“¿Quién recibirá lo que has acumulado?” (Lucas 12:13-21)

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Evangelio de Jesucristo según San Lucas

En ese tiempo,
    Alguien de la multitud le preguntó a Jesús:
“Maestro, dile a mi hermano
"para compartir nuestra herencia conmigo."
    Jesús le respondió:
"Hombre, ¿quién me estableció?
¿Ser tu juez o el árbitro de tus acciones?
    Luego, dirigiéndose a todos:
“Cuidado con toda avaricia,
porque la vida de alguien,
incluso en abundancia,
no depende de lo que posee.
    Y les refirió esta parábola:
“Había un hombre rico,
cuya finca había rendido buenos frutos.
    Se preguntó:
“¿Qué voy a hacer?
Porque no tengo dónde poner mi cosecha.”
    Entonces se dijo a sí mismo:
“Esto es lo que haré:
Demoleré mis áticos,
Construiré unos más grandes
y pondré allí todo mi trigo y todos mis bienes.
    Entonces me diré a mí mismo:
Así que aquí tienes muchos productos a tu disposición,
Durante muchos años.
Descansa, come, bebe, disfruta la vida”.
    Pero Dios le dijo:
"Usted está loco:
Esta misma noche, se te pedirá nuevamente tu vida.
Y lo que habrás acumulado,
¿Quién lo tendrá?
    Esto es lo que le sucede al que atesora para sí,
en lugar de ser ricos para con Dios.

            – Aclamamos la Palabra de Dios.

Desenmascarando la avaricia para elegir la verdadera riqueza, hoy

Leer Lc 12,13-21 en el momento culminante de la vida para liberar el corazón y orientar nuestras decisiones.

Este artículo está dirigido a lectores que desean articular la fe, la ética y la vida cotidiana sin moralismo. Partiendo de la parábola del hombre en los graneros (Lc 12,13-21) y la bienaventuranza de los pobres de espíritu (Mt 5,3), exploramos un camino muy concreto: diagnosticar la avaricia que se disfraza de prudencia, reabrir nuestra confianza en Dios y construir una economía personal de suficiencia. Con puntos de referencia prácticos, ecos de la tradición, una oración con tono litúrgico y una hoja de acción, este viaje busca una liberación interior que repercute en la familia, el trabajo y la comunidad.

  • Situar el texto: una repartición de la herencia que se ha convertido en revelación de un deseo mayor que las posesiones.
  • Entendiendo el eje: la vida no depende de lo que tenemos, sino de Quién nos lleva.
  • Desplegar tres ejes: desenmascarar la codicia, hacerse rico en Dios, gustar la pobreza de corazón.
  • Pasar a la acción: aplicaciones por ámbito de vida, práctica guiada, respuestas a los desafíos actuales.

Contexto

La historia comienza con una escena muy humana.En medio de una multitud, alguien llama a Jesús para que arbitre una disputa de herencia. Pedirle a un señor reconocido que resuelva una cuestión patrimonial no es inusual en el contexto judío del siglo I. Pero Jesús se niega a presentarse como árbitro de la división. Su negativa no es indiferencia; es pedagógica. Cambia el tema: «Cuídense de toda avaricia, porque la vida de uno, incluso en la abundancia, no consiste en las posesiones que posee». Desentraña el síntoma (el conflicto por la herencia) para llegar a la raíz (el corazón atraído por las posesiones).

La siguiente parábola trata de un terrateniente cuya tierra ha "producido bien".El problema no es la fertilidad de los campos ni la planificación. El quid de la cuestión es la lógica del cierre: demoler, expandir, almacenar, decirse a uno mismo: «Descansar, comer, beber, disfrutar». No hay «gracia» ni «para» en sus verbos. No hay reconocimiento, no hay circulación, no hay dirección. Todo es retraimiento, autosuficiencia, autoconversación. En el corazón de este soliloquio, Dios interviene: «Estás loco: esta misma noche te exigirán la vida. ¿Y quién tendrá lo que has acumulado?». La pregunta no es sarcasmo; es una misericordia que nos abre los ojos. Ilumina la ilusión del control total y nos recuerda que la vida se recibe. El veredicto resume: «Esto es lo que le sucede a quien atesora para sí mismo, en lugar de ser rico ante Dios».

