Adviento: Por qué esta época del año puede transformar tu vida interior

Compartir

Comienza el Adviento. Cuatro semanas que, para muchos, se centran en comprar regalos, visitar mercados navideños y abrir las ventanas del calendario de adviento cada día. Sin embargo, tras este frenesí comercial se esconde un tesoro espiritual que quizá hayamos olvidado. Un tiempo para aprender a estar atentos, a tener esperanza, a prepararnos interiormente para algo grandioso.

Imagina por un momento: te invitan a una boda excepcional. No es una boda cualquiera. Es la boda de tu vida. Sabes que el día se acerca, pero desconoces la fecha exacta. ¿Qué harías? Te prepararías, ¿verdad? Prestarías atención a las señales, permanecerías alerta, mantendrías tu corazón abierto y receptivo.

Esto es precisamente lo que ofrece el Adviento. No una carrera frenética hacia el 25 de diciembre, sino un viaje consciente hacia la luz. Una invitación a convertirnos en lo que la tradición cristiana llama un "vigilante": alguien que permanece despierto, atento, presente a lo que realmente importa.

Este año, el Adviento adquiere una dimensión especial. Celebramos el 1700 aniversario de la Concilio de Nicea, Este momento fundacional, cuando la Iglesia definió con precisión lo que creía, fue el momento crucial en la historia de la Iglesia. Papa León XIV se embarca en un viaje histórico en Turquía entonces a Líbano, Tierras impregnadas de historia cristiana. Y el Año Jubilar 2025 llega a su fin, ofreciendo unas semanas más para vivir un profundo viaje espiritual.

Tres acontecimientos, tres señales que nos hablan de unidad, paz y esperanza. Exploremos juntos lo que el Adviento puede enseñarnos y, sobre todo, cómo puede transformar concretamente nuestra vida diaria.

Entendiendo el Adviento: mucho más que simplemente esperar

Etimología que lo cambia todo

Empecemos por la palabra en sí. «Adviento» proviene del latín «adventus». Y aquí es donde se pone interesante. Este término no significa simplemente «espera», como podría pensarse. Abarca varias realidades: llegada, venida, presencia.

¿Captas el matiz? El Adviento no es un tiempo para esperar pasivamente que algo suceda. Es un tiempo para reconocer una presencia ya presente, mientras nos preparamos para una venida más plena.

Tomemos un ejemplo concreto. Estás esperando a un amigo en la estación de tren. Sabes que está en el tren. Se acerca. En cierto sentido, ya está contigo: piensas en él, esperas con ilusión su llegada, quizás le preparas una comida. Pero aún no está físicamente presente. El Adviento es precisamente eso: vivir con la conciencia de que Cristo está con nosotros, entre nosotros, cerca de nosotros, mientras esperamos su manifestación plena y completa.

Esta comprensión cambia radicalmente nuestra experiencia de estas cuatro semanas. Ya no se trata de "esperar" hasta Navidad, sino de vivir cada día intensamente, conscientes de una presencia que nos acompaña y nos transforma.

La doble dimensión del Adviento

El Adviento tiene una estructura particular que muchos desconocen. No solo se centra en la Navidad, en el nacimiento de Jesús, Belén Hace dos mil años. También mira hacia el futuro, hacia lo que la tradición llama la «segunda venida»: el regreso de Cristo al final de los tiempos.

Esto puede parecer abstracto, incluso un poco aterrador para algunos. Pero piénselo de otra manera. El Adviento nos invita a vivir en una tensión creativa entre el «ya está aquí» y el «todavía no». Entre lo que ya hemos recibido de gracia, amor y paz interior, y lo que está por venir, lo que nos espera, lo que se nos promete.

Esta tensión no es fuente de angustia. Es fuente de esperanza. Como lo expresó tan bellamente Guerrico de Igny, monje del siglo XII: «Dado que la primera venida es la de la gracia, y la última, la de la gloria, la venida presente es a la vez la de la gracia y la de la gloria; es decir, debemos, mediante los consuelos de la gracia, saborear ya, en cierto modo, la gloria futura».»

