«Al ver a las multitudes, Jesús tuvo compasión de ellas» (Mt 9,35 – 10,1.5a.6-8)

Compartir

Evangelio de Jesucristo según san Mateo

En aquel tiempo, Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, sintió compasión de ellas. compasión Por ellos, porque estaban perdidos y desanimados, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La mies es mucha, pero los obreros pocos. Por tanto, rueguen con insistencia al Señor de la mies que envíe obreros a su mies».»

Entonces Jesús reunió a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar espíritus inmundos y sanar toda enfermedad y toda debilidad. A estos doce Jesús los envió con estas instrucciones: «Vayan a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Mientras van, proclamen que el reino de los cielos está cerca. Sanen a las ovejas perdidas de la casa de Israel». los enfermos, Resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios. Recibieron gratis; den sin exigir.»

Transforma tu visión de las multitudes: cuando la compasión de Cristo se convierte en misión

Descubra cómo el corazón conmovido de Jesús ante multitudes desconcertadas nos llama hoy a convertirnos en obreros de su mies..

Ante las multitudes perdidas, Jesús sintió una emoción profunda que lo impulsó a actuar. Esta compasión no fue un sentimiento vago, sino una fuerza que transformó a los observadores en misioneros. El Evangelio de Mateo nos revela la profunda conmoción del corazón de Dios: ver la angustia, conmoverse ante ella y luego enviar. Este texto está dirigido a quienes buscan el sentido de su compromiso cristiano en un mundo a la deriva.

Exploraremos primero el contexto pastoral del envío de los Doce, luego analizaremos los tres movimientos del texto: compasión Quien ve, la urgencia misionera y el don gratuito. A continuación, exploraremos las implicaciones concretas para su vida diaria, antes de examinar el alcance espiritual y los desafíos contemporáneos. Una oración litúrgica y sugerencias prácticas concluirán nuestro recorrido.

El contexto mateano: cuando el rabino itinerante entrena a sus emisarios

El evangelista Mateo sitúa este pasaje en un punto de inflexión decisivo en el ministerio de Jesús. Tras demostrar su autoridad mediante la enseñanza del Sermón del Monte (capítulos 5-7) y una serie de diez milagros (capítulos 8-9), Cristo no se reserva este poder solo para sí. Lo comparte.

El texto se sitúa entre el final del ciclo de milagros y el comienzo del principal discurso misionero (capítulo 10). Es un momento crucial en el que Jesús pasa de la acción solitaria a la expansión de su ministerio. La frase «todas las ciudades y pueblos» subraya el alcance geográfico de su misión. Jesús no se limita a lugares prestigiosos: va a todas partes, sin discriminación.

En la cultura judía del siglo I, el rabino enseñaba en las sinagogas, el lugar natural de reunión e instrucción. Pero Jesús añadió una nueva dimensión: proclamó el Evangelio del Reino, es decir, la Buena Nueva de que el reino de Dios se acercaba, y sanó. Su enseñanza no era meramente teórica; se materializaba en actos de restauración.

La metáfora de las "ovejas sin pastor" evoca varios textos del Antiguo Testamento, en particular Números 27:17, donde Moisés pide a Dios que provea un sucesor para que el pueblo no sea "como ovejas sin pastor". Ezequiel 34 profundiza en esta imagen, denunciando a los malos pastores de Israel que descuidaron el rebaño. Jesús se posiciona así, dentro de la tradición profética, como el verdadero y esperado Pastor.

El llamado de los Doce no es arbitrario. El número doce se refiere a las doce tribus de Israel, lo que significa que Jesús está reconstituyendo el pueblo de Dios. Estos hombres reciben una «exousía», un poder, una autoridad delegada. Este término griego no indica un mero permiso, sino una capacidad real, un mandato oficial.

Las instrucciones que siguen revelan una estrategia misionera precisa: primero Israel, luego las naciones. Esta prioridad no es exclusiva, sino cronológica. Jesús comienza con las «ovejas perdidas de la casa de Israel», cumpliendo así las promesas hechas a los patriarcas antes de expandir la misión universal tras su resurrección.

El triple movimiento del corazón misionero: ver, conmoverse, enviar

La compasión como una visión transformada

El verbo griego «esplanchnisthè», traducido como «se compadeció», es notablemente intenso. Deriva de «splanchna», que significa entrañas o vísceras. Es una emoción que te atrapa, que te abruma físicamente. Jesús no permanece indiferente ante el sufrimiento colectivo.

Esta compasión comienza con una mirada. «Viendo a la multitud»: Jesús observa, se toma el tiempo para ver con atención. En nuestro mundo saturado de imágenes e información, desarrollamos una especie de entumecimiento emocional. Vemos sin ver. Jesús, en cambio, mira con los ojos del corazón.