La liturgia a menudo sitúa este pasaje junto a la bienaventuranza.«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5,3). Esta conexión constituye un sólido hilo conductor hermenéutico. La pobreza de corazón no es miseria soportada; es disponibilidad confiada, libertad de bienes, arraigada en la relación con Dios y el prójimo. No impide la creatividad económica ni la gestión prudente; las convierte en servicio. Así, el eje que conecta Lc 12 y Mt 5 es simple e incisivo: cambiar la seguridad del tener por la del ser-con. Tanto en nuestras sociedades de relativa abundancia como en las regiones de escasez, este cambio reconfigura las prioridades, el uso del tiempo, la forma de trabajar, consumir e invertir.

Finalmente, la provocativa pregunta "¿Quién lo tendrá?" atraviesa los siglos. Y aún hoy aparece en nuestros calendarios, en nuestras aplicaciones bancarias, en nuestras decisiones profesionales. No aboga por la imprevisión; exige sabiduría: ¿qué parte de nuestras decisiones está determinada por el miedo? ¿Qué parte está impulsada por la confianza activa? Jesús no elimina esta tensión; la ilumina.

“¿Quién recibirá lo que has acumulado?” (Lucas 12:13-21)

Análisis

La vida no depende de la posesión, sino de la relación. Prueba: la historia señala tres desplazamientos.

Del control ilusorio a la contingencia recibida"Esta misma noche" basta para poner en perspectiva incluso los planes más sólidos. La cuestión no es el desarrollo de los graneros, sino su lógica cerrada. El hombre planifica sin un horizonte más grande que él mismo.

La Palabra reintroduce la alteridad: Dios, los otros, el tiempo incontrolable. Prueba de ello es el contraste: el "yo" repetido satura la escena; no se pronuncia ninguna bendición, no se contempla ningún compartir.

Del soliloquio a la circulación. La abundancia se vuelve estéril cuando se limita. Espiritualmente, lo que no circula se corrompe. Socialmente, lo que no se comparte genera tensión y desigualdad. Bíblicamente, la bendición se experimenta cuando pasa de mano en mano.

La economía de la Alianza multiplica los panes del fondo común y libera el maná de su gusano podrido cuando uno deja de acaparar.

De la codicia a la pobreza de corazón. La avaricia se disfraza de prudencia, optimización y "justa seguridad". La pobreza de corazón no es un voto de pobreza; es una habilidad interior: saber cuándo basta, reconocer el origen y el destino del bien, y estar abierto a dar.

Las tradiciones espirituales convergen en un diagnóstico de la codicia como apego ansioso y en un remedio que combina gratitud, sencillez y justicia hacia el prójimo.

Jesús no se opone a la economía y al EvangelioLos jerarquiza. Prioriza la relación correcta, el sentido, el servicio; subordina los medios económicos a estos fines. Así, surge un arte de vivir donde se puede emprender, ahorrar, transmitir, pero «con la vista puesta en Dios», es decir, con la vista puesta en el bien, la comunión, la alabanza. Es un llamado a la transformación del corazón y de las estructuras, una sin la otra.

tres viajes para releer su semana

  1. Del control a la confianza: una decisión en la que sobregumenté en lugar de escuchar.
  2. De la acumulación a la circulación: un bien que puedo compartir.
  3. De la avaricia a la pobreza de corazón: un apego que puedo ofrecer a Dios.

Un microexamen al final del día para darle a las opciones económicas un margen de maniobra.

“¿Quién recibirá lo que has acumulado?” (Lucas 12:13-21)

Desenmascarando la codicia, sus ilusiones y promesas

La codicia no es principalmente una cantidadEs una dinámica de deseo. Promete seguridad, control, placer y reconocimiento. Habla el lenguaje de la prudencia, pero lo usa como máscara. Tres ilusiones se refuerzan entonces.

