¿Visiones, éxtasis, milagros? El Papa nos invita a volver a lo esencial.

Compartir

Vivimos en una era fascinante, donde la espiritualidad y la búsqueda de sentido nunca han sido tan intensas. Al mismo tiempo, nuestra cultura está fascinada por lo espectacular. Nos cautiva lo extraordinario, lo inexplicable, lo «sobrenatural». Ya sean relatos de visiones, apariciones, levitaciones o estigmas, estos fenómenos atraen nuestra atención, inspiran devoción o, por el contrario, un escepticismo absoluto. Son noticia, inspiran películas y alimentan debates apasionados.

En el corazón de la tradición cristiana, estas experiencias, a menudo agrupadas bajo el término «fenómenos místicos», siempre han existido. Han marcado la vida de figuras veneradas, desde Francisco de Asís hasta el Padre Pío, incluyendo a Teresa de Ávila. Pero ¿qué lugar ocupan realmente en el camino de la fe? ¿Son la señal infalible de la santidad?

Es precisamente sobre este terreno delicado que el Papa León XIV Recientemente brindó algunas reflexiones muy necesarias y sabias. Dirigiéndose a expertos, teólogos y miembros del Dicasterio para las Causas de los Santos —el «ministerio» de la Iglesia—, ofreció algunas reflexiones muy necesarias y sabias. Vaticano Con la misión de investigar a los futuros santos, el Papa ofreció una profunda reflexión. Lejos de rechazar de plano estas experiencias, nos invita a un discernimiento maduro, una reevaluación crucial para evitar lo que él denominó «ilusión supersticiosa».

Su mensaje es una súplica amable pero firme para no confundir la ambientación con la trama principal, ni los efectos especiales con el mensaje de la película. La vida espiritual, la vida verdadera, la que conduce a la santidad, es quizá mucho menos espectacular de lo que imaginamos, e infinitamente más profunda.

Comprender el verdadero misticismo más allá de lo visible

Antes de poder separar el trigo de la paja, es esencial comprender de qué estamos hablando. ¿Qué es el "misticismo"? Para muchos, la palabra evoca imágenes de monjes en trance o videntes en éxtasis. Papa León XIV, Basándose en siglos de tradición eclesiástica, nos ofrece una definición mucho más amplia y rica.

Una experiencia que nos supera

El misticismo, el Papa, «Se caracteriza como una experiencia que trasciende el mero conocimiento racional». Este es un punto de partida fundamental. No se trata de pensar a Dios, a estudiar teología o a comprender intelectualmente conceptos. Se trata de para experimentar de la presencia de Dios, de una manera que trasciende nuestros sentidos y nuestro intelecto.

Esto no es algo que uno pueda «decidir» experimentar, ni es el resultado de una técnica de meditación o un esfuerzo personal. Es, por definición, un «don espiritual». Es Dios quien toma la iniciativa en el encuentro, quien se revela al alma de manera íntima y directa. El misticismo, por lo tanto, no es privilegio de una élite intelectual o espiritual; es una dimensión potencial de la vida de fe de toda persona bautizada, una invitación a una relación que trasciende las palabras y las ideas.

Luz y oscuridad: las caras contrastantes de la unión

Cuando pensamos en este «don», solemos imaginar cosas placenteras: una profunda paz, consuelo, visiones luminosas o éxtasis. Y, en efecto, esto puede formar parte de él. Muchos santos han descrito momentos de alegría y luz indescriptibles.

Pero el Papa León XIV, Con gran realismo, nos recuerda que este don «puede manifestarse de diferentes maneras» e incluso cita «fenómenos opuestos». Habla de 'una densa oscuridad» y »aflicciones'. Aquí, se hace eco de uno de los más grandes maestros espirituales, San Juan de la Cruz, quien describió extensamente la »Noche Oscura del Alma».

Esta «noche» es también una profunda experiencia mística. Es un estado en el que el creyente ya no «siente» la presencia de Dios. La oración se torna árida, el corazón parece vacío y la duda puede apoderarse de él. La ilusión sería creer que Dios se ha marchado. La realidad mística es que Dios actúa en un nivel más profundo, purificando el alma de su apego a... sentimientos religioso para basarlo en el fe Puro. Es una aflicción, sí, pero una aflicción que vacía el alma para hacerla capaz de recibir un amor mayor. El misticismo, por lo tanto, no es un «parque de atracciones» espiritual; es un exigente camino de transformación.