Lo que ve no son simplemente individuos, sino multitudes, una masa humana. Sin embargo, su compasión no es abstracta. Percibe su estado interior: "angustiados y abatidos". Las palabras griegas "eskylmenoi" (acosado, atormentado) y "errimmenoi" (arrojado al suelo, postrado) describen a un pueblo exhausto, desprovisto de liderazgo y protección.

La siguiente metáfora pastoral ilumina esta visión: como ovejas sin pastor. Las ovejas son animales vulnerables, incapaces de sobrevivir por sí mismas. Sin pastor, se extravían, caen por barrancos y se convierten en presa de los lobos. Esta imagen revela la fragilidad fundamental de la condición humana cuando se la separa de Dios.

Pero compasión La acción de Jesús no se limita a la observación. Provoca una reacción. Ahí radica la diferencia entre la simple compasión y... compasión La compasión cristiana observa desde lejos, compasión Se requiere acción. El corazón de Dios no puede permanecer como espectador de la miseria humana.

De la urgencia de la cosecha al llamado de los trabajadores

Jesús cambia entonces su metáfora: de las ovejas, pasamos a la cosecha. Este cambio no es insignificante. Mientras que la imagen del pastor enfatiza la necesidad de protección y guía, la de la cosecha evoca abundancia, urgencia y la obra Para lograr.

«La mies es mucha»: esta es una visión optimista en medio de la angustia. Jesús no solo ve miseria; ve potencial, vida lista para florecer. En la cultura agraria de la época, la cosecha representaba el momento crucial en el que todo... la obra El año se acaba. Es tiempo de cosecha, el momento en que no hay que esperar.

Esta urgencia explica la desproporción: «Hay pocos obreros». Existe una brecha drástica entre la magnitud de la necesidad y la disponibilidad de personal. Este desequilibrio no es nuevo. Dios siempre ha buscado colaboradores para su obra.

La solución que Jesús propone es, ante todo, la oración: «Rogad, pues, al Señor de la mies». Antes de actuar, es necesario reconocer que la mies pertenece a Dios. El «Señor de la mies» (kyrios tou therismou) es quien posee el campo, quien decide el momento de la cosecha y quien contrata a los trabajadores. Es una oración de dependencia y confianza.

Irónicamente, quienes oran para que Dios envíe obreros se convierten en esos obreros. Mateo continúa inmediatamente: «Entonces Jesús llamó a sus doce discípulos». La oración no nos exime del compromiso; nos prepara para él. Quienes interceden por la misión son los primeros candidatos a ser enviados.

El don gratuito como principio misionero

El envío de los Doce llegó con equipo e instrucciones precisas. El poder otorgado fue concreto: «Expulsar espíritus inmundos y sanar toda enfermedad y dolencia». Jesús no los envió con las manos vacías. Les transmitió su autoridad, su capacidad de actuar.

Las tareas que se les encomendaron reflejan exactamente lo que Jesús mismo hizo: proclamar, sanar, resucitar muertos, purificar y expulsar. La misión de los discípulos extiende la del Maestro. Se convierten en sus representantes, sus embajadores. Su mensaje es idéntico: «El reino de los cielos está cerca».

Esta proximidad del Reino es crucial. No se trata de anunciar algo lejano, hipotético o futuro. El Reino está "muy cerca" (engiken), literalmente "se ha acercado". Ya está aquí, al alcance, accesible ahora.

La instrucción final resume toda la ética misionera: «Recibieron gratuitamente; den gratuitamente». La palabra griega «dôrean» significa «sin pago, como un don puro». Esta gratuidad distingue radicalmente la misión cristiana de cualquier empresa o manipulación comercial.

Este principio refleja la naturaleza misma de la gracia divina. Dios no vende su salvación; la ofrece gratuitamente. Los discípulos no deben intentar lucrarse con lo que han recibido gratuitamente. Su autoridad espiritual no es una mercancía, sino un don que se comparte sin cálculos ni expectativas de recompensa.

Esta gratuidad no implica improvisación ni amateurismo. Al contrario, dar libremente lo que uno ha recibido libremente requiere una auténtica recepción, formación, preparación y envío. La gratuidad del don no disminuye su valor ni su seriedad; garantiza su autenticidad.

La compasión como fuerza impulsora espiritual

Compasión La devoción cristiana no es un sentimiento opcional ni decorativo. Es el motor de toda verdadera misión. Sin ella, nuestras actividades eclesiales se convierten en programas vacíos y nuestras obras de caridad en operaciones incorpóreas.