Ilusión de seguridad«Cuando tenga suficiente, finalmente estaré sereno». Pero el «suficiente» siempre se desvanece. La neurociencia destaca un fenómeno de habituación: el placer disminuye, la demanda aumenta. Espiritualmente, la seguridad se funde aquí con la anestesia de la ansiedad. Jesús, al introducir «esta misma noche», reinstaura la verdad del tiempo: la paz no proviene de un legado, sino de una presencia.

Ilusión de identidad«Lo que dije es lo que soy». En las redes sociales, como en las cenas, tendemos a valorarnos a través de nuestras adquisiciones, nuestras hazañas, nuestros destinos vacacionales. El hombre del ático se habla a sí mismo como si fuera un trofeo. Pero la identidad evangélica se recibe con una mirada creativa: «Eres mi hijo amado». Cuando se da la identidad, las posesiones se reclasifican; se convierten en accesorios, útiles quizás, vitales a veces, pero nunca definitivos.

Ilusión de control«Controlo el futuro expandiendo mis graneros». El realismo bíblico no es fatalista; es lúcido. Podemos prepararnos, asegurarnos, planificar. Pero creer que neutralizamos la vulnerabilidad mediante la cantidad es pasar de la prudencia a la magia. La parábola rompe la magia: la exigencia de vida escapa a nuestros contratos.

Detrás de estas ilusionesLa codicia ofrece una liturgia invertida. Se alimenta de rituales: observar compulsivamente los precios, acumular comparaciones, rastrear ofertas y medir métricas de optimización. Estos gestos en sí mismos no son malos; pero su frecuencia, su propósito y su influencia hablan de adoración. El corazón se postra en algún lugar: ya sea ante el Dador o ante las acciones.

¿A qué síntomas debes prestar atención? A nivel emocional, preocupación crónica, celos leves, impaciencia al hablar de compartir. A nivel cognitivo, la sofisticada racionalización del egoísmo ("Lo haré más tarde", "Ya he dado de otras maneras"). A nivel práctico, un déficit de gratitud explícita, la ausencia de "asignación" de excedentes, opacidad presupuestaria.

¿Cómo desenmascararse sin sentirse culpable? Adoptando un enfoque amable y coherente. Primer paso: establecer un umbral de suficiencia para cada categoría principal (vivienda, alimentación, movilidad, ocio). No para privarse, sino para liberarse. Segundo paso: practicar la "primicia": en cuanto llegue un excedente, separar una porción y asignarla al bien común. Tercer paso: informar a alguien: amigo, mentor, comunidad. La luz de los demás reduce el punto ciego.

Finalmente, escuchar la pregunta de Dios como una invitaciónn: "¿Quién lo tendrá?" Esta pregunta abre la imaginación de la transmisión. ¿Quién, además de mis herederos legales, se beneficiará de lo que administro? ¿Qué causa, qué institución, qué persona? Al ampliar el horizonte, el tesoro deja de ser un búnker y se convierte en un puente.

“¿Quién recibirá lo que has acumulado?” (Lucas 12:13-21)

Hacerse “ricos para con Dios”: relación, gratuidad, servicio

La frase “ricos para con Dios” puede resultar aterradora.Imaginamos una espiritualidad incorpórea o, por el contrario, una culpa permanente. En realidad, se despliega una triple dinámica.

Ser rico en Dios significa ante todo habitar la relación con el Dador.Concretamente, esto significa fundamentar las decisiones económicas en la oración y la escucha. No para santificar cada compra, sino para integrar a Dios en las decisiones que estructuran: la orientación profesional, el lugar de residencia, el uso del tiempo, los compromisos. Esta relación se nutre de la acción de gracias: bendecir antes de comer, dar gracias después de un éxito, recibir un aumento como responsabilidad.

Gratis no es la negación del precioEs la introducción de otro régimen. Abre espacios donde la lógica del mercado no lo dicta todo. Ofrecer tiempo sin retorno, dar sin reconocimiento, perdonar una deuda simbólica. Estos gestos reconfiguran el tejido social y liberan el alma. No reemplazan la justicia; la difunden.