El propósito del viaje es la comunión, no los efectos secundarios.

Aquí reside la clave de la aclaración. Papa. Ante todos estos acontecimientos, ya sean luminosos (éxtasis) u oscuros (noches), se plantea la pregunta esencial: ¿por qué? ¿Cuál es el propósito?

Su respuesta es inequívoca: "el verdadero objetivo es y siempre será la comunión con Dios".

Los fenómenos extraordinarios —visiones, diálogo interno, éxtasis— «permanecen secundarios y no esenciales». Pueden ser «signos», «carismas singulares», es decir, dones específicos concedidos por un tiempo. Pero no son la meta.

Imagina que tienes una relación profunda y amorosa con alguien. El propósito de esta relación es la comunión, el compartir, el amor mutuo. Los regalos, las cartas apasionadas, los momentos de emoción intensa son maravillosos, pero... expresiones de este amor, no del amor en sí. Si empiezas a centrarte únicamente en recibir regalos o cartas, hasta el punto de olvidarte de la persona, la relación correrá peligro.

El mismo principio se aplica a la vida espiritual. Los fenómenos místicos son, en el mejor de los casos, «efectos secundarios» del encuentro. El peligro reside en empezar a buscarlos por sí mismos, coleccionándolos como trofeos, y perdiendo de vista lo esencial: la transformación interior y la unión de amor con Dios.

La gran advertencia cuando lo extraordinario se convierte en una trampa

Es en esta distinción vital donde el Papa León XIV Construye su gran advertencia. Dado que somos humanos y nos atrae lo maravilloso, el riesgo de tomar el camino equivocado es real. Este es el riesgo de la «ilusión supersticiosa».

«No indispensable»: la reformulación del Papa sobre la santidad

El mensaje central, recalcado por el Papa, es de absoluta claridad: "Los fenómenos extraordinarios que pueden caracterizar la experiencia mística no son condiciones indispensables para reconocer la santidad de un creyente".

Esta frase es liberadora. Significa que la santidad no está reservada para quienes tienen visiones o estigmas. La santidad es algo completamente distinto. En el examen de los candidatos a la santidad, explica el Papa, Lo que realmente importa es "su plena y constante conformidad con la voluntad de Dios".

En términos más sencillos: un santo es alguien que se ha esforzado, con todo su corazón, por amar a Dios y al prójimo, en las circunstancias concretas de su vida. La santidad se mide con la vara de las virtudes:humildad, paciencia en los ensayos, caridad incondicional, perdón, perserverancia, alegría, esperanza.

Santa Teresa de Lisieux, proclamada Doctora de la Iglesia, es el ejemplo perfecto de esta «santidad sin fenómenos». No tuvo grandes visiones ni éxtasis públicos. Vivió su «caminito» en el secreto de su monasterio, centrándose en pequeños actos de amor cotidianos: sonreír a una hermana antipática, realizar con amor una tarea ingrata, soportar la enfermedad sin quejarse. Su misticismo era el del amor oculto, y es a ella a quien la Iglesia reconoce como una gigante de la espiritualidad.

EL Papa Esto nos recuerda que la santidad puede ser —y con frecuencia lo es— discreta. Se encuentra en la madre que cría a sus hijos con devoción heroica, en la enfermera que cuida los enfermos Con una compasión inagotable, se encuentra el empleado que, por lealtad a su conciencia, se niega a un acuerdo deshonesto. Esa es la verdadera esencia de los santos.

La "ilusión supersticiosa": ¿de qué estamos hablando?

El peligro de que el Papa El señalar con el dedo es "la ilusión supersticiosa". ¿Qué es? Es la tendencia a invertir las prioridades.