En otras palabras, el Adviento nos permite saborear, incluso ahora, en pequeñas dosis, cómo será la plenitud venidera. Cada momento de paz genuina, cada reconciliación vivida, cada acto de amor desinteresado se convierte en un anticipo del Reino.

La imagen de la novia

Hay una comparación particularmente esclarecedora para comprender el Adviento: la de la novia que se prepara para su boda.

Piensa en una mujer que se va a casar. Sabe que el día se acerca. Se prepara con esmero, alegría y entusiasmo. Cada detalle cuenta. Quiere estar lista, quiere estar guapa, quiere que este día sea perfecto.

En la tradición cristiana, la Iglesia se compara a menudo con esta novia. Es a la vez Madre —quien nos transmite la fe, vela por nosotros y nos nutre espiritualmente— y novia en preparación, que se dispone a encontrarse con su Esposo.

Y nosotros, como miembros de esta Iglesia, participamos de esta doble realidad. Recibimos de esta Madre todo lo que necesitamos para crecer espiritualmente. Y, al mismo tiempo, contribuimos a la construcción de esta novia con nuestras acciones, nuestra fe y nuestro compromiso diario.

El Adviento se convierte entonces en un tiempo especial para preguntarnos: ¿Cómo puedo prepararme? ¿Qué necesita mi vida ajustarse, purificarse y embellecerse para estar listo para este encuentro?

El profeta Isaías: una invitación a caminar

Los textos bíblicos del Adviento nos ofrecen una guía invaluable. Entre ellos, el profeta Isaías ocupa un lugar central. Su invitación resuena a través de los siglos: «Caminemos a la luz del Señor».»

Fíjense en el verbo: "Caminemos". No "esperemos", no "detengámonos a esperar a que pase". No. Caminemos. El Adviento es un tiempo de movimiento, de progreso, de avanzar hacia algo más grande.

Pero este viaje tiene una dirección: la luz. No cualquier luz. La luz del Señor. Esta luz que ilumina nuestros pasos, que revela lo oculto, que calienta lo frío que hay en nosotros.

En la práctica, ¿qué significa esto? Significa que el Adviento nos invita a salir de la oscuridad —de nuestros hábitos estériles, nuestras limitaciones autoimpuestas, nuestros miedos— y a volvernos hacia aquello que da vida. Cada día de Adviento puede ser un paso más hacia esta luz.

Isaías también nos ofrece una visión extraordinaria de paz Convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces. Nunca más alzará la espada nación contra nación; ya no aprenderán… la guerra. »

Esta visión puede parecer utópica a la luz de nuestro mundo actual. Guerras, conflictos, tensiones geopolíticas… Sin embargo, Isaías no nos ofrece un programa político inmediato. Nos muestra un horizonte, una dirección, una meta por la que luchar. Y, sobre todo, nos recuerda que paz Comienza en alguna parte: quizás en nuestros propios corazones, en nuestras propias relaciones, en nuestras propias decisiones diarias.

San Pablo y la urgencia de la salvación

Otra guía esencial para el Adviento es el apóstol Pablo. Sus palabras en la Epístola a los Romanos son impactantes por su intensidad: «La salvación está más cerca de nosotros ahora que cuando creímos».»

Detengámonos en esta afirmación. Pablo nos dice que nos estamos acercando a algo. Que el tiempo que pasa no es tiempo perdido, sino tiempo que nos acerca a la meta. Cada día que pasa es un día menos para el encuentro final.

Esto puede crear una sensación de urgencia. No una urgencia estresante ni ansiosa, sino alegre. Como cuando cuentas los días para una reunión largamente esperada. Cuanto más tiempo pasa, más alegría montado.