La riqueza a los ojos de Dios se mide por la capacidad de servir.En los negocios, esto se traduce en un liderazgo que busca el bienestar de los equipos, la calidad del producto y el impacto social. En la familia, se traduce en una presencia atenta y opciones educativas que priorizan las relaciones sobre el rendimiento. En la comunidad, se traduce en un compromiso que va más allá de la mera indignación y se orienta hacia la construcción.

¿Cómo desarrollar esta riqueza? Mediante "liturgias de circulación". Establecer reuniones periódicas para examinar el uso de los bienes: mensual para el presupuesto, trimestral para las donaciones, anual para la transmisión. Adoptar la "regla de las tres P": Orar antes de tomar decisiones importantes; compartir los excedentes al recibirlos; planificar un legado simbólico y material al servicio de una causa que trascienda nuestra.

Otra palanca poderosa es la competencia. Ser rico "ante los ojos de Dios" implica entrenarse para hacer el bien. Si das poco, puedes causar daño; si das mejor, multiplicarás tu impacto. Lee sobre filantropía eficaz, aprende sobre la gobernanza de asociaciones y comprende los aspectos fiscales y legales de las herencias. Este tecnicismo tiene un propósito: que los graneros se conviertan en graneros para muchos.

Por fin, la alegría No perseveramos en una ética por simpleza, sino por gusto. Lleva un diario de gratitud, recopila historias impactantes, invita a nuestra mesa a personas que encarnen esta "riqueza de Dios". La alegría nutre la constancia. Disuelve con suavidad las resistencias internas que, a su vez, se endurecerán si las forzamos.

Indicadores simples de “riqueza para con Dios”

  • Parte del excedente entregado en el año, decidida en oración y transparencia.
  • Número de horas donadas a causas sin compensación.
  • Decisiones estratégicas tomadas después del discernimiento comunitario.
  • Índice de gratitud: Se anotan dos acciones de gracias por día.

Cuatro puntos de referencia concretos para gestionar tu prosperidad de forma diferente.

“¿Quién recibirá lo que has acumulado?” (Lucas 12:13-21)

“Bienaventurados los pobres de espíritu”: libertad, deseo, bienaventuranza

La bienaventuranza de los pobres de espíritu condensa el Evangelio. Articula tres dimensiones.

LibertadLa pobreza de corazón es una liberación de las posesiones, adquirida no mediante el desprecio por el mundo, sino mediante la amistad con Dios. Baila con la realidad: saborea la belleza de una mesa sencilla, aprecia una herramienta bien hecha, se regocija por un éxito compartido. Pero no se deja poseer. Un síntoma de esta libertad es la capacidad de renunciar sin amargura, de posponer sin frustración, de dar sin calcular.

DeseoLa pobreza de corazón no mata el deseo; lo endereza. Convierte el ansia de "más" en un deseo de "mejor": más sentido, más comunión, más justicia. Nos enseña a interpretar la insatisfacción como una llamada, no como un vacío que llenar. El deseo se purifica en el camino, al desenmascarar las promesas excesivas de la avaricia y saborear los frutos de una vida más liviana.

Dicha«Feliz» no es un eslogan; es una promesa performativa. Esta alegría no espera las circunstancias ideales; se arraiga. Se reconoce por señales discretas: una paz que perdura ante lo inesperado, una gratitud que florece incluso en tiempos de necesidad, una benevolencia que resiste la rivalidad. La dicha no elimina las dificultades; las transfigura.

Concretamente, ¿cómo podemos avanzar? Mediante pactos. Un pacto de simplicidad: elegir unos pocos sacrificios selectos y alegres para dar cabida a lo esencial. Un pacto de solidaridad: dedicar una parte de los ingresos y el tiempo a una causa duradera. Un pacto de sabiduría: rodear las decisiones de personas que se atreven a contradecirse. Estos pactos estructuran el alma, como tutores de la vid.