Cultivar esta compasión empieza por reducir la velocidad. En nuestra sociedad de urgencia y productividad, pasamos por alto las realidades humanas. Pasamos por alto los rostros sin verlos realmente. Jesús, sin embargo, se detiene, observa, siente. Se toma el tiempo para dejar que la angustia ajena penetre en su corazón.

Esta compasión también debe cultivarse. No podemos dejarnos abrumar por todo y todos a la vez, con el riesgo de agotamiento o superficialidad. Se trata de aprender a discernir dónde Dios nos llama específicamente a participar. Jesús vio a las multitudes, pero eligió a los Doce para una misión específica.

Compasión La autenticidad rechaza la distancia cómoda. Nos impulsa hacia la cercanía, el contacto y la relación. Las ovejas sin pastor no se vuelven autónomas de repente porque reciben un mensaje de apoyo a distancia. Necesitan presencia, una mano que las guíe, una voz tranquilizadora.

Finalmente, esta compasión no se limita a los cuidados paliativos. Jesús no se limita a repartir limosna a las multitudes. Él sana. los enfermos, expulsa a los demonios, anuncia el Reino. Compasión La sanación cristiana busca la restauración integral de la persona, cuerpo, alma y espíritu. Aborda las causas profundas del mal, no solo sus síntomas.

En la práctica, desarrollar esta compasión significa exponernos regularmente a la realidad de quienes sufren. Visitar un hospital, un albergue para personas sin hogar, escuchar los testimonios de personas que sufren. Leer las Escrituras con el deseo de encontrar el corazón de Dios por los perdidos. Orar para que nuestros corazones sean tocados como lo fue el de Jesús.

Urgencia misionera sin prisa

La imagen de la cosecha transmite un doble mensaje: abundancia y urgencia. El grano maduro no puede esperar. Si nos demoramos, la cosecha se pudre en el campo, los pájaros la devoran, las tormentas la destruyen. Hay un "kairós", un momento propicio que no debe desaprovecharse.

Esta urgencia no justifica la improvisación ni la actividad frenética. Jesús se toma el tiempo para capacitar a sus discípulos. No los envía al azar. Les da instrucciones precisas, un territorio definido y palabras que decir. La urgencia se combina con la preparación.

En nuestro contexto contemporáneo, esta tensión persiste. Por un lado, miles de millones de personas nunca han escuchado el Evangelio de forma inteligible. La necesidad es inmensa. Por otro lado, la prisa suele causar daños: conversiones superficiales, escándalos morales y agotamiento misionero.

Una urgencia misionera bien entendida reconoce que cada día cuenta, que cada persona tiene un valor infinito, pero se niega a sacrificar la calidad por la cantidad. Es mejor formar diez discípulos que luego puedan formar a otros que bautizar a mil personas que permanecerán espiritualmente inmaduras.

Esta urgencia nace de una convicción teológica: el tiempo de gracia no es ilimitado. La oportunidad de reconciliarnos con Dios existe ahora. Mañana podría ser demasiado tarde, no porque Dios se haya vuelto menos misericordioso, sino porque nuestros corazones pueden endurecerse, porque la vida es frágil, porque la eternidad llega antes de lo que pensamos.

¿Cómo podemos, entonces, vivir esta emergencia de forma saludable? Planificando estratégicamente nuestros compromisos misioneros. Identificando prioridades según las necesidades y nuestros recursos. Rechazando el culto al activismo que confunde la actividad con la fecundidad. Descansando regularmente para sostener nuestros esfuerzos a lo largo del tiempo. Orando a diario para que Dios guíe nuestras decisiones.

La gratuidad como sello distintivo del Evangelio

En una cultura consumista donde todo tiene un precio, donde incluso las relaciones se vuelven transaccionales, el principio «lo que recibiste es gratis, dalo es gratis» suena a revolución.

Esta gratuidad no implica amateurismo. Los trabajadores de la cosecha merecen su salario, como dirá Jesús en otro lugar. Es una cuestión de principios: lo que se da se da incondicionalmente, sin esperar nada a cambio, sin manipulación oculta. El regalo no crea una deuda para quien lo recibe.

Esta postura se enfrenta a muchas tentaciones. La primera es la de la explotación: usar la ayuda material como cebo para atraer a la gente a nuestro mensaje. Alimentar a los hambrientos para llenar nuestras iglesias. Este enfoque traiciona el Evangelio porque condiciona el amor.

La segunda tentación es la mercantilización de lo espiritual: la venta de bendiciones, la monetización de las oraciones y el comercio de los sacramentos. La historia de la Iglesia está repleta de estos abusos, a los que los reformadores se opusieron vehementemente. Pero el peligro reaparece constantemente bajo nuevas formas.

