León XIV: Descubriendo al Papa a través de sus propias palabras

Compartir

Cuando el cardenal Robert Prevost apareció en la logia de la Basílica de San Pedro en mayo de 2025, la mayoría de los fieles y observadores del Vaticano se preguntaron: ¿Quién es este hombre? Su radiante sonrisa y su mirada profunda cautivaron de inmediato a millones de espectadores de todo el mundo. Pero más allá de esta primera impresión, es a través de sus palabras, sus pensamientos y su espiritualidad que podemos comprender verdaderamente quién es León XIV.

Dos obras recientes, publicadas por Bayard y Salvator respectivamente, ofrecen una oportunidad única y valiosa: descubrir el pensamiento del nuevo papa directamente, sin filtros ni comentarios. Estas colecciones de textos nos permiten conectar con la profunda inteligencia y la sensibilidad espiritual de un hombre llamado a guiar a la Iglesia católica en uno de los períodos más complejos de su historia. Exploremos juntos lo que estos escritos revelan sobre el hombre que ahora lleva el nombre de León XIV.

La inteligencia al servicio del Evangelio

La lectura de los textos de León XIV revela inmediatamente una cualidad que caracteriza su enfoque teológico y pastoral: una inteligencia vigorosa, capaz de analizar las situaciones con precisión, manteniendo un profundo arraigo en la tradición de la Iglesia. No se trata de una inteligencia fría o puramente académica, sino de un pensamiento profundo, nutrido por años de ministerio misionero y experiencia pastoral en varios continentes.

En sus homilías y conferencias, recopiladas en estas obras, descubrimos a un hombre que maneja con soltura los conceptos teológicos sin perder jamás de vista la dimensión concreta de la vida de los fieles. Aborda los grandes problemas de nuestro tiempo —la globalización, la secularización, los desafíos ecológicos, los cambios sociales— no como un observador externo, sino como un pastor profundamente preocupado por el bienestar espiritual y material de sus hermanos y hermanas en la humanidad.

Esta inteligencia se evidencia particularmente en su capacidad para forjar vínculos entre las diferentes dimensiones de la vida cristiana. Para él, la oración no está separada de la acción social, la contemplación no se opone al compromiso misionero, y la tradición no impide la apertura a las realidades contemporáneas. Es una visión integral de la fe que se refleja en cada página, un enfoque que rechaza las oposiciones simplistas y busca siempre la síntesis dentro de una perspectiva evangélica.

Una profunda sensibilidad espiritual

Más allá de su inteligencia analítica, lo que llama la atención en los escritos de León XIV es la profundidad de su vida espiritual. Percibimos a un hombre de oración, alguien para quien la relación con Dios no es un tema de estudio, sino una realidad cotidiana. Esta dimensión contemplativa impregna todos sus escritos, incluso los más teóricos o los más comprometidos con cuestiones sociales.

Su sensibilidad espiritual se manifiesta primero en su lenguaje. A diferencia de algunos textos eclesiásticos que pueden parecer áridos o excesivamente técnicos, los escritos de León XIV llegan tanto al corazón como al intelecto. Utiliza imágenes concretas, referencias a la experiencia humana universal y ejemplos de su propia vida o de experiencias pastorales. Este enfoque hace accesibles sus textos sin simplificar la riqueza del mensaje cristiano.

En estas obras también descubrimos a un hombre sensible a la belleza: la belleza de la liturgia, la belleza de la creación, la belleza de las culturas humanas en su diversidad. Esta atención a la dimensión estética de la fe no es superficial: testimonia una profunda convicción de que Dios también se revela a través de la belleza, y que la celebración de esta belleza es parte integral de la vida espiritual.

Su compasión por quienes sufren también se refleja en muchos pasajes. Ya sea que hable de migrantes, pobres, enfermos o quienes se sienten excluidos de la Iglesia, se percibe una empatía genuina, un deseo sincero de aliviar el sufrimiento y llevar la esperanza del Evangelio a todos, sin excepción.