Otro camino es el ascetismo suave. El ayuno regular y sin ostentación libera el deseo reprimido. El sabbat vivido sin conexión prioriza el ser antes que el hacer. La lectio divina sobre estos pasajes fomenta el discernimiento. Este ascetismo no es una proeza; es higiene del alma. Previene la lenta caída hacia la avaricia que nuestro entorno fomenta.

Finalmente, la bienaventuranza se encarna en una cultura familiar y comunitaria.Contamos historias de generosidad, celebramos el compartir, establecemos rituales: una caja de "excedentes" donde los niños depositan una parte de sus dones, una comida de "gracia recibida" cada trimestre donde cada uno nombra un don recibido y un don transmitido. Poco a poco, un ecosistema de pobreza de corazón hace que la avaricia sea menos atractiva.

Implicaciones por esfera de vida

Vida personal:

  • Establecer un presupuesto de suficiencia: definir umbrales por categoría y mantenerlos durante tres meses.
  • Mantenga un diario de gratitud diario: dos líneas cada noche, para cambiar el enfoque.
  • Establezca un descanso digital semanal para reducir la atracción del “siempre más”.

Vida familiar:

  • Establecer un “consejo familiar” mensual para decidir sobre donaciones y proyectos.
  • Practiquen las “primicias” en familia: destinen una parte de los ingresos a una causa elegida juntos.
  • Cuente periódicamente historias de compartición heroica y ordinaria.

Vida profesional:

  • Anclar las decisiones estratégicas en un propósito explícito que sirva al bien común.
  • Evaluar las bonificaciones e incentivos teniendo en cuenta la equidad interna y la salud del equipo.
  • Implementar políticas de transparencia y compras responsables.

Vida comunitaria y cívica:

  • Participar en los organismos locales de solidaridad; votar por un “presupuesto del corazón” asociativo.
  • Habilidades de networking para servir a los más vulnerables.
  • Promoviendo la feliz sobriedad en los eventos y la comunicación.

Vida financiera y patrimonial:

  • Formalizar una carta para donaciones, ahorros, inversión de impacto y transmisión.
  • Elija inversiones alineadas con criterios éticos y ecológicos.
  • Preparar legalmente legados para obras duraderas.

Vida digital:

  • Limpieza digital: limitar las suscripciones, clasificar las compras impulsivas y desactivar las notificaciones de incentivos.
  • Favorecer contenidos que eleven el deseo: artes, reflexión, testimonios.
  • Siga un indicador de “tiempo dado vs tiempo desplazado” para corregir el rumbo.

Regla de las 3S para decidir

Sencillez: ¿Esta elección me acerca a una vida más ligera?
Solidaridad: ¿esta elección aumenta la parte que circula hacia los demás?
Sabiduría: ¿Esta elección sigue siendo válida si llega “esta misma noche”?

Tres preguntas orientadoras antes de un compromiso importante.

“¿Quién recibirá lo que has acumulado?” (Lucas 12:13-21)

tradición cristiana

La tradición cristiana es muy consistente en cuanto a la codicia y la pobreza de corazón. Basilio de Cesarea comenta un texto similar: «Los graneros que queréis construir son los estómagos de los pobres». Nos recuerda que la propiedad privada existe, pero que el excedente no es para uno mismo. Juan Crisóstomo, en sus homilías, recurre constantemente a la figura del rico insensato y al drama del rico y Lázaro: no condena la riqueza, sino la ceguera y la inacción. Agustín, un excelente psicólogo del deseo, desarrolla la idea de que el corazón está creado para Dios y que es «inquieto» mientras se encierra en los bienes finitos.

Tomás de Aquino distingue útilmente entre “posesión” (legítima) y “uso” (ordenado). La avaricia se convierte en vicio cuando perturba el uso en relación con el fin: el bien común y la felicidad. Desde esta perspectiva, la pobreza de corazón es una virtud: regula el apego y guía la gestión.