La tercera tentación es más sutil: es la expectativa inconsciente de reconocimiento. Damos con generosidad, sin duda, pero en secreto esperamos gratitud, admiración y respeto. Cuando no los recibimos, nos sentimos heridos, explotados. Pero un regalo verdaderamente desinteresado no busca nada a cambio, ni siquiera emocional.

Practicar el espíritu evangélico de dar libremente requiere una profunda libertad interior. Hay que haber recibido suficiente amor de Dios como para no mendigar más amor humano. Hay que estar tan lleno de la gracia divina que se pueda dar libremente, sin reservas, sin ansiedad.

En la práctica, esto se traduce en opciones: ofrecer el tiempo sin límite de tiempo, compartir las habilidades sin cobrar, acoger sin seleccionar según el mérito o la posible recompensa. Significa servir tanto a los ingratos como a los agradecidos, amar tanto a los indiferentes como a los entusiastas y bendecir a quienes maldicen.

«Al ver a las multitudes, Jesús tuvo compasión de ellas» (Mt 9,35 – 10,1.5a.6-8)

Aplicaciones prácticas en cuatro esferas de la vida

En tu vida personal y espiritual

Comienza cada día pidiéndole a Dios que te dé sus ojos para ver a las personas que conoces. Esta sencilla oración transforma tu perspectiva. En lugar de ver a los demás como obstáculos, herramientas o distracciones, los ves como ovejas a quienes Jesús ama.

Practica la revisión de la compasión con regularidad. Por la noche, revisa tu día y pregúntate: "¿Qué angustia me afectó? ¿Qué hice con esa emoción?". No te sientas culpable si no resolviste todo, pero examina si estuviste abierto o cerrado.

Identifica tu "Israel", es decir, las personas o grupos a quienes Dios te envía principalmente. No puedes llevar la carga del mundo entero. Jesús mismo limitó geográficamente la primera misión de los Doce. ¿Dónde está tu territorio específico? ¿Tu familia? ¿Tus colegas? ¿Tu vecindario?

Cultiva la generosidad en tus relaciones. Presta atención sin esperar nada a cambio. Haz favores sin esperar nada a cambio. Perdona sin exigir arrepentimiento previo. Esta práctica purifica tu corazón y te conforma a Cristo.

En tus relaciones familiares y amistosas

Tus seres queridos suelen ser las ovejas más cercanas y descuidadas. Mostramos compasión con los desconocidos e impaciencia con nuestra pareja. Invierte esta lógica. Aplícala primero en casa. compasión de Cristo.

Escucha atentamente. Cuando tu hijo te cuente cómo le fue el día, deja el teléfono. Cuando tu amigo exprese una dificultad, resiste la tentación de restarle importancia o de ofrecerle una solución de inmediato. Deja que el sufrimiento de la otra persona te afecte antes de reaccionar.

Proclama el Reino en tu hogar. No con muchos discursos moralizantes, sino viviéndolo. alegría, paz Y la esperanza que viene de Dios. Tu presencia pacífica, tus palabras de aliento, tu paciencia en los conflictos dan testimonio de que el Reino está cerca.

Da con generosidad en tus amistades. No lleves la cuenta de quién invitó a quién por última vez. No calcules quién dio más que el otro. La amistad cristiana no es un intercambio económico, sino una comunión generosa donde cada persona contribuye libremente según sus posibilidades.

En tu entorno profesional y social

Tu lugar de trabajo es un campo misionero. Compañeros estresados, empleados exhaustos y gerentes ansiosos son como ovejas sin pastor. Tu compasión se puede demostrar con pequeños gestos: una sonrisa sincera, una palabra de aliento, ayuda desinteresada.

Rechace la lógica puramente transaccional que suele dominar el mundo profesional. Puede ser excelente en su campo y, al mismo tiempo, cultivar la generosidad: compartir sus conocimientos sin envidia, ayudar a un competidor en apuros, defender a un subordinado que ha sido tratado injustamente.

Identifica oportunidades de sanación profesional. Sanar en el trabajo puede significar resolver un conflicto, devolverle la confianza a alguien que duda de sí mismo o proponer una solución creativa a un problema irresoluble. Has recibido habilidades: úsalas para restaurar, no solo para producir o acumular.

Sé un trabajador en la cosecha, incluso en un entorno secularizado. Esto no significa imponer tus creencias, sino vivir con tanta constancia y fervor que otros se pregunten cuál es la fuente de tu paz. Prepárate para explicar la esperanza que habita en ti cuando surja la oportunidad.

En vuestro compromiso eclesial y misionero

Si ya está involucrado en una iglesia local, pregúntese: «¿Nuestra comunidad está impulsada por compasión ¿O por costumbre, deber, tradición? Una iglesia que ha perdido la capacidad de conmoverse ante multitudes consternadas se convierte en un club religioso.