El ancla agustiniana: clave para comprender

Para comprender plenamente el pensamiento de León XIV, es esencial explorar sus raíces agustinianas. Esta base en la tradición de san Agustín no es solo una referencia intelectual: es una influencia estructurante que moldea su visión de la Iglesia, la gracia y la vida cristiana.

San Agustín, obispo de Hipona en el siglo IV, dejó una huella imborrable en la teología cristiana occidental. Sus reflexiones sobre la gracia, el pecado, la libertad humana y el amor de Dios siguen influyendo en el pensamiento católico. Pero más allá de los conceptos teológicos, Agustín también fue un pastor, alguien que buscaba comprender y acompañar a los fieles en su camino espiritual.

En León XIV, esta herencia agustiniana se manifiesta de varias maneras. Primero, en una concepción realista de la condición humana: al igual que Agustín, reconoce la fragilidad del ser humano, su propensión al pecado, pero también su capacidad, por la gracia, de volverse a Dios y vivir conforme al Evangelio. Esta visión equilibrada evita tanto el pesimismo excesivo como el optimismo ingenuo.

La influencia agustiniana también es evidente en su comprensión de la Iglesia. Para Agustín, la Iglesia es a la vez santa y está compuesta por pecadores, ya victoriosa en Cristo, pero aún en camino hacia su plenitud final. Esta tensión entre el «ya» y el «todavía no» también caracteriza la visión eclesiológica de León XIV. No oculta las debilidades ni los pecados de la Iglesia institucional, pero mantiene firmemente su fe en la acción del Espíritu Santo que guía a la comunidad de creyentes.

Un hombre para una Iglesia globalizada

La formación de Robert Prevost lo ha preparado excepcionalmente para ejercer su ministerio petrino en el contexto de una Iglesia que se ha globalizado. Nacido en Estados Unidos, y habiendo servido en diversas partes del mundo, especialmente en Latinoamérica y Asia, aporta una valiosa perspectiva internacional. Sus escritos demuestran una profunda comprensión de los desafíos que enfrenta la Iglesia en contextos culturales muy diversos.

Esta experiencia de la globalización de la Iglesia se refleja en su enfoque pastoral. No propone soluciones universales estandarizadas, sino que reconoce la necesidad de una inculturación que respete las particularidades locales. Al mismo tiempo, defiende firmemente la unidad de la fe y la comunión entre todas las Iglesias particulares.

En sus escritos se percibe también una particular sensibilidad hacia las cuestiones misioneras. León XIV no concebía la misión como una actividad reservada a especialistas o a ciertas regiones del mundo, sino como la vocación fundamental de toda la Iglesia y de todo cristiano. Esta visión misionera va acompañada de un profundo respeto por las culturas y tradiciones religiosas de los pueblos, en el espíritu del diálogo interreligioso promovido por el Concilio Vaticano II.

El discurso al servicio del diálogo

Uno de los aspectos destacables de los textos recopilados en estas dos obras es la capacidad de León XIV para comunicarse de forma accesible sin sacrificar la profundidad. Dominó el arte del discurso, atrayendo a diferentes públicos: creyentes comprometidos, investigadores, pero también personas alejadas de la Iglesia u observadores externos.

Esta calidad de comunicación es particularmente evidente en sus primeras intervenciones como Papa, reproducidas en estos libros. Desde su primer mensaje «urbi et orbi», supo encontrar las palabras adecuadas para tranquilizar, inspirar y llamar a la acción. Su estilo directo, a veces con toques de humor, rompe con ciertos hábitos del lenguaje eclesiástico tradicional sin perder dignidad ni sustancia.

