a publicar archivos sobre Nostra aetate, en beneficio de las generaciones más jóvenes, que a menudo están mal informadas sobre su importancia.

Una oración en Roma, una llamada al mundo

La vigilia en el Coliseo quedará como una imagen impactante: la de un papa de pie entre monumentos que representan dos mil años de historia, extendiendo los brazos hacia representantes de todas las religiones. Pero para muchos participantes, el recuerdo más hermoso no residía en el gesto, ni en las cámaras. Residía en esa atmósfera de paz, casi palpable.

«Siempre hay una alternativa a la guerra», dijo el Papa. Y lo repitió largamente, mirando las estrellas que se veían sobre el Arco de Constantino. Luego murmuró: «Estamos hechos para la luz, no para las bombas».»

Cuando la historia se encuentra con la fe

Sesenta años después del concilio, Roma parece proclamar al mundo, una vez más, que la verdadera grandeza ya no reside en la conquista, sino en la reconciliación. La historia, en este caso, ilumina la fe: donde antaño los generales triunfantes desfilaban con sus ejércitos, ahora los creyentes de todas las tradiciones avanzan juntos, portando un mensaje de esperanza.

Hay algo casi eucarístico en esta inversión simbólica: el paso de la violencia a la comunión. El pan del mundo ya no es saqueo, sino relación compartida. Quizás este sea, en su esencia, el corazón del mensaje de Nostra aetate Santificar la vida y desarmar el corazón.

Una frase para nuestro tiempo

«La guerra nunca es santa»: esta frase, por sí sola, encapsula todo un legado espiritual y político. Nos recuerda que la verdadera santidad no reside en la lucha contra los demás, sino en la batalla interior contra el odio. En el año 2025, mientras el mundo vuelve a azotar tormentas, sirve de guía.

Hace muchos siglos, San Francisco de Asís ya oraba: «Señor, hazme un instrumento de tu paz». Sesenta años después Nostra aetate, El Papa León XIV retomó esta oración a su manera, en un lenguaje moderno y universal, invitando a todos a convertirse, dondequiera que estén, en artesanos de esta paz.

Y aquella noche, Roma pareció haberle escuchado.

Vía Equipo Bíblico
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