Anima a tu iglesia a ir más allá de sus muros. Organiza actividades que atiendan a las ovejas sin pastor: comidas comunitarias abiertas, grupos de apoyo para personas en dificultades, apoyo a familias monoparentales y ayuda con las tareas escolares para niños desfavorecidos.

Oren con regularidad y de forma específica para que Dios envíe obreros. Presenten a Dios las necesidades precisas de su parroquia, su ciudad y su país. Y estén dispuestos a que Dios los elija como respuesta a su oración.

Fórmate y capacita a otros. Jesús capacitó a los Doce antes de enviarlos. No descuides la formación bíblica, teológica y práctica. La compasión sin competencia puede causar daño. La experiencia sin compasión es estéril. Necesitas ambas.


Ecos en la tradición y la teología cristiana

Este pasaje influyó profundamente en la comprensión cristiana de la misión. Los Padres de la Iglesia vieron en él el fundamento del apostolado y del ministerio ordenado. San Juan Crisóstomo, en sus homilías sobre Mateo, enfatiza que compasión Jesús revela tanto su humanidad plena como su divinidad. Un Dios conmovido hasta lo más profundo de su ser manifiesta una ternura que rasga el velo entre el cielo y la tierra.

San Agustín, En su comentario al Sermón de la Montaña, establece un vínculo entre la bienaventuranza de los misericordiosos y esta compasión misionera. Quienes han recibido misericordia se vuelven misericordiosos por naturaleza. La misión no es una carga impuesta, sino una abundancia desbordante. El corazón tocado por Dios no puede encerrarse en sí mismo.

La tradición monástica ha meditado durante mucho tiempo sobre la imagen de las ovejas sin pastor. Padres del desierto Vieron en el mundo almas perdidas que necesitaban ser rescatadas mediante la oración y el ejemplo. El monje no es un fugitivo egoísta, sino un intercesor que lleva el mundo a su celda. Su compasión silenciosa evoca misteriosamente la de Cristo.

Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, analiza compasión como una virtud relacionada con caridad. Ella participa del amor divino sin identificarse plenamente con él. Compasión Nos hacen como Cristo, quien «aprendió la obediencia mediante el sufrimiento» (Hebreos 5:8). Tener compasión es sufrir con Cristo, compartir su Pasión en los miembros de su cuerpo.

La Reforma Protestante enfatizó la gratuidad del servicio espiritual. Lutero vio en "dar libremente" una ilustración de "sola gratia" (libre albedrío). Somos justificados libremente, salvados libremente; por lo tanto, servimos libremente. Cualquier intento de monetizar lo espiritual traiciona la esencia misma del Evangelio. Calvino desarrolló el concepto de vocación: Dios llama específicamente a ciertas personas a ciertas misiones; capacita a quienes envía.

La espiritualidad ignaciana propone «la contemplación para servir». Ignacio de Loyola Nos anima a contemplar a Jesús en su compasión durante largo tiempo antes de actuar. Esta contemplación no es una evasión, sino una preparación. Solo podemos dar verdaderamente lo que primero hemos recibido. La misión nace de la intimidad con Cristo.

La teología de la liberación latinoamericana ha reinterpretado este texto a la luz de la opción preferencial por los pobres. Gustavo Gutiérrez señala que las «ovejas sin pastor» no es una metáfora piadosa sino una descripción de las masas explotadas. Compasión La causa de Cristo es tanto política como espiritual: exige estructuras justas, no sólo limosnas.

Juan Pablo II, En Redemptoris Missio, nos recuerda que la misión sigue siendo urgente. La existencia de otras religiones no nos exime de esta responsabilidad. cristianos para anunciar a Cristo. Compasión requiere compartir lo que más apreciamos: el conocimiento de Jesús. Guardarse el Evangelio para uno mismo sería lo opuesto a... compasión.

Benedicto XVI desarrolló el concepto de "caritas in veritate": caridad en verdad. Compasión La autenticidad es inseparable de la proclamación de la verdad. Amar a alguien es desear su verdadero bien, no solo su bienestar inmediato. Esta visión equilibra el sentimiento y la doctrina.

EL papa En Evangelii Gaudium, el papa Francisco hace un llamado a una "Iglesia en salida", inspirado directamente en este texto. Una Iglesia que no sale a las periferias para encontrar a las ovejas perdidas es una Iglesia enferma. La misión no es una actividad más; es la identidad misma de la Iglesia: existir para proclamar, servir y dar testimonio.

Pista de meditación

Elige un momento tranquilo, preferiblemente por la mañana, antes de que el día se vuelva ajetreado. Ponte cómodo, respira hondo y ora al Espíritu Santo para que te ayude a sumergirte en el texto.