Más cerca de nosotros, Gaudium et Spes articula la dignidad humana, el desarrollo y el destino universal de los bienes. Caritas in Veritate conecta el desarrollo humano integral con la caridad en la verdad, enfatizando el papel de la gratuidad en la economía. Laudato Si' añade un poderoso llamado a la sobriedad gozosa y a una ecología integral que trasciende la suma de gestos para despertar la imaginación.

Estas resonancias no son pesos, sino luces. Confirman que el Evangelio no está en contra de la economía, sino de la idolatría. Ofrecen herramientas: discernimiento, criterios, ejemplos. Animan a la audacia: inventar nuevas formas de compartir, gobernar y transmitir. Invitan a un realismo sobrenatural: no se puede cambiar un sistema sin corazones convertidos; no se puede mantener una conversión sin estructuras que la apoyen.

Meditación guiada

Pruebe la pobreza de corazón en una práctica breve y semanal.

  • Ingresa: Respira tres veces. Dite a ti mismo: «Mi vida no depende de lo que tengo».
  • Releer: Nombra un momento de la semana en el que la avaricia te dominó. Sin juzgarte.
  • Gratitud: Enumera tres regalos recibidos. Deja que la gratitud fluya, aunque sea modesta.
  • Suficiencia: escribir un “suficiente” concreto para la próxima semana (tiempo, dinero, consumo).
  • Circulación: decide un gesto para compartir concreto, fechado, realista y alegre.
  • Confianza: Confiar un asunto económico a Dios, con sus palabras. Pedir la gracia de la libertad.
  • Sacar: bendecir un bien material cercano (herramienta, comida, ropa) y decir: “Que sea usado para el bien”.

Esta práctica da frutos si se practica con regularidad: quince minutos semanales, solo o en pareja, con un cuaderno dedicado. No exige perfección; exige verdad. Poco a poco, el corazón se relaja, la imaginación se abre y la alegría nos visita.

Temas actuales

“¿Tenemos que renunciar al compromiso de ser pobres de espíritu?” No. Emprender puede ser una forma maravillosa de ser "rico en Dios" si el fin guía los medios. Claves: un propósito claro, una gobernanza responsable, una participación en las ganancias orientada al bien común, una política salarial justa y productos verdaderamente útiles.

“¿Cómo conciliar la seguridad financiera y la confianza?” Mediante una jerarquía. Acumule ahorros razonables por precaución, protéjase contra riesgos mayores, planifique su jubilación. Luego, más allá de eso, acepte la lógica de la circulación: donaciones, inversiones de impacto, tiempo ofrecido. La seguridad no es la abolición del riesgo; es paz interior, fruto de la combinación de prudencia y confianza.

“¿Qué pasa si objetivamente estoy en una situación precaria?” La pobreza de corazón no es un lujo de los privilegiados. Puede experimentarse en la precariedad como una dignidad: elegir la gratitud, honrar los propios compromisos, pedir ayuda sin vergüenza y compartir un poco de lo que se tiene (tiempo, escucha). Por otro lado, la justicia exige que las sociedades organicen una solidaridad estructural.

En un contexto de enorme desigualdad, ¿no son estos llamados ingenuos? Serían ingenuos si se limitaran a gestos individuales. Pero la conversión personal y las reformas institucionales se retroalimentan. Voto, incidencia política, compromiso profesional, opciones de inversión, participación en organismos intermediarios: todo esto traduce la pobreza de corazón en un proyecto social.

¿Qué opinas sobre la optimización fiscal y la filantropía? La optimización se vuelve problemática cuando viola la equidad y el espíritu de la ley. La filantropía, en cambio, debe evitar el efecto de fachada y someterse a evaluación. Criterios: transparencia, gobernanza, alineación con las necesidades reales, complementariedad con la justicia y las políticas públicas.

“¿La tecnología digital exacerba la codicia?” A menudo. Esto genera un deseo excesivo debido a la exposición repetida, las comparaciones incesantes y las compras con un solo clic. Soluciones concretas: desactivar las notificaciones push, imponer periodos de reflexión, monitorizar las métricas de tiempo y dinero, y gestionar los flujos. La tecnología digital también puede favorecer la circulación: donaciones facilitadas, comunidades de intercambio y educación financiera.

