León XIV: permanecer abierto a la formación espiritual

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El 28 de octubre de 2025, con motivo del sexagésimo aniversario de la declaración conciliar La educación gravissimum es Sobre la educación cristiana, el Papa León XIV publicó su primera carta apostólica. Titulada Dibujando nuevos mapas de esperanza, Este texto denso y luminoso está dirigido ante todo a profesores, educadores y a todos aquellos comprometidos con la transmisión no solo de conocimientos, sino también de un sentido a la vida.
Esta carta se fundamenta en la realidad de las escuelas católicas contemporáneas: escuelas a veces desorientadas, plagadas de tensiones, atrapadas entre una crisis vocacional, exigencias administrativas y el escrutinio público relacionado con el manejo de dolorosos casos de abuso. En este contexto, León XIV no se limita a reiterar principios; abre un nuevo horizonte, invitando a todos a regresar al corazón mismo del proyecto educativo cristiano: el crecimiento integral de la persona humana en todas sus dimensiones: intelectual, relacional y espiritual.

El tono de Dibujando nuevos mapas de esperanza Es firme y fraterna a la vez. El Papa afirma que «la escuela católica no puede ser simplemente un lugar para la transmisión de conocimientos o el éxito social». Debe seguir siendo lo que siempre ha buscado ser: un espacio para la educación en el discernimiento, un campo de entrenamiento para la libertad interior, un lugar donde la humanidad se abre a la luz de Dios.

Una llamada a redescubrir la "formación espiritual"«

Uno de los aspectos más destacados de esta carta apostólica es la insistencia del Papa León XIV en la formación espiritual los propios educadores.
Según él, los docentes católicos solo pueden guiar a los jóvenes por el camino de la fe, la búsqueda de sentido y coherencia en la vida, si ellos mismos cultivan esta dimensión espiritual. Invita a cada docente y líder educativo a convertirse en «guardianes de una fuente»: aquella que vincula la fe vivida a diario con la transmisión del conocimiento.

León XIV escribe con bondad, pero también con lucidez: sabe lo poco tiempo que tienen los maestros, lo absortos que están en los retos administrativos, la preparación de las clases y la presión de las evaluaciones y las reformas. Sin embargo, también afirma que la educación cristiana no puede arraigar sin una auténtica renovación espiritual, tanto personal como comunitaria.
Por lo tanto, sostiene que la educación religiosa y la oración deberían recuperar su lugar en la vida escolar. No de forma impuesta, sino ofrecidas como una vía libre y enriquecedora.

En este contexto, el Papa se refiere a las «casas de silencio», lugares de retiro o escucha presentes en muchas diócesis, donde maestros y educadores pueden reflexionar, examinar su misión y encontrar nueva inspiración. También anima a las congregaciones y obispos a ofrecer nuevas iniciativas de formación continua que integren teología, psicología y pedagogía espiritual.

León XIV: permanecer abierto a la formación espiritual

Las escuelas católicas se enfrentan a los desafíos de la sociedad francesa.

La carta apostólica no rehúye las tensiones actuales en el panorama educativo francés.
En los últimos años, la educación católica se ha visto expuesta a crisis internas, agravadas por las investigaciones sobre abusos sexuales en la Iglesia.
Algunas voces piden mayor transparencia, o incluso un estatus más "secular" para las escuelas privadas contratadas.

En este clima delicado, León XIV optó por un enfoque decididamente evangélico: instó a quienes participaban en la educación católica a no retirarse por temor, ni a diluir su identidad cristiana en una neutralidad ilusoria. La escuela católica, afirmó, puede y debe permanecer plenamente abierta a todas las familias, cualesquiera que sean sus creencias, dando testimonio sereno de la fuente de la que se nutre.

Esta postura no es nueva en la tradición de la Iglesia, pero aquí adquiere una fuerza particular. Se alinea con el espíritu del Concilio Vaticano II, que afirmó que la educación cristiana no debe aislar, sino dialogar: dialogar con el mundo, con la ciencia, la cultura y la diversidad humana.
Para León XIV, la escuela católica debe ser el lugar por excelencia para este fructífero diálogo, donde la fe y la razón se enriquecen mutuamente.