Primer paso: lee el pasaje en voz alta, lentamente, articulando cada palabra. Deja que el texto resuene en ti. Observa qué versículo te llama especialmente la atención. Este suele ser el que necesitas hoy.

Segundo paso: visualiza la escena. Imagina a Jesús de pie, observando una multitud enorme, diversa y ruidosa. Observa los rostros cansados, las miradas perdidas, los cuerpos desplomados. Tómate el tiempo para ver realmente a estas ovejas sin pastor. ¿Qué sientes?

Tercer paso: Acércate a Jesús en tu imaginación. Observa su rostro. Observa la emoción que lo recorre, quizás las lágrimas en las comisuras de sus ojos, la intensidad de su mirada. Escúchalo decir: «La mies es mucha...». Deja que estas palabras penetren en tu corazón.

Cuarto paso: Escucha a Jesús llamarte por tu nombre. Eres uno de los Doce que él envía. Él pone su mano sobre tu cabeza y te otorga su autoridad. ¿Cómo te sientes? ¿Miedo? ¿Alegría? ¿Indignidad? Acepta estas emociones sin juzgar.

Quinto paso: Escucha las instrucciones de Jesús: «Vayan a la oveja perdida... Sanen... Den generosamente». Pídele que te muestre concretamente, hoy, a quién te envía. Espera en silencio. Un rostro, un nombre, una situación podrían aparecer.

Sexto paso: Habla con Jesús. Exprésale tus dudas, tus miedos, tus sentimientos de incompetencia. Escucha su respuesta en el silencio de tu corazón. Él no te envía solo. Él te capacita. Él está contigo.

Séptimo paso: Concluye con un compromiso concreto y con plazos definidos. Por ejemplo: «Hoy llamaré a esta persona que sufre» o «Esta semana dedicaré dos horas a servir…». Anótalo para que no se te olvide.

Desafíos contemporáneos a la misión compasiva

Nuestra época plantea interrogantes sin precedentes a la misión que Jesús confió a los Doce. El pluralismo religioso plantea la pregunta: ¿cómo podemos proclamar que «el reino de los cielos está cerca» en una sociedad donde cada uno reivindica su propia verdad? La respuesta no puede ser ni la arrogancia ni la tibieza.

Compasión Una mujer cristiana debe permanecer convencida de la verdad del Evangelio, respetando la libertad de conciencia de los demás. Proclamar el Evangelio no es imponerlo. Dar testimonio no es manipularlo. Hay una manera de compartir la fe que honra a los demás, que escucha antes de hablar, que busca el diálogo en lugar del monólogo.

El segundo desafío es la secularización masiva. En muchas sociedades occidentales, las referencias cristianas se han vuelto incomprensibles. Hablar del «reino de Dios» a alguien sin formación bíblica requiere reaprender un idioma. La misión exige traducir sin traicionar la fe.

Esto significa ir al encuentro de las personas donde están, con sus preguntas reales, no con respuestas prefabricadas a preguntas que ni siquiera se han hecho. Jesús habló de esto. parábolas Extraído de la vida cotidiana. ¿Cómo es nuestra vida cotidiana hoy? ¿Qué metáforas contemporáneas transmiten la verdad eterna?

Tercer desafío: el individualismo. La noción misma de "masa" se vuelve problemática. Nuestros contemporáneos se ven como individuos autónomos, no como ovejas de un rebaño. ¿Cómo podemos hablar de pastor a alguien que se niega a ser guiado? ¿Cómo podemos expresar la necesidad de comunidad a alguien que valora la independencia?

La respuesta paradójica es que, precisamente, el individualismo desenfrenado produce una soledad generalizada. Las «ovejas sin pastor» de hoy son estos millones de individuos hiperconectados pero profundamente aislados. La misión es ofrecer lo que el mundo no puede: una verdadera pertenencia, una familia espiritual, un sentido que trasciende el yo.

Cuarto desafío: la sobrecarga de información. Nunca hemos tenido tanto acceso a la información, incluida la religiosa. Sin embargo, reina la confusión. ¿Cómo podemos "proclamar" en un entorno donde todos proclaman todo y su contrario? El mensaje misionero corre el riesgo de perderse en el ruido ambiental.

Aquí es precisamente donde la coherencia en la vida se vuelve crucial. Nuestras acciones deben autenticar nuestras palabras. Una comunidad cristiana que vive verdaderamente... compasión, gratis, fraternidad, Se convierte en una señal creíble en un mundo de palabras vacías. El testimonio encarnado trasciende el ruido mediático.