“¿Y la herencia?” Preparar la herencia es un acto de amor. Implica mantener la lealtad a los seres queridos, la equidad entre los hijos y la apertura al bien común. Los testamentos éticos, las fundaciones y las donaciones graduales son herramientas que se pueden explorar con el asesoramiento de expertos.

Oración

Dios de la vida, tú que das abundancia y medida,
Te bendecimos por la tierra que da fruto,
por las manos que trabajan, por los lazos que nos mantienen vivos.

Tú que conoces nuestros miedos, nuestros cálculos, nuestros desvanes rebosantes,
purifica nuestros deseos, ensancha nuestras tiendas, abre nuestras manos.
Haznos pobres de espíritu para recibir tu Reino.

Señor Jesús, tú que dijiste:
“La vida no depende de lo que tienes”
Líbranos de la avaricia que nos oprime,
enséñanos la alegría de la suficiencia,
Concédenos que seamos ricos para con Dios.

Espíritu Santo, aliento de sabiduría y consejo,
ven y habita nuestras decisiones, nuestros presupuestos, nuestros proyectos.
Inspíranos con actos de generosidad que sanen,
danos ojos para ver las necesidades,
coraje para compartir, consistencia para servir.

Acordaos de los pobres, de los deudores aplastados,
Familias en dolor, empresarios en lucha.
Recordar a los poderosos el destino universal de los bienes,
y a cada uno la nobleza de la responsabilidad.

Que nuestras casas se conviertan en áticos abiertos,
que nuestros negocios sirvan a la dignidad,
que nuestras ciudades aprendan la alegre sobriedad.

Padre, en tus manos confiamos lo que tenemos
y lo que somos. Si "esta misma noche" nos llamas,
Encontremos nuestras lámparas encendidas, nuestros corazones iluminados,
y nuestros bienes ya están en camino a otros.

A ti sea la gloria, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

Conclusión

La historia de los graneros no humilla el intelecto; lo llama a la madurez. No desprecia la economía; la convierte a su fin.

Eligiendo la pobreza de corazón no perdemos: ganamos en libertad, en claridad, en alegría.

Los pasos que se proponen aquí no son espectaculares ni inalcanzables. Aflojan el control, desplazan el centro de gravedad y facilitan la circulación.

Empieza poco a poco, persevera con humildad, rodéate de sencillez: ése es el método.

La pregunta "¿Quién lo tendrá?" se convierte entonces en respuesta: "Mucho, y ya, ahora mismo".

Entremos en este movimiento; el Reino no tarda en llegar cuando los corazones se abren.

Práctico

  • Establezca un umbral de suficiencia personal por categoría esta semana y manténgalo durante treinta días.
  • Abra una cuenta de “primicias” y deposite en ella un porcentaje fijo de cualquier excedente recibido.
  • Programe un descanso digital semanal de veinticuatro horas sin compras ni comparaciones.
  • Mantenga un diario de gratitud con dos entradas diarias, revisadas en familia todos los domingos.
  • Planifique una donación trimestral a una causa valiosa y medio día mensual de voluntariado.
  • Escribe una carta personal de “riquezas para Dios” y compártela con un compañero.
  • Preparar una reunión anual de discernimiento patrimonial con un asesor alineado éticamente.

Referencias

  • Evangelio según San Lucas 12, 13-21; Evangelio según San Mateo 5, 3.
  • Basilio de Cesarea, Homilías sobre la avaricia y la justicia, en particular "Destruiré mis graneros".
  • Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio, “El rico y Lázaro”.
  • Agustín de Hipona, Confesiones; Sermones sobre los bienes y la caridad.
  • Tomás de Aquino, Summa Theologica, II-II, cuestiones sobre la avaricia y la limosna.
  • Vaticano II, Gaudium et Spes, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual.
  • Benedicto XVI, Caritas in Veritate, encíclica sobre el desarrollo humano integral.
  • Francisco, Laudato Si', encíclica sobre el cuidado de la casa común.

Vía Equipo Bíblico
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