Pablo nos invita, por tanto, a vivir el Adviento no como una rutina anual, sino como un tiempo en el que «ha llegado la hora de despertar del sueño». El sueño espiritual, el entumecimiento, el hábito que nos hace perder lo esencial, todo esto debe dar paso a una nueva vigilancia.

Y esta vigilancia tiene un nombre en la tradición cristiana: velar.

Adviento: Por qué esta época del año puede transformar tu vida interior

Convertirse en vigilante: el arte de mantenerse despierto

¿Qué es vigilar?

El cardenal Newman, Un gran teólogo del siglo XIX dedicó un magnífico sermón a esta noción de «vigilancia». Señala que esta palabra es más profunda de lo que parece.

«No sólo debemos creer, sino velar; no sólo temer, sino velar; no sólo amar, sino velar; no sólo obedecer, sino velar…»

¿Ves lo que hace? Toma todas las actitudes espirituales fundamentales —fe, temor reverente, amor, obediencia— y demuestra que no son suficientes. Debemos añadirles esa cualidad particular de la vigilancia.

Pero ¿qué es exactamente mirar? Newman llega incluso a afirmar que es "el único criterio que separa y distingue" cristianos Los verdaderos cristianos, quienesquiera que sean, están vigilantes., cristianos "Los que son inconsistentes no miran."»

Esa es una afirmación contundente. Lo que distingue a un cristiano genuino de uno superficial no es principalmente el número de oraciones recitadas, la observancia escrupulosa de las reglas, ni siquiera la intensidad de sus sentimientos religiosos. Es su capacidad de vigilancia.

Intentemos definir esta actitud con mayor precisión.

Estar vigilante es centrarse en el futuro sin escapar del presente.

He aquí una primera característica esencial. El vigilante no es alguien que vive en las nubes, soñando con un futuro mejor mientras descuida el presente. Al contrario, es alguien profundamente arraigado en la realidad, en el momento presente, pero cuya mirada llega lejos.

Imagina a una centinela en las murallas de una ciudad. Ahí está, con los pies firmemente plantados sobre las piedras, atenta a cada sonido, a cada movimiento a su alrededor. Pero su mirada escruta el horizonte. Espera algo, o a alguien.

De manera similar, el observador espiritual vive su vida diaria con plenitud —su trabajo, sus relaciones, sus responsabilidades—, pero lo hace con una consciencia particular. Sabe que nada de esto es un fin en sí mismo. Sabe que hay algo más grande en el horizonte. Y esta consciencia guía sus decisiones, sus prioridades, su forma de estar en el mundo.

En concreto, esto se puede traducir en preguntas sencillas que nos hacemos con frecuencia: ¿Lo que hago hoy me acerca o me aleja de lo que realmente importa? ¿Mis prioridades están alineadas con mis valores más profundos? ¿Estoy construyendo algo duradero o desperdiciando mi energía en lo efímero?

Mirar es mantener el deseo encendido

Segunda característica: el centinela mantiene vivo en sí el deseo de la venida del Señor. Este deseo no se desvanece con el tiempo, no se apaga con la costumbre ni se deja absorber por las preocupaciones cotidianas.

Este punto es crucial. Porque nuestra era es experta en reprimir los deseos profundos bajo una avalancha de deseos superficiales. Deseamos el último smartphone, las próximas vacaciones, un ascenso en el trabajo, reconocimiento social… Y mientras tanto, el deseo de lo esencial —esa sed de sentido, verdad y plenitud— permanece sepultado, a veces hasta el punto de ser olvidado.

Estar vigilante es mantener vivo este deseo. Es negarse a dejar que las exigencias del mundo lo abrumen por completo. Es tomarse el tiempo, con regularidad, para reconectar con esta profunda sed que anida en el corazón humano.

¿Cómo? Mediante la oración, por supuesto, pero también mediante momentos de silencio, reflexión y aislamiento del ruido circundante. Mediante la lectura de textos que nutran el alma. Mediante conversaciones profundas con personas que comparten esta búsqueda. Mediante decisiones concretas que reflejen nuestras verdaderas prioridades.

