Catalán nacido en 1807, tejedor convertido en tipógrafo y luego sacerdote, Antoine-Marie Claret recorrió España y Cuba, rosario en mano, distribuyendo folletos e imágenes piadosas. Fundador de los Claretianos en 1849, arzobispo misionero en Santiago de Cuba, defensor de los esclavos, confesor de la reina Isabel II, escapó a quince intentos de asesinato antes de morir en el exilio en 1870. Figura del catolicismo social y la evangelización moderna, combinó la contemplación mariana, la intrépida acción misionera y el uso innovador de la imprenta para llevar la Palabra al mayor número de personas.
Distribuyendo la Palabra impresa, llevando el rosario, defendiendo a los oprimidos: Antoine-Marie Claret encarna al apóstol del siglo XIX, tejiendo vínculos entre tradición y modernidad. Nacido en 1807 cerca de Barcelona, murió en el exilio francés en 1870, tras fundar una congregación misionera, gobernar una diócesis caribeña hostil, asesorar a una reina y participar en el Primer Concilio Vaticano. Su memorial litúrgico, el 24 de octubre, nos invita a combinar la audacia apostólica con la fidelidad mariana.

Un tejedor que se convirtió en misionero universal
Antoine-Marie Claret nació el 23 de diciembre de 1807 en Sallent, un pequeño pueblo catalán cerca de Barcelona. Hijo mayor de una familia de tejedores, aprendió el oficio de su padre en su adolescencia. A los 18 años, dejó el taller familiar para trasladarse a Barcelona, donde se convirtió en tipógrafo en una imprenta. Esta experiencia le dejó una huella imborrable: la prensa podía difundir la Palabra divina de forma masiva y rápida. Así descubrió su futura misión.
En 1829, a los 22 años, ingresó en el seminario de Vicq. Ordenado sacerdote en 1835, emprendió una misión itinerante de predicación por toda Cataluña. Rosario en mano, visitó pueblos y aldeas, distribuyendo imágenes sagradas y folletos que él mismo imprimía. Su estilo directo y sus sermones fervientes atrajeron multitudes y conversiones. Ya soñaba con misiones lejanas, pero la Providencia le trazó un camino intermedio.
En 1849, fundó la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, los Claretianos, en Vicq. El instituto combinaba una intensa vida apostólica con una profunda devoción mariana. Claret quería formar predicadores itinerantes, imprimiendo y distribuyendo obras espirituales accesibles al pueblo. Para 1850, habían surgido seis comunidades en Cataluña.
Ese mismo año, el papa Pío IX lo nombró arzobispo de Santiago de Cuba. Lejos de rechazar este encargo, que frustró sus planes misioneros, Claret lo aceptó como voluntad divina. En Cuba, descubrió una Iglesia soñolienta, un clero laxo y una sociedad esclavista brutal. Visitó sistemáticamente parroquias y misiones aisladas, recorriendo a pie o a caballo las montañas de la isla. Predicó incansablemente, distribuyó imágenes y folletos, y multiplicó el número de catecismos populares.
Sobre todo, defendió públicamente a los esclavos negros, denunció los abusos de los esclavistas y condenó la inmoralidad pública y el concubinato generalizado. Estas posturas le granjearon un odio feroz. Entre 1850 y 1857, sufrió quince atentados. Durante el más grave, en 1856 en Holguín, un hombre se hirió la cara con una navaja. Claret sobrevivió, perdonó a su agresor y continuó su misión.
En 1857, la reina Isabel II de España lo llamó a Madrid como confesor y consejero espiritual. Ocupó este delicado cargo durante once años, acompañando a la soberana en sus viajes, predicando en la corte y siendo Superior General de los Claretianos. En 1868, la Revolución Liberal expulsó a Isabel II. Claret la siguió al exilio en París. Los claretianos fueron expulsados de sus hogares españoles y fundaron una comunidad en Prades, en los Pirineos Orientales.
Entre 1869 y 1870, Claret participó activamente en el Primer Concilio Vaticano en Roma. Apoyó la definición de la infalibilidad papal. Agotado y enfermo, se retiró al monasterio cisterciense de Fontfroide, cerca de Narbona. Murió allí el 24 de octubre de 1870, a los 62 años, lejos de su Cataluña natal.

El apóstol del rosario y los quince atentados
La tradición hagiográfica destaca tres rasgos notables. En primer lugar, el rosario que llevaba constantemente en la muñeca: Claret rezaba mientras caminaba, visitaba y escribía. Este rosario visible encarnaba su total devoción mariana. Luego, los quince intentos de asesinato en Cuba: una cifra simbólica relatada por sus compañeros, que ilustra la violenta hostilidad que despertó su ministerio profético. Finalmente, la proliferación de escritos espirituales: se le atribuyen más de 200 títulos impresos, folletos, panfletos y libros.