Quinto desafío: el agotamiento laboral. El agotamiento también afecta a misioneros, pastores y voluntarios de la iglesia. ¿Cómo se puede mantener este esfuerzo a lo largo del tiempo cuando la cosecha parece no escasear y los trabajadores siempre son escasos?

La sabiduría reside en aceptar nuestras limitaciones. Jesús no dijo: «Trabaja hasta el agotamiento». Dijo: «Ora al Señor de la mies». No somos los únicos responsables del mundo. Dios sigue siendo el arquitecto. Nuestra fidelidad vale más que nuestra eficiencia. Es mejor servir con humildad durante cuarenta años que con brillantez durante dos años antes de derrumbarse.

Finalmente, existe el desafío de brindar servicios gratuitos en una economía de mercado. Todo se monetiza, se valora y se rentabiliza. ¿Cómo podemos mantener el principio de "dar libremente" cuando las propias estructuras eclesiásticas a menudo operan según una lógica gerencial?

Es una batalla espiritual diaria. Debemos recordarnos constantemente que el Evangelio no es un producto, que las almas no son clientes y que el éxito misionero no se mide por las cifras de asistencia. Dar generosamente requiere una conversión permanente de nuestra mentalidad y de nuestras prácticas institucionales.

Oración

Señor Jesús, Buen Pastor de las ovejas perdidas,
Has viajado por pueblos y aldeas,
Proclamando la Buena Nueva del Reino,
Curando todas las enfermedades y dolencias.

Al ver a las multitudes angustiadas y abatidas,
Tu corazón se conmovió con profunda compasión,
Porque eran como ovejas sin pastor,
Perdido, vulnerable, sin dirección.

Concédenos ver con tus ojos, Señor,
Las multitudes que nos rodean hoy,
Estos hombres y mujeres en busca de sentido,
Estos niños que crecen sin ninguna guía.

Toca nuestros corazones con tu divina compasión,
No debemos permanecer indiferentes,
No hagamos la vista gorda ante la angustia,
No endurezcamos nuestras almas ante el sufrimiento.

La cosecha es abundante, así nos lo dijiste.,
Pero todavía hay muy pocos trabajadores.
Te rogamos, Señor de la mies,
Envía trabajadores a tu campo.

Y si nos llamas a ser esos trabajadores,
Danos el coraje de responder: «Aquí estoy».»
Equípanos con tu Espíritu y tu poder,
Para que demos fruto que perdure.

Confiaste autoridad a tus discípulos
Para expulsar espíritus inmundos y sanar,
Para proclamar que tu Reino se ha acercado,
Dar gratuitamente lo que gratuitamente han recibido.

Que esta misma autoridad reposa sobre nosotros,
No para nuestra gloria, sino para la vuestra.,
No dominar sino servir.,
No acumular sino dar.

Guíanos hasta la oveja perdida,
Los que buscas y que amas,
Aquellos por quienes diste tu vida,
Los que quieres traer de vuelta a casa.

Enséñanos a proclamar con alegría
Que tu Reino no es una teoría lejana
Pero una realidad presente, cercana, accesible,
Una fuerza que transforma y libera.

Enséñanos a sanar con tu gracia,
No sólo cuerpos enfermos
Pero también corazones rotos,
Almas heridas, mentes atormentadas.

Líbranos de la tentación de vender tu don,
Para transformar la gracia en comercio,
Convertir el Evangelio en una mercancía,
Vender lo que debe ofrecerse libremente.

Que toda nuestra vida sea un testimonio
De la naturaleza incondicional de tu amor infinito,
De la generosidad de tu misericordia,
De la abundancia de tu gracia, que me basta.

Cuando estamos cansados y desanimados,
Cuando la tarea parece demasiado grande,
Cuando dudamos de nuestra capacidad,
Recuérdanos que eres tú quien envía y sostiene.

Que tu Espíritu nos llene de fuerza,
Que tu presencia nos acompañe cada día.,
Que tu palabra guíe nuestros pasos.,
Que tu amor arda en nuestros corazones.

Hagamos de nuestras comunidades lugares de compasión.,
Refugios para ovejas perdidas,
Espacios donde se manifiesta tu ternura,
Signos vivos de tu Reino actual.

Y al final de nuestra carrera,
Cuando comparecemos ante ti,
Que podamos escuchar estas benditas palabras:
«"Siervo bueno y fiel, entra en alegría de tu amo.»

A ti, Jesús, Buen Pastor y Enviado del Padre,
Con el Padre y el Espíritu Santo,
Sea todo honor, toda gloria, toda alabanza,
Ahora y por siempre. Amén.