Observando con confianza, calma y coraje

Tercera característica: la vigilia no es ansiosa. Se vive con confianza, calma y valentía.

Este es un punto importante, porque uno podría pensar que velar significa estar constantemente alerta, en un estado de tensión nerviosa agotadora. No, en absoluto. El verdadero centinela está lleno de profunda paz. Sabe que aquel a quien espera es fiel, que vendrá, que nada puede impedir su llegada.

Esta confianza trae calma. No indiferencia ni pasividad, sino una serenidad que nace de la certeza interior. El vigilante no necesita inquietarse, preocuparse ni esforzarse frenéticamente. Simplemente hace lo que tiene que hacer, con serenidad, día tras día.

Y esta confianza también genera valentía. Porque vigilar en nuestro mundo no siempre es fácil. Nos rodean voces que nos dicen que esta espera es inútil, esta esperanza ilusoria, que sería mejor centrarnos en lo concreto, lo tangible, lo inmediato. Ante estas voces, el vigilante necesita valentía para mantener el rumbo, para evitar el desánimo, para seguir caminando hacia la luz incluso cuando todo parece oscuro.

Mirar es esperar

En última instancia, observar y esperar están íntimamente ligados. Incluso se podría decir que observar es la forma activa de la esperanza.

La esperanza, en la tradición cristiana, no es un optimismo vago, un superficial «todo saldrá bien». Es una virtud teologal, es decir, un don de Dios que nos permite esforzarnos hacia el Reino prometido con la certeza de alcanzarlo.

Pero esta esperanza no es pasiva. Involucra todo nuestro ser. Nos pone en movimiento. Nos impulsa a actuar, a prepararnos, a transformarnos. Y eso es precisamente lo que hace el vigilante.

La esperanza, recordémoslo, es siempre una gracia que debemos pedir. No podemos crearla nosotros mismos con pura fuerza de voluntad. Nos es dada. Pero podemos prepararnos para recibirla, abrirnos a ella, cooperar con ella. Y esto implica tomar decisiones concretas.

Elegir la esperanza

Quizás éste sea el corazón del mensaje del Adviento: debemos decidirnos por la esperanza.

Esta formulación puede parecer sorprendente. ¿No es la esperanza un sentimiento que nos invade espontáneamente? No, no necesariamente. En un mundo que ofrece mil razones para la desesperación, la esperanza es una elección. Una elección que debe renovarse cada día.

Elegir la esperanza significa mirar con claridad qué necesita transformarse en nuestra vida. La palabra «conversión» significa literalmente «volverse hacia». Convertirse es volverse hacia la verdad, hacia la vida, hacia la luz.

¿Qué hay en nosotros que aún se inclina hacia la oscuridad? ¿Qué hábitos, actitudes y pensamientos nos mantienen en una especie de desesperación latente? El Adviento nos invita a identificar estas zonas sombrías y a exponerlas gradualmente a la luz.

Elegir la esperanza también significa atreverse a avanzar. Avanzar hacia ese "ya está aquí y todavía no" del que hablábamos. Avanzar sin miedo, incluso cuando el camino es incierto. Arriesgando la vida, como lo hacen quienes realmente creen que la promesa se cumplirá.

Adviento: Por qué esta época del año puede transformar tu vida interior

Los tres signos de nuestro tiempo: unidad, paz y esperanza

La unidad restaurada: el Concilio de Nicea, 1700 años después

Este año 2025 se celebra el 1700 aniversario de la Concilio de Nicea. Este acontecimiento, que puede parecer lejano y abstracto, merece nuestra atención porque habla directamente de nuestra situación actual.

En el año 325, la Iglesia atravesaba una grave crisis. Una controversia teológica desgarraba las comunidades cristianas: ¿Es Jesucristo verdaderamente Dios o es una criatura, ciertamente excepcional, pero distinta del Padre? Un sacerdote llamado Arrio defendió esta segunda postura, y sus ideas se difundieron rápidamente.