Históricamente, los registros confirman al menos tres atentados graves contra su vida en Cuba, incluido el de Holguín. Las demás referencias probablemente se relacionen con amenazas, intimidación o intentos fallidos. Pero el número quince, repetido desde su beatificación, estructura su imagen como un mártir incruento, un apóstol perseguido por la justicia social y la reforma moral.
La leyenda del rosario indestructible acompaña su memoria: desgastado por la oración continua, se renovó milagrosamente. Un relato edificante más que un hecho verificable, representa la oración incesante y la intimidad constante con María. El propio Claret escribió que la unión con Dios se lograba mediante el intenso amor de Cristo y la vida de oración mariana.
Su legado trasciende España. Los Claretianos se extendieron por Latinoamérica, África y Asia. Beatificado en 1934 y canonizado en 1950, Antonio María Claret inspira hoy toda la pastoral misionera, combinando la contemplación, la acción social y el uso de los medios de comunicación modernos para evangelizar. Prefigura el compromiso católico con los derechos humanos y la dignidad de los pobres, temas centrales del magisterio social posconciliar.
Mensaje espiritual
Antoine-Marie Claret enseña la audacia apostólica arraigada en la oración mariana. Su vida une la contemplación silenciosa y la acción pública arriesgada, la intimidad con Cristo y la defensa de los oprimidos.
Nos recuerda que la auténtica evangelización perturba, conmociona y provoca resistencia. El rosario en la muñeca simboliza la fuente interior que sustenta el compromiso externo.
Sus palabras aún resuenan: “La mejor disposición para la unión con Dios es la intimidad con Nuestro Señor y una vida de amor”.
Concretamente, esto significa rezar diariamente, actuar con justicia, comunicar la fe por todos los medios disponibles.
Claret nos invita a conjugar profunda fidelidad espiritual y valiente creatividad apostólica, sin ceder ni al activismo estéril ni a la pasividad cómoda.
Oración
San Antonio María Claret, apóstol del rosario y de la justicia, concédenos tu llama misionera.
Danos la valentía para defender a los oprimidos, la perseverancia frente a los obstáculos y la creatividad para comunicar el Evangelio hoy.
Como tú, que podamos encontrar fuerza en la intimidad diaria con Cristo y María.
Ayúdanos a combinar la oración profunda y la acción valiente, la contemplación mariana y el servicio a los pobres.
Que tu ejemplo inspire nuestra fidelidad en las pruebas, nuestro perdón hacia los adversarios, nuestra esperanza inquebrantable en la Providencia.
Por tu intercesión, que la Iglesia irradie el amor del Inmaculado Corazón de María.
Amén.
Vivir
- Rezar un rosario completo, meditando sobre la unión entre contemplación y acción misionera, confiando una situación de injusticia observada.
- Difundir contenidos espirituales a través de medios modernos (redes sociales, mensajes, artículos) que alimenten la fe de los demás de forma sencilla y concreta.
- Pensemos durante diez minutos en una situación en la que defender la justicia exige valentía, pidiendo la intercesión de San Antonio María para obtener la audacia necesaria.
Memoria
El cuerpo de San Antonio María Claret reposa en Vicq, Cataluña, la ciudad donde se fundó como Claretiano. El monasterio cisterciense de Fontfroide, cerca de Narbona, conserva la celda donde murió en el exilio el 24 de octubre de 1870. Una capilla conmemorativa allí honra su memoria. La comunidad claretiana de Prades, en los Pirineos Orientales, perpetúa la conexión francesa desde su último año. En Santiago de Cuba, la catedral y varios santuarios rurales conmemoran su audaz episcopado misionero.
En Cataluña, Sallent, su pueblo natal, alberga un museo claretiano que exhibe objetos personales, escritos autógrafos e iconografía. Barcelona conserva los lugares donde se formó. Los claretianos mantienen casas de misión en más de 60 países, difundiendo la espiritualidad mariana y el compromiso social heredado del fundador. Su festividad litúrgica, el 24 de octubre, reúne a comunidades claretianas, fieles devotos y admiradores de su audacia apostólica.
Liturgia
- Lecturas y Salmo: Romanos 8,26-30 sobre la intercesión del Espíritu y la llamada divina; Salmo 33 sobre la protección del Señor a sus siervos; Mateo 9,35-38 sobre la mies abundante y los obreros misioneros.
- Canto o himno: “Oh María sin pecado concebida” o un cántico mariano que evoca al Inmaculado Corazón de María, patrona de los Claretianos y fuente espiritual de su fundador.