  • Es creer que una persona es santa *porque* tiene visiones.
  • Es perseguir lo maravilloso, creyendo que Dios está ahí, mientras se descuida la oración sencilla, la lectura de las Escrituras y el servicio al prójimo.
  • Esto otorga más peso a una "revelación privada" (una visión, una aparición) que a la enseñanza constante de la Iglesia y del Evangelio.
  • También existe el riesgo, para quien experimenta estos fenómenos, de caer en el orgullo, de creerse «especial» o «elegido», olvidando que, si bien estos dones son reales, se otorgan «no como privilegios individuales, sino... ordenados a la edificación de toda la Iglesia». Un carisma nunca es para uno mismo; es para el servicio de los demás.

EL Papa Nos invita a una forma de "sentido común espiritual". Si un supuesto fenómeno conduce a la división, el orgullo, la desobediencia o un desequilibrio en la vida, hay motivos para desconfiar. Si, por el contrario, da frutos de paz, dehumildadCon mayor caridad y mayor fidelidad, se le puede mirar con benevolencia, pero siempre con cautela.

Maestros espirituales al rescate: Teresa de Ávila y Juan de la Cruz

Para ilustrar su punto, el Papa León XIV No se saca estas ideas de la manga. Se basa en los más grandes maestros del misticismo cristiano, quienes experimentaron fenómenos extraordinarios y fueron los primeros en advertir contra su absolutización.

Él cita Santa Teresa de Ávila. Esta gran reformadora española del siglo XVI, la primera mujer Doctora de la Iglesia, experimentó éxtasis, visiones y levitaciones. Habló de ellas con una franqueza desconcertante. Pero tras años de experiencia y discernimiento (a menudo difícil con sus confesores), llegó a una clara conclusión: Papa quiso destacar:

«"La perfección suprema no reside en los deleites interiores, en los grandes éxtasis, en las visiones ni en el espíritu de profecía, sino en la perfecta conformidad de nuestra voluntad con la de Dios, aceptando con igual alegría lo dulce y lo amargo, según su voluntad."»

Para Thérèse, la prueba definitiva no es "¿Qué tienes?". sintió "¿?" pero "¿Qué te pasa?" amar Aceptar »lo dulce y lo amargo« —la consolación y la desolación, la salud y la enfermedad, el éxito y el fracaso— con igual confianza en la voluntad de Dios, es la cumbre de la vida mística. Es infinitamente más difícil y más santo que levitar para evitarlo.

EL Papa Luego menciona a la gran amiga y colaboradora de Thérèse, San Juan de la Cruz. Este último es aún más radical. Es el teólogo de la "purificación" y el "desapego". Para él, aferrarse a cualquier Un don, incluso uno espiritual (como una visión), es un obstáculo para la unión total con Dios, que está más allá de toda forma, sonido e imagen.

Su enseñanza, recordada por el Papa, La clave está en que es la práctica de las virtudes la semilla de una entrega apasionada a Dios. Es al volvernos pacientes, humildes y amorosos que nuestra voluntad se conforma gradualmente a la de Dios, hasta que el amante se transforma en el Amado. El objetivo no es ver Dios, sino de convertirse amor, porque Él es Amor.

Estos dos gigantes del misticismo, que lo han experimentado todo, nos dicen lo mismo: no se dejen deslumbrar por los fuegos artificiales. El verdadero trabajo se realiza en el corazón, en la voluntad, en la elección diaria del amor.

Santidad, un camino para que todos lo disciernan y avancen

El mensaje de Papa León XIV Esto no es solo una advertencia, sino también un gran estímulo. Al desvincular la santidad de lo espectacular, la hace accesible a cada uno de nosotros, en el seno mismo de nuestra vida cotidiana. Pero esto exige un nuevo arte de ver y evaluar: el arte del discernimiento.

El arte del discernimiento, la humildad y el sentido común eclesial

Ante un mundo espiritual repleto de experiencias ambiguas, ¿cómo podemos evitar caer en la "ilusión supersticiosa"? Papa ofrece dos brújulas infalibles: "un discernimiento humilde de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia".

EL discernimiento humildeEn primer lugar, significa negarse a considerarse el juez supremo de la propia experiencia. Si alguien cree estar experimentando algo extraordinario, la primera reacción sana no es crear un grupo de oración ni abrir un canal de YouTube, sino hablar con humildad con un guía espiritual sabio y experimentado y seguir su consejo.humildad y la obediencia son las salvaguardias más seguras contra la ilusión.