El emperador Constantino convocó entonces un concilio –una asamblea de todos los obispos– en la ciudad de Nicea, en la actual Turquía. Se reunieron 318 obispos, procedentes de todo el mundo cristiano conocido. Tras intensos debates, proclamaron solemnemente lo que la Iglesia siempre ha creído: Jesucristo es «Hijo de Dios, engendrado, no creado, de la misma sustancia que el Padre».

Esta fórmula, que aún recitamos hoy en el Credo, puede parecer técnica. Pero es de suma importancia. Afirma que, en Cristo, es Dios mismo quien vino a nuestro encuentro. No un intermediario, ni un delegado, sino Dios en persona.

¿Por qué recordar esto hoy? Porque nuestra época también está marcada por divisiones, controversias y tentaciones de relativizar la fe. El 1700 aniversario de Nicea nos recuerda que...’unidad en la fe Es posible que haya sido conquistada en el pasado y que pueda ser conquistada nuevamente.

EL Papa León XIV publicó en esta ocasión una carta apostólica titulada "« En Unitate fidei »En la unidad de la fe«. Este título lo dice todo. La unidad que buscamos no es un mínimo común denominador, un consenso débil sobre unos pocos valores generales. Es la unidad en una fe precisa y exigente que confiesa que Jesucristo es verdaderamente el Hijo de Dios, que vino »por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación«.

En este tiempo de Adviento, podemos dar gracias por esta verdad fundamental que nos une a través de los siglos y los continentes. Cada vez que proclamamos el Credo, nos situamos en el linaje de aquellos 318 obispos que, hace 1700 años, afirmaron con valentía sus creencias.

Paz en medio de la agitación: el viaje del Papa al Líbano

EL Papa León XIV se encuentra este domingo en Beirut. Este viaje no es insignificante. Líbano es una tierra herida, que ha conocido tanta violencia e inseguridad. Hace cinco años, la explosión en el puerto de Beirut devastó parte de la ciudad, dejando miles de muertos y cientos de miles de personas sin hogar.

EL papa Vendrán a rezar en silencio en este lugar de tragedia. Este gesto lo dice todo. Ante el sufrimiento, ante el mal, ante lo incomprensible, a veces las palabras fallan. El silencio permanece. Un silencio lleno de oración, con compasión, a través de la solidaridad.

Pero el viaje de papa es también un acto de esperanza. Venir a Oriente Medio, esta región del mundo donde los conflictos parecen interminables, es afirmar que paz Es posible. Que existan caminos hacia la reconciliación, aunque sean largos y difíciles.

El profeta Isaías soñó con un tiempo en que las espadas se convertirían en arados y las lanzas en hoces. Este sueño puede parecer utópico. Pero el Adviento nos invita a creer que es más que un sueño: es una promesa. Paz Vendrá. Ya está presente en cada gesto de reconciliación, en cada mano tendida, en cada perdón concedido.

Y esta paz no cae del cielo. Es un esfuerzo diario. Por eso, el Adviento nos invita a abrir caminos de paz en nuestra vida. Primero, en nuestras familias, donde las tensiones pueden ser mayores porque los riesgos emocionales son mayores. Luego, en el trabajo, en nuestras relaciones profesionales, a veces marcadas por la competencia o la incomprensión. Y también en la Iglesia, donde las divisiones y las críticas mutuas son comunes.

A nosotros personalmente se nos plantea una pregunta: ¿El Dios que confesamos es verdaderamente el Señor de paz Es cuestión de autoexamen. Porque uno puede confesar paz Lo dijo de repente, mientras cultivaba rencor, resentimiento y agresión en su corazón.