Volver a la persona humana, a la infancia y a la alegría de aprender

«"Reorientar la educación católica hacia la persona y su dimensión espiritual": este es el mensaje esencial de esta carta.
El Papa León XIV desarrolló una antropología positiva e iluminadora. Nos recordó que toda verdadera educación es una alianza entre la confianza y la esperanza. La escuela cristiana, dijo, nace de una mirada de fe sobre la persona humana: una mirada que ve más allá de los resultados y el rendimiento académico, una mirada que cree en la promesa inscrita en cada niño.

En un mundo saturado de evaluaciones, objetivos cuantificados y comparaciones constantes, esta visión resulta casi subversiva. Devuelve el gozo del aprendizaje al centro de todo acto educativo. «Ayudar a alguien a crecer es creer en él, atreverse a decirle: eres capaz de verdad y belleza», escribió León XIV.
Este texto devuelve el significado a palabras que a menudo se usan mal: apoyo, vocación, responsabilidad, libertad.

León XIV: permanecer abierto a la formación espiritual

Los maestros, los primeros testigos de la esperanza

La carta apostólica destaca el papel insustituible de los maestros como testigos.
No solo son testigos de su fe, sino de una forma de vivir el conocimiento y las relaciones. En las aulas, en los patios de recreo, en las alegrías y las penas de la vida cotidiana, cada educador es un pequeño faro de esperanza, un lugar donde los jóvenes pueden descubrir lo que significa ser amados, escuchados y valorados.

León XIV rinde homenaje a los maestros que, a menudo discretamente, siguen creyendo en el valor de cada estudiante.
También menciona la diversidad de sus orígenes: algunos enseñan en prestigiosas escuelas secundarias, otros en zonas rurales o en barrios conflictivos, pero todos comparten la misma vocación de servir al crecimiento de la humanidad.

Esta visión se fundamenta en una pedagogía profundamente evangélica. En lugar de reducir la enseñanza a una transmisión vertical, el Papa habla de un «aprendizaje pedagógico», donde el educador aprende al mismo tiempo que enseña. La escuela se convierte así en una verdadera comunidad de aprendizaje, un lugar donde la fe se vive en las relaciones interpersonales.

Entrena el corazón, no solo la mente.

León XIV nos recuerda que la misión de las escuelas católicas no es solo transmitir conocimientos, sino también formar el corazón.
Cita a grandes educadores cristianos, desde Don Bosco hasta Madeleine Daniélou, incluyendo a los Hermanos de las Escuelas Cristianas, para recordarnos que todo trabajo educativo auténtico se basa en un amor concreto por el alumno.

Este amor no es sentimental: se expresa en la paciencia, la justicia, la coherencia en las acciones y la capacidad de estructurar. Para el Papa, la educación cristiana consiste siempre en «caminar al encuentro del que viene».
Por lo tanto, no existe oposición entre altos estándares y bondad, ni entre fe y cultura. Una escuela católica no renuncia a la excelencia intelectual; al contrario, la sitúa dentro de una perspectiva más amplia: la del servicio y la búsqueda de la verdad.

La espiritualidad del maestro: un desafío diario

Este aspecto de la carta resulta particularmente conmovedor.
León XIV no habla de maestros ideales, sino de mujeres y hombres reales, a veces cansados, desanimados, que se enfrentaban a clases difíciles o instrucciones contradictorias.
A ellos les envía unas palabras de reconocimiento y gratitud: "Gracias por vuestra paciencia, que es un acto de amor", escribe.
Estas sencillas palabras valen más que largos discursos. Nos recuerdan la dimensión vocacional de la profesión docente, a menudo olvidada en los debates públicos.

Al mismo tiempo, nos invita a no conformarnos con una vida profesional acelerada, sino a redescubrir una vida interior.
Sin vida interior, dijo el Papa, la misión educativa se marchita; con ella, se vuelve fecunda.
De ahí la llamada a reaprender la oración sencilla, el silencio y la contemplación del misterio de la infancia.

León XIV: permanecer abierto a la formación espiritual

La escuela del diálogo y la paz

Otro aspecto fundamental de la carta apostólica es la apertura al mundo y el diálogo interreligioso.
León XIV insiste en esto: la fidelidad al Evangelio no significa cierre.
Por estar basada en la dignidad de cada persona, la escuela católica está llamada a ser un lugar de acogida, respeto y encuentro entre culturas.