Convertirnos en lo que hemos contemplado

Este pasaje de Mateo nos transforma profundamente. Nos confronta con una verdad esencial: la fe cristiana no es una búsqueda intelectual, sino una misión sobre el terreno. Encontrarse con Cristo es ser enviado por Él. Contemplarlo en su compasión es ser transformado a su imagen.

Las multitudes desconcertadas no han desaparecido. Han cambiado de aspecto, pero siguen ahí: sus vecinos solitarios, sus colegas exhaustos, esos jóvenes que buscan desesperadamente un sentido a sus vidas. Esperan pastores, obreros, testigos que ofrezcan algo más que las soluciones superficiales del mundo.

Estás llamado a ser ese testigo. No porque seas perfecto, competente o extraordinario, sino simplemente porque lo has recibido. Lo has probado. compasión de Cristo, ya sabes alegría Desde el Reino, has experimentado el poder de la gracia. Lo que has recibido gratuitamente, debes darlo gratuitamente.

Empieza poco a poco, empieza localmente, empieza hoy. No dejes que la magnitud de la tarea te paralice. Jesús no les pidió a los Doce que salvaran el mundo en un día. Les dio una misión específica: ir primero a Israel. Encuentra tu Israel, tu territorio específico, y sé fiel a él.

La oración sigue siendo el punto de partida. Antes de actuar, ora para que Dios envíe obreros. Y prepárate para descubrir que eres la respuesta a tu propia oración. Esta disposición al servicio te convierte en un verdadero discípulo, un continuador de la misión de Cristo.

Prácticas a implementar

  • Meditación diaria de compasión Cada mañana, lee despacio Mateo 9,36 y pídele a Dios que te dé su mirada sobre al menos una persona hoy, luego actúa en consecuencia. compasión Recibió.
  • Identificar su territorio :Toma una hoja de papel y escribe los tres ámbitos en los que Dios te coloca habitualmente (familia, trabajo, barrio, asociación…), luego elige un compromiso concreto y libre en uno de ellos.
  • Práctica semanal de donación gratuita Una vez a la semana, da algo valioso (tiempo, dinero, habilidad) a alguien que nunca podrá pagarte y observa lo que eso produce en ti.
  • Oración por los trabajadores :Incorpora en tu oración diaria una intercesión específica para que Dios levante siervos en tu iglesia local y en las misiones mundiales, nombrando necesidades específicas.
  • Formación misionera :Apúntate a un curso bíblico o teológico, aunque sea corto, para comprender mejor el Evangelio que estás llamado a transmitir, porque sólo puedes dar bien lo que conoces profundamente.
  • Salida mensual a las afueras Una vez al mes, visite intencionalmente un lugar donde haya "ovejas sin pastor" (hospital, prisión, (casa, calle) para mantener el corazón abierto a la verdadera angustia.
  • Revisión de vida compasiva :Cada domingo por la noche, revisa tu semana e identifica un momento en el que te conmovió el sufrimiento de los demás y un momento en el que permaneciste indiferente, luego confía ambos a Dios en oración.

Referencias y recursos para una mayor exploración

  • Comentario de San Juan Crisóstomo al Evangelio de Mateo, Homilías 30-32, donde desarrolla extensamente compasión de Cristo y el envío misionero de los apóstoles.
  • Benedicto XVI, "Jesús de Nazaret"«, volumen 1, capítulo sobre el Sermón de la Montaña y la misión, para una lectura teológica contemporánea rigurosa.
  • Gustavo Gutiérrez, "Teología de la Liberación"«, capítulo 13, para comprender la dimensión social y política de compasión evangélico hacia los pobres.
  • Papa Francisco, «Evangelii Gaudium» (Alegría del Evangelio), especialmente los capítulos 1 y 3 sobre la transformación misionera de la Iglesia y el anuncio del Evangelio.
  • John Stott, "La misión cristiana hoy"«, un clásico protestante sobre la teología y la práctica de la misión integral, fiel al modelo de Cristo.
  • Henri Nouwen, "La compasión: reflexiones sobre la vida cristiana"«, Una meditación profunda sobre compasión como fundamento de la espiritualidad y el servicio cristiano.
  • Dietrich Bonhoeffer, "El precio de la gracia"«, para comprender la tensión entre la gracia gratuita y la llamada radical al discipulado, entre recibir y dar gratuitamente.
  • Mateo 28,18-20 (el mandato misionero), Lucas 10,1-12 (el envío de los setenta y dos), Juan 20,21 («Como el Padre me envió, también yo os envío»): textos paralelos para meditar.
Vía Equipo Bíblico
Vía Equipo Bíblico
El equipo de VIA.bible produce contenido claro y accesible que conecta la Biblia con temas contemporáneos, con rigor teológico y adaptación cultural.

Lea también

Lea también