El niño de Belén que adoraremos en Navidad se llama "Príncipe de Paz »Este título no es meramente decorativo. Transmite algo fundamental sobre la identidad de Cristo y lo que viene a traer al mundo. Y si realmente queremos acogerlo, debemos dejarnos convertir a la paz que nos ofrece.

La esperanza en acción: el jubileo llega a su fin

El año 2025 es un año jubilar. En la tradición cristiana, el jubileo es un tiempo especial de gracia, un año santo en el que la Iglesia invita a los fieles a vivir un camino espiritual de conversión y renovación.

El tiempo de Adviento ofrece unas semanas más para vivir este camino jubilar. Hasta el 6 de enero, día de la Epifanía que clausura el Año Santo, todos pueden peregrinar, cruzar una puerta santa, recibir el sacramento de la reconciliación y realizar un acto de misericordia.

Pero más allá de los gestos externos, el jubileo es una invitación a dejar que la esperanza florezca en nosotros. Esta es una expresión hermosa y merece un análisis más detenido. La esperanza se compara con una flor. Necesita condiciones favorables para florecer. Requiere tiempo, por supuesto. paciencia, atención atenta.

¿Cuáles son estas condiciones favorables? Primero, el silencio interior, que nos permite escuchar la voz del Espíritu. Segundo, la lectura de la Palabra de Dios, que nutre nuestra fe y guía nuestra mirada. Y, por supuesto, la oración, que nos pone en una relación viva con Aquel a quien esperamos. Los sacramentos, Por último, aquellos que nos transmiten la gracia que necesitamos.

Pero también hay obstáculos que superar: el desánimo, el cinismo, la resignación. Esas voces interiores que nos dicen que nada cambiará jamás, que nuestros esfuerzos son inútiles, que la esperanza es ingenua. El Jubileo nos invita a silenciar estas voces y a crear un espacio donde la esperanza pueda germinar y florecer.

Cómo vivir este Adviento en concreto

Después de todas estas reflexiones, quizá te preguntes: en concreto, ¿qué puedo hacer para vivir este Adviento de manera diferente?

A continuación se presentan algunas sugerencias, no como un programa rígido, sino como invitaciones a adaptarse a su situación personal.

Primera sugerencia: crear periodos de silencio. En nuestro mundo saturado de ruido, notificaciones y exigencias constantes, el silencio se ha convertido en un lujo. Sin embargo, es en el silencio donde podemos escuchar lo que realmente importa. Intenta, cada día de Adviento, dedicarte unos minutos de auténtico silencio. No para "meditar" de forma sofisticada, sino simplemente para estar presente, presente para ti mismo y para Dios.

Segunda sugerencia: releer los textos de Adviento. Cada día de Adviento, la Iglesia ofrece lecturas bíblicas específicas. Tómate el tiempo para leerlas con calma, dejándote llevar por una palabra, una imagen, una frase. Estos textos han sido elegidos para acompañarnos en nuestro camino hacia la Navidad. Son como señales en el camino.

Tercera opción: hacer un gesto de reconciliación. El Adviento es un momento propicio para sanar relaciones dañadas. ¿Hay alguien con quien estás mal, alguien a quien le debes una disculpa, alguien a quien has juzgado con demasiada dureza? El Adviento puede ser una oportunidad para dar el primer paso, para tender la mano, para reconstruir. paz.

Cuarta opción: experimentar un acto de generosidad. La generosidad es una forma concreta de esperanza. Dar es creer que tenemos algo que compartir, afirmar que la vida es más que acumulación, participar en la construcción de un mundo más fraterno. El Adviento puede ser una oportunidad para realizar un acto especial de generosidad: una donación a una organización benéfica, dedicar tiempo a alguien necesitado, un servicio prestado sin esperar nada a cambio.

Quinta sugerencia: preparar el belén. Este gesto tradicional puede vivirse de una manera nueva. Al colocar gradualmente las figuras del belén, día tras día, acompañamos simbólicamente el camino hacia... Belén. Y podemos preguntarnos, por cada personaje: ¿qué me enseña? ¿Qué dice sobre mi propia actitud ante el misterio de la Navidad?