Para León XIV, el diálogo no es solo un método pastoral: es una actitud fundamental que emana de su comprensión de la Trinidad. Si Dios mismo es una comunión de personas en un diálogo amoroso, la Iglesia debe reflejar esta dimensión dialógica en todas sus relaciones: el diálogo interno entre los miembros de la comunidad cristiana, el diálogo con otras denominaciones cristianas, el diálogo con otras religiones y el diálogo con el mundo contemporáneo.

Enfrentando los desafíos contemporáneos

Los escritos de León XIV no eluden los grandes desafíos que enfrenta la Iglesia. Aborda directamente temas complejos: la crisis de abusos sexuales y su gestión, el lugar de la mujer en la Iglesia, debates sobre cuestiones de moralidad sexual, la relación con la autoridad en una sociedad que valora la autonomía individual y muchos otros temas delicados.

Lo que caracteriza su enfoque es el rechazo a las respuestas prefabricadas. Sin renunciar a los principios fundamentales de la doctrina católica, busca comprender las situaciones concretas en su complejidad. Reconoce que la Iglesia debe aprender a escuchar antes de hablar, a acompañar antes de juzgar y a proponer en lugar de imponer.

En cuanto a la cuestión ecológica, que preocupa especialmente a las generaciones más jóvenes, León XIV muestra una profunda conciencia de la urgencia. En consonancia con la encíclica Laudato Si' de su predecesor Francisco, llama a una profunda conversión ecológica que afecte no solo a los estilos de vida, sino también a las estructuras económicas y sociales. Sus raíces agustinianas le ayudan a articular esta preocupación ambiental con una visión teológica de la creación.

La importancia de la vida comunitaria

Un tema recurrente en los escritos de León XIV es la importancia de la comunidad. Formado en la tradición agustiniana, que enfatizaba la vida comunitaria de los religiosos, enfatizó la dimensión colectiva de la fe cristiana. El cristianismo, enfatizó constantemente, no es una religión individualista, sino una invitación a formar un pueblo, el Cuerpo de Cristo.

Esta visión comunitaria tiene importantes implicaciones prácticas. Significa que la parroquia no debe ser simplemente un lugar donde la gente acude a recibir servicios religiosos, sino una verdadera comunidad de vida donde los cristianos comparten sus alegrías y tristezas, se apoyan mutuamente y dan testimonio juntos del Evangelio. León XIV fomentó el desarrollo de pequeñas comunidades de fe dentro de las parroquias, lugares donde la comunión cristiana se puede experimentar de forma concreta.

Este énfasis en la comunidad se extiende también a la visión de la Iglesia universal. León XIV habla a menudo de la necesidad de fortalecer los lazos entre las iglesias locales, fomentar el intercambio de experiencias y recursos, y cultivar un espíritu de sinodalidad en el que cada uno tenga su lugar y su voz.

El lugar central de la Oración

La oración era el núcleo de la espiritualidad de León XIV. Sus textos lo atestiguan abundantemente: para él, la oración no era una actividad más, sino la fuente de toda auténtica vida cristiana. Sin una vida de oración regular y profunda, los cristianos corren el riesgo de agotarse por el activismo o de perder el sentido de su vocación.

Esta convicción se evidencia en su enfoque de los asuntos prácticos y pastorales. Antes de proponer soluciones o planes de acción, siempre invita a la oración, a escuchar al Espíritu Santo y al discernimiento comunitario en la oración. Esta actitud no implica eludir la responsabilidad, sino reconocer que la eficacia de la acción eclesial depende, en última instancia, de la gracia de Dios.

En sus escritos, León XIV también comparte su propia experiencia de oración, de forma discreta pero conmovedora. Entendemos que es un hombre que ha experimentado la presencia de Dios tanto en momentos de alegría como de dificultad, y que esta experiencia nutre su fe y su ministerio.

Liderazgo de servicio

La comprensión de León XIV sobre la autoridad en la Iglesia merece especial atención. Influenciado por la Regla de San Agustín, que insistía en que el superior debe ser ante todo un servidor, propuso una visión del liderazgo eclesial basada en el servicio, no en el poder.

