Ante la Federación Bíblica Católica, León XIV Recordó una verdad fundamental: la Iglesia no es autosuficiente. Vive del Evangelio, de esta Palabra viva que brota de Cristo, su Esposo.
Esta condena se refiere a la constitución Dei Verbum, un texto importante del concilio Vaticano II. Este documento abrió las Escrituras a todos los fieles, como fuente tanto espiritual como intelectual, que alimenta la fe de generaciones enteras.
Para León XIV, Regresar a este origen no es nostalgia, sino una necesidad urgente. Porque a través de la Palabra, la Iglesia siempre rejuvenece: se regenera escuchando la voz del Señor que aún habla hoy.
«Escuchar la Palabra» no es un ejercicio pasivo. Es un acto de amor y’humildad. En el discurso de papa, percibimos la llamada a un doble movimiento: recepción interior y transmisión.
Antes de proclamar, debemos recibir. Antes de hablar de Dios, debemos dejar que Dios hable a nuestros corazones. Este equilibrio entre contemplación y misión, tan típicamente bíblico, es la clave de la auténtica evangelización.
Esta escucha atenta es el fundamento de la legitimidad de todo discurso cristiano. Sin ella, existe el riesgo de transformar la proclamación del Evangelio en mera retórica, o incluso en ideología. Con ella, se habla con la voz del mismo Cristo.
León XIV Destaca un punto central: el acceso más amplio posible a las Escrituras. En un mundo donde la información circula libremente, sería paradójico que la Palabra de Dios permaneciera restringida.
Aquí se presentan traducciones bíblicas como auténticas obras misioneras. Cada texto traducido a un nuevo idioma abre un espacio para el encuentro entre Dios y un nuevo pueblo.
Pero más allá de la traducción, se trata de fomentar el gusto por los encuentros. papa citar el lectio divina, este lectura orante y meditativa, que transforma el texto en un diálogo interior. Donde se lee la Biblia, Dios habla; donde se comparte, nace la fe.
Evangelización en la era de las pantallas
Los nuevos continentes digitales
El mundo digital es el campo misionero del siglo XXI. Redes sociales, foros, juegos en línea, inteligencia artificial:cada espacio virtual se convierte en un lugar de experiencia humana… o de olvido espiritual.
León XIV No usa términos técnicos, pero comprende las implicaciones teológicas. Donde los humanos se expresan, piensan, aman y buscan, se puede encontrar a Dios.
Sin embargo, estos espacios suelen estar saturados de ruido, controversia y desinformación. Allí el Evangelio se ve silenciado o distorsionado. De ahí el llamado a... papa:no huir de estos lugares, sino habitarlos de manera diferente.
Evangelizar sin dominar
No basta con «publicar versículos» en una página. Evangelizar el mundo digital implica adoptar una presencia: humilde, constante, encarnada.
El riesgo radicaría en transformar la misión digital en marketing religioso. Pero Cristo no hace campaña; invita. En el mundo conectado, la fe debe transmitirse a través de la calidad del testimonio: bondad, escucha, autenticidad.
Un cristiano puede convertirse en una «parábola viviente» en sus interacciones diarias, a través de la forma en que responde, anima y sirve. Esto requiere disciplina interior: orar antes de publicar, discernir antes de reaccionar.
Creando oasis de significado
Los espacios digitales no están condenados a la superficialidad. Pueden convertirse en lugares de esperanza.
Muchos proyectos cristianos ya están innovando: bibliotecas bíblicas en línea, aplicaciones de lectio divina, cadenas de oración interactivas, comunidades para compartir los Evangelios diarios.
Pero el desafío sigue siendo: ¿cómo garantizar que estas herramientas no sustituyan la relación en vivo? León XIV Exige "facilitar el encuentro", no sustituirlo por contenido. La tecnología digital debe ser un punto de partida, no un fin en sí misma. Un puente que conduce a la verdadera comunidad, a la vida sacramental, a la Palabra vivida.
La Palabra de Dios frente a las mil voces del mundo
Volver a ser letras vivientes
La frase final del discurso papa lo resume todo: convertirse en "cartas vivas, escritas no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo".
En un mundo saturado de mensajes, la mejor comunicación sigue siendo el testimonio silencioso y fiel. Cada cristiano, cada comunidad, puede ser una «Escritura viva» del Evangelio: un rostro, una vida, una actitud que revela a Cristo sin necesidad de nombrarlo.
Este enfoque devuelve una dimensión sacramental a la misión: el creyente se convierte en un canal, un signo, una transparencia de la Palabra.
Discernimiento digital
Proclamar el Evangelio en línea requiere vigilancia ética.
La velocidad de la tecnología digital puede conducir a desinformación religiosa o a debates estériles. León XIV nos invita a resistir la inmediatez para redescubrir la lentitud de la Palabra.
Esta lentitud es una forma de resistencia espiritual. Lee la Biblia, Meditar y luego compartir desde una introspección orante se convierte en un acto misionero en sí mismo. El creyente se convierte entonces en un filtro de paz en el caótico flujo de ideas.
Unidad en la diversidad
La Federación Bíblica Católica, presente en varios continentes, ya encarna esta vocación. Sus traducciones, iniciativas ecuménicas y labor cultural construyen puentes.
También en el mundo digital debe manifestarse esta unidad: no una estandarización, sino una red de voces arraigadas en la misma Fuente.
Internet puede, paradójicamente, hacer realidad el espíritu mismo de Dei Verbum: hacer circular la Palabra "para que todos la oigan, cada uno en su propia lengua". Sin embargo, la intención misionera debe prevalecer sobre la lógica de la influencia.
Una misión que siempre es nueva
León XIV Esto nos recuerda que la misión de la Iglesia no ha cambiado: dar a conocer a Cristo. Lo que cambia es el mundo en el que resuena esta Palabra.
Hoy vivimos en un mundo digital, acelerado y lleno de contrastes. Pero sigue siendo humano. Ahí es donde la fe debe echar raíces.
Evangelizar los espacios digitales no se trata de conquista, sino de encuentro. Se trata de sembrar una palabra viva a través de miradas, mensajes e intercambios.
Y cuando esa semilla cae en un corazón dispuesto a escuchar, entonces, incluso detrás de una pantalla, el Reino de Dios crece.

