El humilde hermano de Lima, un trabajador humanitario del siglo XVII
Hijo de un noble español y de una antigua esclava negra, Martín de Porres personifica la gracia recibida en medio de la humillación. En Lima, transformó el desprecio en servicio, la pobreza en esperanza. En un mundo aún marcado por barreras raciales, sanó sin distinción, cuidó incansablemente y oró sin cesar. Hoy, sigue siendo símbolo de una fraternidad que trasciende los prejuicios y restituye a cada persona su dignidad como hijo de Dios.

Caminando en la luz del servicio
Nacido en Lima en 1579, Martín fue hijo ilegítimo de un noble español y una mujer negra liberada. Su padre lo reconoció ya mayor, y el niño creció en la pobreza. Desde muy joven aprendió los oficios de barbero y enfermero, habilidades que transformó en un ministerio de misericordia. A los 22 años ingresó en la Orden de los Dominicos como terciario y luego como hermano lego.
En los pasillos del convento, cura heridas, calma fiebres y sana penas. Cuando el hospicio carece de recursos, comparte su comida, multiplica remedios y mendiga para los necesitados. Su don de reconciliación une a pobres, esclavos, enfermos y animales heridos. Su celda se convierte en un refugio.
En el Perú del siglo XVII, marcado por la jerarquía racial, su humildad disipó el miedo y el resentimiento. Ofreció su vida, incluso accediendo a ser vendido para saldar una deuda del convento. Su oración silenciosa, sus éxtasis y su sonrisa constante lo convirtieron en un testigo de la caridad encarnada. Murió el 3 de noviembre de 1639, célebre por su bondad universal. Juan XXIII lo canonizó en 1962.

El aroma de la caridad
Según una antigua leyenda, la habitación de Martín era reconocible por el dulce aroma que emanaba de ella tras su muerte. Sus seguidores lo interpretaron como una señal de una pureza interior que se había vuelto sensible al mundo. Otra tradición cuenta que hablaba con los animales callejeros y que perros y gatos encontraban refugio y cariño en su casa.
Estos relatos no aumentan el milagro, sino que revelan su magnitud: Martín nos recordó que la compasión no se limita a la humanidad, sino que abarca a todas las criaturas. Su sencilla y fraterna leyenda enseña que la santidad no separa nada de lo que Dios ama.
Mensaje espiritual
Dios no mira el rango, sino el corazón que sirve. Martín enseña paciencia ante la injusticia, paz en lugar de resentimiento. Su vida demuestra que amar es sanar las heridas visibles y las del desprecio. Como él, sostengamos la luz de la bondad concreta: la que ilumina sin juzgar. Su caridad silenciosa se convierte en oración en acción; su calma, en una fuerza que desarma.
Oración
Señor Jesús,
Tú que diste a tu siervo Martín un corazón sin fronteras,
Haznos artesanos de la paz.
Enséñanos a servir a los pobres con mansedumbre,
soportar las afrentas sin odio,
y encontrar nuestra alegría en ti.
Concédenos amar con humildad,
como Martín en las calles de Lima,
y reconocer tu presencia en cada rostro.
Amén.Vivir
- Ofrecer un servicio discreto a una persona despreciada o aislada.
- Darle a alguien tiempo, una comida o cuidados sin esperar nada a cambio.
- Lee y medita durante diez minutos en el versículo: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25:40).
Lugares
En Lima, la iglesia de Santa Rosa de las Monjas alberga sus reliquias. Su imagen viaja por los Andes, el Caribe e incluso hasta la Isla Reunión, donde las monjas dominicas la veneran como modelo de unidad social y racial. Hospitales, clínicas, congregaciones religiosas y escuelas llevan su nombre. Su imagen figura junto a la de Rosa de Lima en los altares del pueblo peruano. Cada 3 de noviembre, su imagen recorre las calles de Lima en una procesión llena de oraciones, cantos y actos de caridad.
Liturgia
- Lecturas: Filipenses 2:1-4; Juan 13:1-15 — un llamado a servir con humildad.
- Canción: “Ubi caritas et amor, Deus ibi est” — donde reinan la caridad y el amor, allí mora Dios.