Sexta opción: participar en la celebración jubilar. Si aún no lo has hecho, el Adviento es un momento ideal para vivir el camino jubilar que ofrece la Iglesia. Confesarse, cruzar la puerta santa, rezar por las intenciones de... papa – Estos gestos pueden parecer formales, pero conllevan una verdadera gracia para quien los vive con el corazón abierto.

El vigilante hoy

Hemos hablado mucho sobre la figura del vigilante. Pero ¿cómo se ve un vigilante en nuestro mundo contemporáneo?

El vigilante de hoy es quien se niega a dejarse llevar por el flujo incesante de información, distracciones y emergencias artificiales. Mantiene una distancia interior que le permite discernir lo que realmente importa.

El guardián de hoy es quien cultiva relaciones profundas en lugar de multiplicar conexiones superficiales. Sabe que los encuentros auténticos requieren tiempo, atención y disponibilidad.

El vigilante de hoy es quien cuida de su interior. Sabe que la vida espiritual no puede ser una opción entre otras, sino que es el fundamento de todo lo demás. Dedica tiempo a la oración, la meditación y la lectura espiritual, no por obligación, sino porque ha descubierto que ahí reside la fuente de la vida.

El centinela de hoy es quien mantiene los ojos abiertos al mundo, a sus bellezas y sus dramas, sin dejarse abrumar por la angustia. Ve los signos de los tiempos, discierne la llamada de Dios en los acontecimientos y permanece atento a los más vulnerables.

El centinela de hoy es quien vive con esperanza, no como un escape de la realidad, sino como una fuerza transformadora. Sabe que el mundo tal como es no es el mundo como será. Y esta certeza lo hace libre, valiente e inventivo.

Convertirnos en centinela es quizás el proyecto más hermoso que podemos emprender este Adviento. No es una lista de actividades para completar, sino un proyecto de transformación interior. Convertirnos en alguien que permanece despierto, atento, presente a lo esencial, con confianza, calma y valentía.

En Adviento todos

«¡Todos a bordo para el Adviento! Esta expresión marítima evoca un compromiso total, zarpando hacia alta mar, la aventura que comienza. Captura a la perfección el espíritu de este tiempo litúrgico.

El Adviento no es un tiempo de espera pasiva, un tiempo muerto antes de la verdadera celebración de la Navidad. Es un tiempo pleno, un tiempo rico, un tiempo de gracia. Es una invitación a zarpar, a dejar nuestros puertos seguros, aunque a veces sofocantes, para aventurarnos en el mar abierto de la esperanza.

Caminemos a la luz del Señor, como nos invita el profeta Isaías. Caminemos juntos, en la unidad de una fe común, la que nuestros padres proclamaron hace 1700 años y que seguimos profesando hoy. Caminemos hacia paz, Empecemos por construirla en nuestras propias vidas, en nuestras familias, en nuestras comunidades. Caminemos con esperanza, sabiendo que la salvación está más cerca de nosotros ahora que cuando empezamos a creer.

Y sobre todo, estemos atentos. Mantengámonos despiertos. Mantengamos nuestros corazones abiertos y disponibles para Aquel que viene. Porque es en el momento presente que encontramos al Señor que ya viene a nosotros para prepararnos para recibirlo en toda su plenitud.

Comienza el Adviento. Cuatro semanas nos separan de la Navidad. Cuatro semanas para estar alerta. Cuatro semanas para dejar que la esperanza florezca en nosotros. Cuatro semanas para prepararnos para recibir a Aquel que es, que era y que ha de venir.

¡Feliz Adviento a todos!

Vía Equipo Bíblico
Vía Equipo Bíblico
El equipo de VIA.bible produce contenido claro y accesible que conecta la Biblia con temas contemporáneos, con rigor teológico y adaptación cultural.

Lea también

Lea también