En un mundo marcado por el miedo y la polarización, puede convertirse en un laboratorio de fraternidad.
El Papa se hace eco de la perspicaz visión del Papa Francisco sobre una «alianza educativa global»: devolver a los niños y jóvenes el gusto por la convivencia, la justicia y el cuidado de la creación. Convierte esto en una prioridad para los educadores católicos del siglo XXI.

La carta concluye con un apasionado llamamiento: enseñar la paz en las escuelas. «Toda educación que no fomente la paz prepara el terreno para la violencia del mañana», afirma León XIV. Las escuelas católicas, dice, deben enseñar a los alumnos a ver a los demás como hermanos y hermanas, a dialogar antes de juzgar y a perdonar antes de condenar.

Una pedagogía de la esperanza

El hilo conductor de todo el texto es la esperanza.
León XIV utiliza a menudo el verbo «trazar»: trazar nuevos mapas, nuevos caminos. Aboga por una pedagogía de la esperanza encarnada, paciente y arraigada en la realidad.
Él describe esta esperanza no como un optimismo ingenuo, sino como un acto de fe: creer que la educación aún puede transformar corazones y, al hacerlo, humanizar nuestra sociedad.

Concluyó su carta con estas palabras: «Un niño que aprende a amar la verdad ya abre una brecha en la oscuridad del mundo».»
Estas palabras resumen su proyecto: dar nuevo significado e inspiración a la misión educativa de la Iglesia, a través de maestros que, cada día, dan los humildes pero decisivos pasos de esperanza.

Las posibles repercusiones para la educación católica en Francia

El impacto de Dibujando nuevos mapas de esperanza promete ser concreto.
Varias asociaciones de docentes, directores de escuela y capellanes escolares ya están acogiendo con satisfacción un texto que es a la vez exigente y tranquilizador.
Algunos lo ven como un marco para repensar la formación inicial del profesorado: implicaría integrar de forma más sólida la dimensión espiritual en los planes de estudio, pero también valorar el trabajo en equipo, el apoyo pastoral y la responsabilidad educativa compartida.

Las diócesis están considerando la posibilidad de lanzar ciclos de conferencias para ayudar a los docentes a revisar su práctica a la luz de esta carta.
También hablamos de iniciativas locales: jornadas de oración por los maestros, retiros educativos, talleres de meditación educativa.
Todas estas son oportunidades para reavivar una llama interior sin la cual la escuela católica sería simplemente otra estructura social.

Una perspectiva sostenible: educar según el Evangelio

Este texto forma parte de la continuidad de la gran tradición educativa cristiana.
Desde los primeros monasterios medievales hasta las escuelas contemporáneas, la Iglesia siempre ha buscado combinar fe y cultura.
Pero León XIV dio a esta misión un nuevo impulso, adaptado a los desafíos de un mundo secularizado y fragmentado.

Al pedir a los docentes que permanezcan abiertos a la formación espiritual y religiosa, no les está imponiendo una restricción adicional: al contrario, les está restituyendo su dignidad como buscadores de sentido.
En su opinión, cada educador es un artesano de la renovación, un centinela de luz en un tiempo en que la oscuridad a menudo intenta invadir el corazón de las instituciones educativas.

León XIV: permanecer abierto a la formación espiritual

Un horizonte de esperanza compartida

Más allá de la Iglesia, esta carta podría tener un impacto más amplio en todo el mundo educativo.
Invita a todos a una reflexión fundamental: ¿qué es lo que realmente queremos legar?
El Papa León XIV planteó la cuestión en términos sencillos pero esenciales: "La educación no consiste en llenar cabezas, sino en despertar almas".«
Y no reserva la responsabilidad únicamente a los creyentes: es una misión humana antes que religiosa.

Entonces, Dibujando nuevos mapas de esperanza Ofrece una visión universal: la de una educación que fomenta la libertad interior, la responsabilidad y la apertura espiritual.
En este sentido, la carta apostólica va mucho más allá de los muros de la escuela católica; se convierte en un texto de humanidad, un mensaje para todos aquellos que aún creen que el aprendizaje puede salvar al mundo.

Vía Equipo Bíblico
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