De acuerdo con la enseñanza de la IglesiaEsto significa que cada experiencia, cada "revelación", debe compararse con lo que la Iglesia siempre ha creído y enseñado, basándose en la Escritura y la Tradición. Si un supuesto mensaje "místico" contradice el Evangelio (por ejemplo, al predicar el odio, al dispensar...) caridad (o proponiendo doctrinas extrañas), debe rechazarse sin vacilación. Dios no se contradice.

El criterio supremo es la virtud, no el vértigo.

Para la Iglesia, y en particular para el dicasterio que estudia las "Causas de los Santos", la Papa Reiteró que el criterio central para el discernimiento no es un catálogo de milagros. El núcleo de la investigación reside en "escuchar su reputación de santidad y examinar su virtud perfecta".

La "reputación de santidad" (la fama santitatisEs la creciente convicción entre la gente común de que una persona ha vivido una vida santa y está cerca de Dios. Es la "instinto" del pueblo de Dios, que reconoce la autenticidad.

«El »examen de su virtud perfecta« (o »virtud heroica») es la minuciosa investigación para determinar si el candidato ha vivido las virtudes cristianas (fe, esperanza, caridad, prudencia, justicia, fortaleza, templanza) de manera heroica. ¿Ha perdonado lo imperdonable? ¿Ha mantenido la esperanza contra toda esperanza? ¿Ha amado de forma radical y constante? Es esto, y no la cantidad de experiencias extraordinarias, lo que hace a un santo.

El equilibrio del juez: ni fascinación ni rechazo

EL Papa León XIV Él pide a los "jueces" de la santidad que demuestren gran equilibrio. Les da una instrucción doble, llena de sabiduría.

  1. No promueva las causas de canonización de forma única en presencia de fenómenos excepcionales. Eso sería caer en la trampa del sensacionalismo. No se canoniza a alguien *porque* haya tenido estigmas.
  2. No penalicen estas causas si Estos mismos fenómenos caracterizan la vida de los siervos de Dios. Ese sería el extremo opuesto. Si un candidato, además, ha vivido una vida de virtudes heroicas (como el Padre Pío o Francisco de Asís), y resulta que tiene También Tras haber experimentado fenómenos extraordinarios, no se deben rechazar por temor a lo maravilloso. Es preciso evaluarlos con cautela, integrarlos como parte de la propia vida, pero siempre mantenerlos en su lugar adecuado: secundarios a la caridad y la obediencia.

El misticismo más bello: amar cada día

En última instancia, el discurso de Papa León XIV Es un poderoso recordatorio de nuestra vocación universal. Para concluir, invitó a todos los que trabajan en estos temas a «imitar a los santos y así cultivar la vocación que nos une a todos como cristianos bautizados».

Esta vocación es la santidad. Y esta santidad se encuentra en lo que la Iglesia llama «íntima unión de amor con Dios». Esta unión es el corazón de la vida mística y es accesible a todos.

Se cultiva en el silencio de la oración diaria, incluso cuando es árida y sin "dulzura". Se vive en lealtad A sus compromisos, día tras día. Se manifiesta en el servicio paciente a nuestra familia, a nuestros colegas, a los pobres que encontramos. Se fortalece en la humilde aceptación de nuestras propias limitaciones y de los aspectos "amargos" de la vida, uniéndolos a Dios.

El mensaje de Papa Es, en definitiva, increíblemente liberador. Nos dice: «Deja de buscar señales en el cielo. Mira la tierra bajo tus pies. Ahí es donde te espero. Ama donde estás. Perdona donde estás. Sirve donde estás».»

Lejos de extinguir el fuego místico, el Papa León XIV Él lo protege. Nos pide que dejemos de perseguir chispas y nos centremos en la calidez del hogar. El mayor éxtasis es hacer la voluntad de Dios. El mayor milagro es amar al prójimo como a uno mismo. Y ese milagro, con la gracia de Dios, está al alcance de todos.

Vía Equipo Bíblico
Vía Equipo Bíblico
El equipo de VIA.bible produce contenido claro y accesible que conecta la Biblia con temas contemporáneos, con rigor teológico y adaptación cultural.

Lea también

Lea también