Esta perspectiva se ha hecho evidente en su estilo de gobierno desde su elección. Rápidamente estableció procesos de consulta más amplios, dio más voz a los laicos en ciertos organismos y fomentó una mayor transparencia en la administración del Vaticano. Sus textos instan a todos los líderes de la Iglesia, en todos los niveles, a adoptar esta actitud de servicio.

Al mismo tiempo, no renuncia a ejercer su autoridad cuando es necesario. Reconoce que la unidad de la Iglesia a veces exige decisiones claras, aunque no sean unánimes. Pero estas decisiones deben tomarse siempre con espíritu de discernimiento, tras una amplia escucha y teniendo como criterio último el bien de los fieles y la fidelidad al Evangelio.

El futuro de la Iglesia según León XIV

Al leer estas dos obras, también percibimos la visión de León XIV sobre el futuro de la Iglesia. No oculta las dificultades actuales —la secularización en ciertas regiones, la pérdida de credibilidad debido a los escándalos, las divisiones internas—, pero mantiene una profunda confianza en la promesa de Cristo de permanecer con su Iglesia hasta el fin de los tiempos.

Su optimismo no es ingenuo. Reconoce que la Iglesia debe reformarse, purificarse y renovarse constantemente. Pero cree firmemente que esta purificación es posible y que conducirá a una Iglesia más auténticamente evangélica, más cercana a los pobres, más abierta al mundo y fiel a su misión.

Para León XIV, el futuro de la Iglesia reside en el retorno a sus fuentes —las Escrituras, los Padres de la Iglesia, la gran tradición espiritual—, abriéndose con valentía a nuevos desafíos. No se trata de elegir entre tradición y modernidad, sino de aprovechar el tesoro de la tradición para iluminar el presente y preparar el futuro.

Una invitación al lector

Estas dos obras no son solo documentos históricos sobre el inicio de un pontificado. Son una invitación a cada lector a profundizar en su vida espiritual, a reflexionar sobre su lugar en la Iglesia y a participar más plenamente en la misión evangélica.

Al leer directamente los textos de León XIV, sin el filtro de comentarios ni interpretaciones, entramos en contacto con un pensamiento vivo y encarnado, nutrido por décadas de experiencia pastoral y reflexión teológica. Descubrimos a un hombre que, bajo el hábito papal, permanece profundamente humano, consciente de sus limitaciones pero confiado en la gracia de Dios.

Ya seas católico practicante, un buscador religioso o simplemente un observador interesado en temas religiosos, estos textos te invitan a la reflexión. Cuestionan nuestra propia relación con la espiritualidad, el sentido que damos a nuestras vidas y nuestra responsabilidad con los demás y con la creación.

La publicación de estas obras de Bayard y Salvator refleja la necesidad del público francófono de aprender más sobre este papa, cuya elección sorprendió a muchos. Más allá de la curiosidad legítima, es una oportunidad para descubrir una voz que puede enriquecer nuestro propio camino espiritual, sea cual sea nuestra postura personal respecto a la Iglesia católica.

El propio León XIV, en sus escritos, se presenta no como un maestro que impone sus ideas, sino como un hermano que comparte su experiencia y su fe. Esta humildad fundamental, combinada con una inteligencia vivaz y una profunda sensibilidad espiritual, hace de estas obras una lectura valiosa para cualquier persona interesada en la vida de la Iglesia y las cuestiones espirituales de nuestro tiempo. Al leerlas, comprendemos mejor cómo este hombre, ayer aún en gran parte desconocido, está hoy llamado a guiar la nave de la Iglesia a través de las tormentas de nuestro tiempo.

Vía Equipo Bíblico
Vía Equipo Bíblico
El equipo de VIA.bible produce contenido claro y accesible que conecta la Biblia con temas contemporáneos, con rigor teológico y adaptación cultural.

Lea también